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ÁLVARO MACHÍN
Domingo, 13 de noviembre 2011, 21:39
En los domingos de Pombo, Messi no parece tan bueno. Por 0,10 cualquiera se lo puede llevar a casa. Está repetido en cada bolsillo. Aquí los caros son Suelinton, del Rayo, o Silvio, del Atlético de Madrid. Para tenerlos hay que acudir a los bancos de la plaza y eso ya es otra historia. «¿Qué te falta?», le preguntan al primero que asoma la cabeza. A partir de ahí, cambiar repes o comprar esa pieza que nunca aparece en los sobres. Las colecciones de cromos se siguen terminando en la plaza de Pombo. Una santanderina costumbre, de esas de toda la vida.
Es difícil saber cuándo empezó todo, pero los padres que acompañan a sus hijos ya venían los domingos con pantalones cortos hace décadas. «Vienes con ellos y, al final, te lías tú. Cuando aquí jugaban partidos de balonmano, yo ya venía con los cromos», recuerda uno de esos papás con lista en la mano y un taco de 'repes'. Su niño ya está jugando al balón y él sigue buscando tachar los números rojos del papel que ha preparado en casa. Porque los que idean las colecciones saben cómo hacer que cueste terminarlas. En la de la Liga de fútbol -la que triunfa estos domingos- la sección 'últimos fichajes' es un quebradero de cabeza. Del 56 al 60 sólo se consiguen pagando. Esos, y las rarezas. «¿A que tú no tienes a Kaká con diana?», «¿A qué a ti te falta el de Altintop con público de fondo?». Jugadores que aparecen con botas, con el nombre cambiado, apoyados en una pierna distinta... Y no puede faltar ninguno. «Por un cromo de Cesc Fábregas pagaron 30 euros», dice uno. Fue el protagonista de esa semana y ahora ya lo tiene todo el mundo.
Las listas y el trueque
Y es que en Pombo hay normas no escritas y trucos aprovechables. El juego del trueque para algunos es también un pequeño negocio. La actividad del domingo empieza como a las once (o antes) y a eso de las doce es cuando más corrillos se organizan. Cien, doscientas personas... Depende de la época del año (por las colecciones) y del tiempo. Si llueve, los que vienen, se colocan en los soportales. La idea inicial es cambiar cromos. Una lista, los repetidos y el trueque. «¿Tienes a Pandiani?», dice el que busca. «Te lo cambio por Alexis», contesta tras echar un vistazo al taco de su interlocutor. Lo de toda la vida.
Sin embargo, todo eso se ha perfeccionado. «Di que esto es como una mafia», le dice un padre al periodista. El precio de venta 'normal' es 0,10 céntimos. Ya hace años que es invariable. Pero la dificultad sube la tarifa. De 0,5 euros en adelante. «La semana pasada vendieron a Koné por cinco euros», se escucha decir. Hay quien llega en verano sólo para comprar cromos y, luego, venderlos más caros. Lo normal es que los que acaban pronto la colección traten de recuperar lo invertido una vez acabada. Christian es un maestro. Tiene diez años y, en un domingo, es capaz de colocar cien cromos. «A 0,10: 10 euros». Su madre, Merche, se sube los cuellos de una chaqueta de punto porque se está quedando helada mientras el chaval revolotea por la plaza. Llega, pregunta y cierra el trato. Un maestro. «Es que las acaba todas muy pronto. Le encanta», comenta Merche.
A Aitor le quedan tres de 'últimos fichajes'. «El 58, el 59 y el 60...». «Vete a los bancos y a dos euros, ya sabes», le recomiendan. Allí se colocan auténticos expertos con álbumes completos y cientos de repes. José María Caro es uno de ellos. 'Hello Kity', 'Monster High', 'Pokemon', 'Magic', 'Dragon Ball Z', 'Invizimals'... Los tiene todos. «Ponerme aquí, desde hace cuatro o cinco años, pero con el tema de las colecciones, unos once. Vendo y cambio, las dos cosas. Empiezas por el crío y te lías tú», explica mientras su hijo le cuida el 'puesto'. «Recuerdo un cromo -cuenta- que salió hace unos años de Masoud, de Osasuna, con un error. Había una colección nueva y cambié ese cromo por una caja entera. En el Rastro, en Madrid, lo estaban vendiendo por cuarenta euros. Pero es que aquí pides diez y te tiran el banco a la cabeza...». Además, aquí también golpea la crisis. «Se nota pero muchísimo. La gente se echa para atrás. Más de uno se sacaba doscientos euros, pero ahora es más complicado. De todos modos, si vienes en agosto, alucinas...», comenta el experto.
Mientras, dos críos, uno con chupete, ponen en el suelo sus chapas repes de Pokemon. Son las dos y ya toca irse. Algún día vendrán con sus hijos a cambiar cromos. A Pombo y en domingo. Como toda la vida.
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