Borrar
Foto: Juan Pablo Agudelo
La noche más dura y feliz
MÚSICA

La noche más dura y feliz

Saxon, leyenda del heavy metal, brindó un concierto inolvidable en Santander | El grupo británico no defraudó y superó las muchas expectativas de un activo público que llenó el aforo y se sumó al protagonismo de una jornada histórica

JOSÉ MARÍA GUTIÉRREZ

Domingo, 13 de noviembre 2011, 15:01

Predominio de camisetas negras, con leyendas de Iron Maiden, AC/DC, Metallica o Motorhead, cazadoras y pantalones de cuero, tatuajes a la vista y otros sugeridos, gritos al aire, brazos en alto con el mítico signo de los cuernos... El paisaje no era diferente al de cualquier otro concierto de heavy metal, pero con una única gran diferencia: éste era en Santander y quien iba a estar encima del escenario era Saxon. Nada más y nada menos que una leyenda del género, 35 años de carrera, más de 20 discos de estudio, miles de conciertos y giras a sus espaldas y precursores de la que se denominó 'Nueva ola de heavy metal británico' junto a grupos de la talla de Judas Priest, Iron Maiden, Motorhead o Def Leppard.

Los corrillos de público que ocupaban las primeras filas o los accesos al Escenario Santander hablaban del sueño que suponía para ellos ver a esta leyenda en su ciudad, en su región; no se podían creer que iban a escuchar en directo, a tener a apenas a unos metros, a una banda a quien veneran y rinden tributo con discos, vestimentas, complementos y, sobre todo, con canciones grabadas en el disco duro de su cerebro. La admiración y el orgullo eran las tónicas comunes de todas las conversaciones previas: en cualquier rincón, en cualquier esquina, las palabras eran las mismas y su hondo sentido también. Los había incluso quienes, aún con la entrada en la mano, se frotaban los ojos y dudaban de si podía ser cierto que Saxon tocara en Cantabria. Ellos ya tenían su particular premio el 11 del 11 del 2011 sin mirar ningún cupón.

El publico no falló en la noche del viernes y llenó el Escenario Santander (1.000 personas es el aforo), con un abanico de generaciones, sexos y clases que volvieron a demostrar que el heavy es un género que no conoce edades: te absorbe muy joven y es complicado huir de él ni siquiera con el paso de los años. Una droga que engancha. Los grupos sobreviven a las modas y los aficionados mantienen una fidelidad indiscutible e imperecedera. Entre el público, había adolescentes que no habían nacido cuando Saxon vivió su época de mayor apogeo en los años 80, padres y madres que crecieron escuchando un grupo que llenaba estadios y hasta veteranos que comparten fecha de nacimiento con los músicos protagonistas.

En forma

Cuando las agujas del reloj apenas habían besado las diez y cinco de la noche, era el momento de convertir el sueño de tanta gente en realidad: Biff Byford y los suyos irrumpieron sobre el escenario, que no abandonarían hasta dos horas después. Con su icono presidiendo el telón de fondo, el quinteto británico brindó un concierto soberbio, contentando al personal desde los primeros temas: 'Hammer of the gods', 'Heavy metal thunder', 'Never surrender'...

Saxon apostó por un setlist que mezclaba los temas de su último disco 'Call to arms' con sus clásicos e himnos más requeridos: así, sonaron 'Play it loud', 'Sweeny todd', 'The bands played on', 'Motorcycle man' y 'Denim&leather', entre otros muchos, ante un público entregado, cómplice y deseoso de ser también protagonista. Más de una veintena de temas en total rematados por un apoteósico final en el que sonaron 'Crusader', 'Strong arm of the law', 'Power and the glory', 'Wheels of steel' y la definitiva 'Princess of the night'.

El repertorio fue intenso y extenso, lleno de clase y ejecución técnica y la descarga metalera se dejaba oír más allá de las paredes del Escenario Santander. Los veteranos integrantes de Saxon demostraron que están en plena forma; los años pasan pero la música rejuvenece y no agota la pasión de una banda indestructible.

El carisma de Biff Byford

Peter 'Biff' Byford, líder y alma mater de la banda, superviviente junto al guitarrista Paul Quinn de la formación original nacida en 1976, invocaba a sus seguidores melena rubia al viento para que se sumaran «a las armas del rock» y para que «llenarán sus cabezas de heavy metal». El cantante lideró una ceremonia de hermanamiento difícil de explicar con palabras: estuvo intenso, partícipe, comunicativo pese a que sólo se atreviera en castellano con los agradecimientos y supo ceder el protagonismo a sus compañeros Doug Scaratt, Nibbs Carter, Nigel Glockler y el citado Paul Quinn.

Entre gritos de «¡Saxon, Saxon, Saxon!» y vítores de júbilo abandonaron el escenario. Las caras de los aficionados eran evidentes y delataban la satisfacción que les invadía después del gran concierto que habían vivido, que será difícil borrar de su memoria. Y para ampliar su colección, se 'pegaban' por conseguir alguno de los carteles pegados en las paredes o en la barra cual 'trofeo de guerra'. El expositor de camisetas, recuerdos y complementos también vendió más que otros días. Noche redonda para todos.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

eldiariomontanes La noche más dura y feliz