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NIEVES BOLADO
Jueves, 17 de noviembre 2011, 02:02
Tienen déficit de sociabilidad, tienden a no comunicarse, se aíslan... Seis niños que sufren autismo comienzan a levantar esas barreras gracias a los leones marinos del Parque de la Naturaleza de Cabárceno, donde se lleva a cabo un programa experimental de terapia mediante el contacto con estos animales.
En el parque están Víctor (9 años), Samuel (12) y Rodrigo (15), y junto a ellos, Baby, una leona marina de 18 años, que es ciega, y su compañera Deva, de ocho años, que sufre glaucoma. Estos dos animales, dos días por semana, han conseguido que los tres niños que participan en la primera fase de la experiencia, hayan abierto las puertas a la sensibilidad y se conviertan por unas horas en sus entrenadores, al tiempo que promueven su propia mejora.
Muestras de afecto mutuo
Rodrigo, que es el mayor, se encarga de ayudar en la preparación del pescado, festín de Baby y Deva, y los artículos para sus juegos. Es el más serio y callado de los tres, pero vence esa timidez añadida a su autismo cuando comienza a 'trabajar' con los leones marinos. Se dejan besar por ellos, se abrazan, les invitan a hacer piruetas y les dan ordenes, como les han enseñado Jon Eguiraun y Cristina Sánchez, los responsables de los leones marinos de Cabárceno. Junto a ellos está una psicóloga que coordina la experiencia.
Samuel y Rodrigo son más reacios a dejarse besar, pero se muestran receptivos a los abrazos y caricias de Baby y Deva. No rechazan sus besos es que, como dicen ellos, «les da cosa que les mojen». Son más vivarachos e inquietos. Samuel se anima ante la expectación que sabe que han despertado y dice que «yo quiero salir en el periódico», al tiempo que habla con toda naturalidad con «el señor presidente Nacho», que es como llama a Ignacio Diego, que junto al consejero Eduardo Arasti, fueron ayer a conocer esta experiencia piloto que se está desarrollando en Cabárceno y que durará nueve meses.
El presidente no pudo ocultar la satisfacción que le producía estar con los niños y se animó a jugar con ellos y a escuchar sus historias, hasta el punto de que la visita se alargó casi una hora más de lo previsto. Incluso Diego recibió un beso de Baby. La complicidad entre los dos animales y sus improvisados domadores es alta. Salta a primera vista que el programa funciona: los tres niños están alegres y hablan sin parar de sus experiencias con Baby y Deva o de aquello que se les viene a la cabeza.
Violeta es la madre de Rodrigo y asiste encantada al programa en el que está participando su hijo. «Le veo muy bien, ha mejorado mucho, le cuesta muy poco animarse y la responsabilidad que ha ido adquiriendo en su aprendizaje con los leones marinos la ha trasladado a la vida diaria. Hay que tener en cuenta que a un niño autista sólo le motiva aquello que le interesa, y del resto, no hace caso».
En la visita el presidente recibió las explicaciones de Gema Lavín, presidenta de la asociación de padres afectados de Síndrome de Espectro Autista y otros trastornos generalizados.
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