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MARIO GARCÍA
Domingo, 20 de noviembre 2011, 01:16
Acostumbrado a que sus sueños se hagan realidad, Josu Feijoó, de 46 años, está a punto de embarcarse en una aventura espacial. De pequeño quería ser piloto aeronáutico, pero la diabetes tipo 1 acabó con esa ambición. Y, sin embargo, su tenacidad y su espíritu aventurero le han llevado a pilotar un caza ruso, un Mig-29, dentro del entrenamiento que le permitirá convertirse en el primer diabético que viaja por el cosmos: «Voy como conejillo de indias», admite con humor.
Feijoó no es un loco ni un multimillonario excéntrico. Es un hombre acostumbrado a superar retos casi imposibles. La diabetes que padece desde 1989 le obliga a pincharse insulina cuatro veces al día. «Si no lo hago, en 48 horas me muero», aclara. Pero la enfermedad no le ha privado de una notable trayectoria como montañero profesional: en 2002 se convirtió en el primer diabético en alcanzar el Polo Norte; al año siguiente conquistaba el Polo Sur; y en 2006 hollaba la cima del Everest.
Es también el primer montañero diabético que ha conseguido culminar el proyecto The Grand Slam, es decir, los Polos, el Everest y la ascensión a la cima más alta de cada continente (The Seven Summits). Por sus hazañas ha recibido la Real Orden al Mérito Deportivo y la Insignia Olímpica. El año pasado tuvo que decir adiós a la montaña después de sufrir dos comas hipoglucémicos en una expedición a Groenlandia, pero esta decisión le ha permitido concentrar todas sus energías en la consecución de su sueño más perseguido: ser astronauta, o al menos sentirse astronauta viajando unas horas por el espacio. Y convertirse así en el primer paciente diabético que tiene que pincharse («sí o sí», recalca) en situación de ingravidez, y en el tercer español (probablemente compartido con una mujer), después de Miguel López Alegría y Pedro Duque, que tiene la oportunidad de ver la Tierra a 135 kilómetros de altura.
Todó empezó hace siete años, cuando Josu Feijoó entró en contacto con Burt Rutan, propietario de la empresa constructora de aeronaves Scaled Composites, a través del ingeniero de la NASA Herbert Seiter. Rutan quedó fascinado por su tenacidad y le abrió las puertas de este mundo. Así será uno de los primeros pasajeros de Virgin Galactic, la empresa del multimillonario británico Richard Branson. Viajará, en febrero o marzo (aún no le han concretado la fecha exacta), en la nave VSS Enterprise. Partirá del primer aeropuerto espacial del mundo, Spaceport America, construido por el arquitecto Norman Foster en Nuevo México (EE UU).
146.000 euros la plaza
Sabe que volará con cinco personas más, dos pilotos, dos ingenieros y una turista española cuyo nombre no quiere revelar, aunque en la lista de espera de Virgin Galactic figuran otros dos españoles, la catalana Ana Bru -propietaria de la agencia Bru & Bru- y el lotero Xavier Gabriel, dueño de la administración 'La Bruixa' de Sort.
Subir al espacio es un lujo solo al alcance de personas con la cuenta corriente muy saneada: el billete cuesta unos 146.000 euros, a lo que hay que añadir los gastos de entrenamiento. En el caso de Feijoó, las pruebas han sido más exhaustivas de lo habitual debido a su dolencia. Las ha completado en EE UU y en Rusia: «Cada instrucción vale unos 20.000 dólares (14.600 euros) y yo he hecho una veintena». Cantidades a las que ha podido hacer frente con el respaldo de varias empresas privadas («recalca lo de privadas para que luego no haya malentendidos», insiste).
Entre los patrocinadores figura la fundación guipuzcoana Inbiomed, que con el respaldo económico de Kutxa aprovechará para realizar un experimento científico. Como explica Gurutz Linazasoro, presidente de esta entidad dedicada a la investigación y medicina regenerativa, «queremos saber si en condiciones de ingravidez se producen cambios en el 'pool' de células madre que tenemos en la sangre». La prueba es sencilla. Para llevar a cabo un estudio comparativo, se extraerá sangre a Feijoó antes y después del viaje, a otro miembro del pasaje y a una persona que no realice el vuelo. Y aunque no le piden una extracción de sangre durante la misión, el aventurero vitoriano insiste en que lo intentará. Feijoó también llevará al espacio un microchip adosado en el abdomen para detectar y monitorizar durante las 24 horas los niveles de glucosa.
A punto de cumplir su sueño, ya está pensando en nuevos retos. Feijoó anuncia que le ha llegado una oferta muy tentadora desde el centro Yuri Gagarin de Moscú, con remite del cosmonauta Sergei Krikalev, para pasar un mes en la Estación Espacial Internacional (ISS). «Me lo tengo que pensar, me atrae la idea, pero un mes en el espacio es demasiado arriesgado».
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