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J. I. ARMINIO
Lunes, 26 de diciembre 2011, 08:37
La protectora de animales Aspacán ha logrado en apenas diez meses que la perrera de Torres Arriba tenga una condiciones dignas. Cuando el 1 de marzo de este año se hizo cargo de la misma, se encontró a 350 perros sobreviviendo en unas condiciones lamentables (sucios, enfermos, sin desparasitar, apenas alimentados, sin atención veterinaria, con plaga de ratas, atados con cadenas, etc.).
El colectivo, integrado por voluntarios, ha conseguido dar en adopción a 200 canes y espera seguir reduciendo el número hasta un centenar, para que todos estén en jaulas y bien atendidos. El objetivo es obtener la licencia de núcleo zoológico para empezar a recoger perros abandonados.
El principal problema se centra ahora en la supervivencia económica de la propia protectora, dado que, al igual que el resto, se ha quedado sin la ayuda económica de la Consejería de Ganadería, que era la única que tenía. Del Ayuntamiento de Torrelavega sigue sin recibir ni un euro. Por eso ha decidido potenciar las campañas de captación de socios, que pagan 35 euros al año cada uno y son su única fuente de financiación. Aspacán también cuenta con el apoyo de veterinarios y amantes de los animales que aportan trabajo, comida a precios reducidos, etc.
128 perros y 15 voluntarios
En la perrera de Torres Arriba trabajan 15 voluntarios. Ellos son los que se encargan de que los 128 animales que hay ahora en el recinto tengan una vida digna. Su último cometido está siendo castrarlos. Pilar Ceballos, una de las voluntarias, todavía recuerda la situación «tercermundista» que se encontraron cuando rescataron los 10 primeros perros el 14 de febrero: «Ratas, garrapatas, pulgas... aquello fue tremendo. Algunos ni siquiera podían andar porque tenían las uñas largas».
Ceballos puntualiza que la ayuda que ahora les retira Ganadería tampoco fue mucha, dado que «era para comida y apenas nos alcanzaba para un mes y medio». Eso sí, reconoce que también tenían apoyo para la retirada de cadáveres y excrementos. Recuerda que actuaron conmovidos por la situación extrema a la que había llegado la perrera, hasta entonces mal gestionada por otra protectora (Capab).
La voluntaria asegura que aquellos perros se merecían una vida mejor y por eso se hicieron cargo de un proyecto «difícil y esperanzador». Aspacán, con sede en Laredo, tuvo que tomar medidas urgentes y actuar de forma contundente para frenar la situación de miseria que vivía la perrera de Torrelavega.
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