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Foto: Javier Cotera
El mandarín se cuela en clase
Como vía de futuro laboral

El mandarín se cuela en clase

Colegios, academias, empresas y universidad apuestan por ofrecer clases de chino y abrir camino hacia el futuro

Álvaro San Miguel

Sábado, 7 de enero 2012, 09:04

«¡Nihao!», saludan a coro los cien alumnos de chino del Colegio Jardín de África. Cada año son más los estudiantes de mandarín en Cantabria, pero lo que para unos es una apuesta de futuro, para otros es una necesidad. «El 'Made in China' es una amenaza y todas las empresas que se precien, o están ya en China o tienen contactos allí. Ahora mismo es una fábrica, pero dentro de poco va a ser un mercado para Europa». Lo dice la directora de exportación de la empresa cántabra Vitrinor.

No se trata de una percepción. Es una realidad que respaldan los números. En el último informe sobre el comercio exterior de Cantabria, las mercancías compradas a China alcanzan un valor de casi 10 millones de euros. Las empresas cántabras sólo han gastado más en Reino Unido (22,4), Italia (12,1), Francia (19,5) y Alemania (25,9).

China es ahora mismo la segunda economía más importante del mundo, pero el Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que su Producto Interior Bruto supere al de Estados Unidos en 2016. La vieja Europa lleva años observando de reojo al gigante asiático. Y ahora, acuciada por una crisis que no entiende de nacionalidades, no tiene más remedio que mirarlo de frente. Allí esperan más de mil trescientos millones de clientes.

En esa conquista comercial, el idioma jugará un papel fundamental. En China apenas se habla inglés y los que estén mejor pertrechados multiplicarán sus oportunidades de negocio. En estos momentos hay cursos de chino en la Universidad de Cantabria, en la Cámara de Comercio, en academias privadas y en colegios. Sólo la Escuela Oficial de Idiomas y la UNED parecen resistirse a la llamada de Oriente.

Aprender desde pequeños

El año pasado, el colegio bilingüe Jardín de África decidió dar un paso más en su apuesta por los idiomas y se planteó la posibilidad de ofrecer una tercera lengua. «Nos informamos y decidimos probar con el chino porque se supone que, si no es el idioma del futuro, al menos será muy importante», dice la directora del centro, Lola Fernández.

Lo que no esperaba es que se apuntasen un centenar de chavales. La directora dice que los padres han apuntado a sus hijos porque son conscientes de que el chino va a ser un idioma importante. Aunque los pequeños, de entre 5 y 12 años, aprenden jugando, para sus padres no se trata de ningún juego.

Las clases, que son extraescolares, se imparten de una a tres, y los críos no sólo aprenden mandarín, el idioma oficial chino. La cultura y las costumbres, que conocen a través de material audiovisual, también tienen su importancia. «Intento que aprendan sin aburrirse», dice la profesora de chino, Ying He.

Así que se ejercitan, por ejemplo, cantando. «Nos centramos mucho en la parte oral y en aprender a formar frases sencillas». Se trata de acostumbrar el oído a las entonaciones del mandarín. En eso, como en otros idiomas, brillan los más pequeños. Y aunque aprenden a escribir algunos caracteres chinos, eso es harina de otro costal.

También las academias han visto un futuro empresarial en los cursos de mandarín. Una de las primeras en subirse al carro fue el Centro Cambridge Valdenoja. Empezó en 2007 con cuatro alumnos y desde entonces la progresión ha sido constante año tras año: 5, 8, 10 y 14.

Una orientación empresarial

El momento perfecto para aprender un idoma es la niñez, pero muchos empresarios no han tenido alternativa y se han tenido que subir al tren del mandarín sobre la marcha. Pensando en ese perfil, la Cámara de Comercio de Cantabria lanzó a comienzos de 2007 un curso de iniciación al chino. El primer año se apuntaron 54 personas, el siguiente 21, y este año 12 -aunque sólo se han hecho dos cursos de tres meses-. La responsable de formación, Erika Ceballos, tiene una explicación: «La mayoría de nuestros alumnos son empresarios y no siempre disponen del tiempo necesario para asistir a clase». La Cámara realizó un análisis basado en su relación con las empresas, en la opinión de sus expertos en comercio internacional y en su Encuesta de Necesidades Formativas. «Las conclusiones fueron que la evolución de las comunicaciones y de las transacciones internacionales tienen muy presente a China», señala Ceballos.

Los cursos de mandarín están pensados para las compañías que mantienen contactos con el gigante asiático. Las empresas que se han interesado hasta ahora tienen una cierta dimensión y cuentan con un departamento de comercio internacional o alguna persona que desempeña dichas funciones. «También tenemos empresarios autónomos que tienen visión de futuro y consideran que será ineludible, en un momento dado, realizar transacciones con China», puntualiza la responsable de formación.

«¿Qué es lo primero que hacemos en un curso de chino? Atraer la atención», dice la profesora de la Cámara de Comercio, Yi Hsuan Lee. «Demostrar a la gente que aprender chino es posible». Así que empiezan con trucos mnemotécnicos para aprender los colores. «Por ejemplo, el blanco suena muy parecido a 'paraíso' -cuando lo pronuncia, la erre desaparece-. Lo mejor es empezar con palabras fáciles para acostumbrar el oído», explica. Tarde o temprano llega el momento de leer en pinyin, un sistema de transcripción fonética que se utiliza para facilitar el aprendizaje del idioma. En lugar de utilizar los caracteres chinos -ideogramas con una pronunciación específica- se utiliza el alfabeto latino para facilitar la lectura.

La parte de la escritura son palabras mayores. «Es mucho más complicado que la comunicación oral, así que nos centramos en la parte de hablar y leer», dice la profesora de la Cámara de Comercio. «Para escribir hacen falta unos diez años». Existen miles de caracteres chinos y cada uno tiene un significado. De hecho, los propios nativos pueden pasarse toda la vida memorizando ideogramas sin llegar a conocerlos todos.

El chino en los negocios

María Moreno es la directora de Exportación de Vitrinor. Habla varios idiomas y ha hecho «todos los cursos» que se han impartido en la Cámara de Comercio. «Hace unos años, cuando empezó todo el revuelo con las importaciones de China, muchos de nuestros clientes se fueron allí a buscar productos que competían con los nuestros, así que hicimos unos cuantos viajes para ver cómo estaba la situación».

Los dueños de las fábricas chinas no suelen hablar inglés, así que sólo podían comunicarse con ellos por medio de traductores. Sin embargo, para establecer un trato cordial con las empresas es necesario hablar en con los dueños en su idioma porque dan mucha importancia a las relaciones personales. «El hecho de que muestres interés en su cultura puede ayudar mucho a la hora de hacer negocios», explica Moreno. Las clases de mandarín le han servido para mantener conversaciones básicas con sus interlocutores. Y para su marca, Vitrinor, «ha sido importante poder comunicarse directamente con los empresarios chinos».

Mandarín en la Universidad

El Centro de Idiomas de la Universidad de Cantabria (CIUC) es uno de los lugaros donde se apuesta por el chino sin ambages. Este curso tiene 48 alumnos. Once más que el año pasado. Casi todos en nivel de iniciación, aunque tienen cuatro alumnos que ya son capaces de comunicarse en mandarín: Laura, Luis, Patricia e Isabel. El mérito es doble porque todos ellos han empezado a ir a clase rebasada la treintena.

Lo primero que hace la profesora Jing Li cuando llega a clase es contar lo que hizo durante el fin de semana. Ni una palabra en castellano. Los cuatro alumnos asienten de vez en cuando. Después, Laura traduce sobre la marcha: «Estuvo en un curso para profesores de chino en Madrid. Una de las cosas que más le ha llamado la atención ha sido el gran número de profesores españoles. Y dice que asistió gente de más de 40 universidades españolas».

La profesora hace una pausa en la clase para hablar en castellano: «Nos han dicho que España es el país europeo donde hay más demanda de profesores de chino». La información procede del Instituto Confucio, organismo similar al Instituto Cervantes. Jing está de acuerdo: «Ahora mismo hay mucha gente que quiere estudiar chino, pero no sabe adónde ir».

Cada alumno tiene un motivo para estudiar este idioma, desde la directora de Exportación hasta el padre comprometido con la educación de sus hijos. Lo único que todos comparten es su apuesta por un futuro en el que hablar mandarín puede ser la llave para abrir muchas puertas. En esa carrera por aprender la lengua del gigante asiático, los más pequeños juegan con ventaja. Entre ellos, los cien alumnos de chino del Jardín de África, que se despiden al unísono en un perfecto mandarín: «¡Zaijian, Diario Montañés!».

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