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ÁLVARO SAN MIGUEL
Miércoles, 29 de febrero 2012, 22:49
Hablar inglés ha pasado de ser un privilegio para convertirse en una necesidad, tanto para estudiar como para trabajar. Las administraciones públicas están ocupando el espacio que han monopolizado durante años las academias de idiomas, y el Gobierno de Cantabria dio ayer un paso importante para llevar el inglés a todos los niveles de la educación. El Plan de Inmersión Lingüística en Infantil que presentó el presidente Ignacio Diego es un proyecto que permitirá sumergir a los niños de 2 a 6 años en el océano del inglés, precisamente cuando son esponjas. En los tres últimos meses de este curso, dos colegios experimentarán el programa. Y el curso que viene, el plan arrancará, con un presupuesto de 1,2 millones, en 40 centros de Cantabria. Así se cerrará un círculo que termina en la Universidad, donde ya se exige un título de inglés para aprobar el Grado.
Las clases tradicionales de inglés se basan en aprender el idioma, pero la inmersión lingüística va más allá. Consiste en dar parte de otras materias en una lengua extranjera y, para ello, es imprescindible que los docentes dominen el inglés. Así pues, la formación del profesorado es una de las líneas estratégicas del Plan de Inmersión, y para responder al reto de dar las clases y realizar actividades en otro idioma, la Consejería de Educación ha diseñado dos itinerarios formativos.
El primero va dirigido a personas que tienen un nivel medio-bajo de inglés (B1). Los docentes pasarán por un curso intensivo de inglés de 100 horas en la Escuela Oficial de Idiomas, después recibirán una formación pedagógica impartida por profesorado nativo en inglés, seguido de una fase de acompañamiento en el aula. Finalmente, se ofrecerán becas de estancia en el extranjero para dos o cuatro semanas. El itinerario terminará en el examen de acreditación B2, que capacitará a los docentes para impartir clases de doble perfil en un proyecto de educación bilingüe.
El otro itinerario, para los que ya tengan el B2, durará dos años y en cada uno habrá un curso intensivo de 100 horas y una beca en el extranjero. Y, para quien pase la prueba, habrá un título C1 -nivel alto-.
Cualquier español que haya empezado con el inglés después de cumplir diez años sabe que la pronunciación y la construcción de esquemas mentales en otra lengua son obstáculos casi insuperables. Sin embargo, para un niño de 3 años no es más que un juego. De ahí que la Consejería se marque como objetivo «estimular el lenguaje oral a través del contacto con personas nativas para crear lazos afectivos con otras culturas».
Para conseguirlo, se pondrá a disposición de los colegios participantes un ayudante lingüístico -o varios según corresponda al tamaño del centro- para cubrir un máximo de 30 horas semanales. El hecho de que se evite el término 'nativo' implica que la nacionalidad no será el único requisito que se les exija, ya que tendrán que tener experiencia docente. La presencia de esta figura, a medio camino entre el profesor y al auxiliar de conversación, servirá para ejecutar plenamente la inmersión lingüística. Para alcanzar un aprendizaje global -oral, icónico, musical y gestual- «no hay nada tan eficaz como la comunicación con un ser humano, que en este caso serán el ayudante lingüístico y el maestro que hable inglés». El otro aspecto básico de la inmersión es el aprendizaje 'invisible': practicar el idioma en el comedor, en el gimnasio, en la biblioteca o en actividades fuera del horario lectivo.
Familias y centros
Los centros también tendrán que poner de su parte para participar en el plan y recibir los fondos para formación, apoyos y material didáctico. Para empezar, tendrán que redactar un proyecto en el que se incluyan actividades en inglés y se apruebe en el claustro y el consejo escolar. Y sobre todo, para garantizar su compromiso con las necesidades de los niños que hayan disfrutado del Plan de Inmersión, en un plazo de tres años tendrán que incorporar un Proyecto de Educación Bilingüe.
Las familias tendrán la responsabilidad de participar en actividades escolares y extraescolares, tanto en las que organice el propio centro junto al ayudante lingüístico, como en las que diseñe la AMPA. Entre todos, y con el apoyo económico del Gobierno regional, tratarán de que el inglés pase de ser un lujo para convertirse en un derecho.
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