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Edgard Camarós, con chaleco, junto a los veterinarios y guardas de Cabárceno, dentro del recinto de los osos. :: DM
La inesperada inteligencia de los neandertales
UNIVERSIDAD DE CANTABRIA

La inesperada inteligencia de los neandertales

Un estudio participado por el Instituto de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria reconstruye sus formas de vida

José Carlos Rojo

Martes, 22 de mayo 2012, 19:58

La ciencia continúa estigmatizando al neandertal con esa imagen de ser bruto y rudo, primo lejano del homo sapiens u hombre moderno. Un compañero de la evolución que se quedó en el camino hace más de 29.000 años por culpa de su incapacidad para sumarse al implacable tren de la adaptación que nos ha conducido hasta nuestros días. Pero ¿y si el neandertal no era tan bruto, tan simple, ni tan estúpido como se planteaba?

Los restos de los asentamientos son la mayor fuente de información de lo que fueron. Un libro abierto para desentrañar sus costumbres, su forma de vida, etc. «Lo que ocurre es que durante mucho tiempo los contemplamos sin tener en cuenta que los homínidos y los animales carnívoros siempre han visto sus existencias íntimamente ligadas. Para entendernos, unos eran presas de los otros, habitaban las mismas cuevas, etc».

Edgard Camarós, del Instituto Catalán de Paleoecología humana y Evolución Social (Iphes), desgrana la naturaleza del estudio que indaga en las interacciones de homínidos y carnívoros en la Cornisa Cantábrica. «No puedes valorar los restos sin contemplar una posible acción animal. Y en ese mismo sentido no puedes hacer un juicio de valor de lo que era la vida diaria de los neandertales». A efectos prácticos, «imaginemos qué es lo que ocurriría si tienes toda tu casa muy ordenada y de pronto entra un perro loco y lo descoloca todo», explica el investigador que comparte coordinación de proyecto con Marián Cueto, del Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria (Iiipc). «El uso del fuego siempre fue una prueba clara de presencia del humano moderno, y en ese sentido los restos de combustión siempre pueden ser recurrentes. Pero ¿qué ocurriría si tras un uso similar de una comunidad neandertal viniera la desocupación de la cueva, algo muy común en las sociedades nómadas, y a eso le sucediera la llegada de un oso, o de una manada de lobos o hienas?» El equipo se traslada al parque de la naturaleza de Cabárceno en busca de respuestas.

Los osos, los lobos, las hienas y los leones sirven al experimento. Los investigadores simulan un asentamiento neandertal. Construyen un círculo de piedras en el territorio de los animales, a modo de fogata, que contiene restos de cenizas y huesos. Documentan el comportamiento salvaje de las diferentes especies con un complejo sistema de fotografía, y obtienen conclusiones.

Ni rastro

«Los resultados son demoledores, especialmente en el caso de los osos. Nos damos cuenta de que el destrozo de los restos es absoluto. Llegan a desplazar rocas de la fogata a más de quince metros de distancia. Se restriegan en las cenizas, al parecer, y según afirman los veterinarios, por su alto valor antiséptico. Pero la conclusión principal es que deshacen cualquier prueba de asentamiento humano en la zona».

¿Destruyeron los animales las pruebas sobre los modos de vida avanzados en que se manejaba la comunidad neandertal? «Está claro que el comportamiento de los neandertales podría ser mucho más moderno y complejo de lo que hasta ahora se creía», afirma Cueto. El problema es, entonces, reconstruir todos esos datos. «En ese sentido será complicado; pero está claro que la información en los yacimientos es similar a la energía, ni se crea ni se destruye. Está ahí, solo hay que saber buscarla», sentencia Camaros. Hay que identificar la presencia de cualquier intervención animal en los yacimientos. Normalmente, las marcas de dientes en los restos óseos es irrefutable. «Muchas cavidades, como las que estamos analizando en las excavaciones antiguas de la Cueva Morín, documentan la relación entre homínidos y carnívoros durante el Paleolítico. Hay restos de huesos que muestran cortes de herramientas y también desgarros de mandíbulas más poderosas como las de un oso», razonan los investigadores.

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