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GUILLERMO BALBONA
Domingo, 27 de mayo 2012, 02:09
Poesía y narración. Cortometrajes y periodismo. Hace mucho tiempo que Marcos Díez vive desdoblado. Y, sin embargo, los contrastes, la dualidad, los contrarios y complementarios confluyen en un mismo territorio: el de la creación. Tras publicar hace apenas un año su poemario 'Puntos de apoyo', sexto título de la colección La grúa de piedra, y convertirse en el director de la Fundación Santander Creativa, el poeta, narrador y periodista santanderino saca a la luz un volumen de cuentos, 'Desdoblados', séptima entrega de Valnera Literaria, la editorial cántabra de Jesús Herrán.
Presidido por citas de los poetas Pessoa y Manuel Vilas, este itinerario de sesenta relatos breves es un mosaico de lúdicos y lúcidos retratos de personajes que se enfrentan a una existencia llena de límites, reales o imaginarios, «que no pueden o no saben rebasar». Y situaciones siempre al filo de una paradoja, de un vértigo cotidiano o de un fragmento de asombro. Quizás por ello, en el umbral del libro el lector no encontrará un prólogo al uso ni un preludio elogioso, sino una nota del propio autor a modo de confesión y declaración de intenciones. «Este libro tiene su origen en mi incapacidad para tener una opinión de las cosas que no conozco, que son la mayoría, o no me interesan, que son aquellas sobre las que me suelen pedir con más frecuencia mi opinión», sostiene Marcos Díez.
El universo creativo del autor siempre ha sido fruto de una diversidad y pluralidad de inquietudes y referentes culturales. Literatura, poesía y cine se funden en una trayectoria atravesada por su oficio de periodista. Al cabo, la urgencia por contar historias une todo este trayecto.
Marcos Díez confiesa que con el tiempo ha descubierto que a través de la literatura «opino de las cosas que me parecen importantes y que, paradójicamente, no coinciden nunca, o casi nunca, con lo que se cuenta en los medios de comunicación». Sobre la extensión elegida para dar forma a estas narraciones, el también guionista asegura que le gusta pensar que «algunas tienen el tamaño exacto de un puñetazo». En sus cuentos reflexiona sobre la soledad, sobre el amor, sobre la idea utópica del amor o «las contradicciones y el miedo que retiene a las personas en una limitada y opresora zona de confort vital»; mientras que en otros indaga «en lo mucho que duele reconocer que la vida racionalmente construida no es la vida emocionalmente deseada, o que la vida que tenemos, por maravillosa que sea, siempre oculta un poso de insatisfacción porque toda elección implica una renuncia y toda renuncia es una pérdida». Y se pregunta, también, «cómo es eso de descubrir que dentro de uno mismo hay algo parecido a un extraño». Son cuentos, escritos entre 2008 y este mismo año, «en los que hay lugar para la fantasía, para el humor y, sobre todo, para la sed que nos deja en la boca una sequedad que, aunque dolorosa, nos ayuda a sentirnos al menos un poco más vivos».
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