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Óscar Freire, antes del prólogo del Tour que se ha visto obligado a abandonar. :: KATUSHA TEAM
«Me metieron un tubo en el pecho y me crujió el cuerpo»
CICLISMO

«Me metieron un tubo en el pecho y me crujió el cuerpo»

Óscar Freire, que se perderá los Juegos por la perforación de un pulmón, relata su paso por el hospital

J. GÓMEZ PEÑA

Domingo, 8 de julio 2012, 14:02

«Me asusté. Me metieron en el quirófano y me durmieron la zona donde me iban a abrir. La costilla rota había perforado un pulmón y tenían que drenarlo. Me metieron un tubo. Noté cómo crujía mi cuerpo. Empujaron fuerte. Y pese a la anestesia, dolía. Uffff. Acabé con tubos por todas partes». Habitación 107 del pabellón nueve del Hospital Central de Nancy. Una maleta roja con el número 133 pone color al gris triste y artificial de la estancia. La luz mortecina de todos los hospitales. Sentado, con un tubo clavado en el pecho, Óscar Freire habla de su caída en la etapa del viernes como un torero cuenta su cornada. «Caí y no me dio tiempo a poner las manos. Me di de lleno en el pecho con un manillar». Tremenda cornada. Una costilla rota y un pulmón encharcado. «Tenía que haberme retirado, pero me dieron dos pastillas para el dolor y tiré hasta la meta». Eso le ahogó el pulmón. Acabó en un quirófano, sin Tour de Francia y sin Juegos Olímpicos. «Los doy por perdidos. Me ha dicho el médico que una persona normal tarda un mes en recuperarse de esto», lamenta.

La ficha médica del corredor de Torrelavega es un despropósito. Según ella, el paciente de la 107 se llama 'Gómez', se apellida 'Freire' y vive en Coldrerio, un pueblo español. En realidad, Óscar Freire Gómez reside en Coldrerio, una localidad suiza. Se ríe al conocer el error. Está anclado a la máquina que limpia su pulmón. Con un ejemplar de 'El Jueves'. Páginas de humor para pasar el trago. «Son los que mejor cuentan la realidad de España, y te ríes», asegura. Aún no ha llegado su familia. Dos plátanos y un yogur le esperan en la mesa. Lleva unos botines de plástico y uno de esos camisones impersonales y abiertos por todos lados que son norma en los hospitales. «Aquí me han dicho que tengo para cuatro días». Luego, no sabe. «¿La Vuelta a España? No iba a disputarla, pero ahora... Si quiero preparar el Mundial algo tendré que correr antes". Junto a la revista 'El Jueves' tiene otra, 'Computer hoy', para estar al día en informática.

Freire se cayó en el kilómetro 37 de la etapa del viernes, la que resultó una carnicería, la que más adelante, a 25 kilómetros de la meta, iba a tirar a Astarloza, Verdugo, Txurruka, Van Summeren, Hesjedal, Vigano, Danielson y otra docena larga de dorsales. «Hubo caídas hasta en los kilómetros neutralizados», apunta Freire. Él se fue al suelo en una rotonda mojada. Campo minado. Treinta corredores patinaron. Freire no pudo esquivar el golpe. «Fue seco, en el pecho». Así, con la cornada encima, rodó casi 150 kilómetros hasta la línea de meta en Metz.

Iba atrás, descolgado, y cuando llegó a la pancarta de 25 kilómetros a meta vio la carnicería. «Es que había más de veinte ciclistas tirados por todas partes. Bicicletas rotas, dobladas. Y gente quieta, que no sabía ni qué hacer. No había visto nada así». La mayoría acabaron con él en el hospital de Nancy. «Me tenía que haber retirado nada más caerme -repite-. Pero... Los ciclistas somos los deportistas más tontos. Parece que nos gusta sufrir. Un futbolista nota una molestia y al banquillo de inmediato. Sale un suplente. Aquí, en cambio, seguimos en carrera llenos de heridas».

Los pinganillos

A Óscar Freire le queda ya poco ciclismo. Unos meses quizá. No le gusta lo que ve. «La gente joven no respeta nada. Y los directores achuchan para que todos estemos delante», critica. Es el efecto, a su juicio, de los pinganillos, de las emisoras con que los técnicos dirigen a distancia a sus plantillas. «Además, hay gente que va como loca. Y va a ser peor en los próximos años. No sé, quizá les sobra lo que a mí me falta». Y no es talento o prestigio, que de eso abunda en la carrera del triple campeón del mundo. El genio que está a punto de despedirse de su deporte.

«Mira, había estado todo el año sin arriesgar. En este Tour he ido casi siempre atrás, desentendido. Y ya ves, en una rotonda del inicio de una etapa se rompe todo. Pierdo los Juegos y me complico el final del que casi seguro es mi último año como ciclista», niega con la cabeza. Instintivamente, se toca el tubo que le brota del pecho, el que alivia su pulmón herido. «Ufff. Estás en el Tour y, de repente, te ves en Cuidados Intensivos, ves a tu lado a gente herida, que está mal, muy mal. Te entra miedo. Ufff. Entonces los médicos cogen un tubo y te lo meten con toda su fuerza en las costillas. Y crujes por dentro...».

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