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Itziar Lauzurika
Lunes, 6 de agosto 2012, 11:59
Olor a churros. Luces y sonidos, hierros en movimiento. Todo se ha terminado. Las Ferias abandonan Santander. Dicen adiós a quince días de trabajo y poco beneficio. Ello son los feriantes. Detrás del mostrador, vendiendo fichas o cantando 'bingo'.
Stopi, la churrería, era uno de los puestos que daba la bienvenida a los que se acercaban desde el Parque de las Llamas. «Han gastado la mitad». Al igual que muchos otros, afirman que «la gente pasea mucho, pero gasta poco». Incluso dudan en volver el próximo año. Junto a su puesto, situados al lado de los globos y dardos, los feriantes cometan entre ellos que «ha sido una ruina, pero en mayúscula, debo cinco letras de mi casa y están a punto de quitármela». Sin perder el sentido del humor intentan explicar al detalle su situación. Enumeran todos los gastos que tiene que asumir por abrir su negocio. Alquiler de un grupo electrógeno, que funciona con gasoil para tener luz. Consumo de gasoil. El terreno que ocupa el puesto. El llegar a Santander acarreando la atracción. A los que dan empleo. El género, peluches y demás. Una lista casi interminable. Afirman que ellos son «los últimos, porque es ocio, son fiestas». Algunos no recuperan ni la tercera parte de los que han invertido, a otros se les iguala la balanza. No tienen pérdidas pero tampoco ganancias. Y la 'Jaula' se ha marchado antes de tiempo.
Unos tachan de culpable a la crisis, otros al horario y muchos al precio que tiene que pagar por el terreno. Debido a la crisis la gente se dedica a pasear pero no monta, ni consume. El horario de las atracciones también «ha influido mucho porque los cacharros grandes gustan a la juventud que sale a las doce o una, que es cuando cerramos». Y el espacio que ocupan... «pedimos que el Ayuntamiento baje el alquiler de los terrenos, sabiendo que estamos en años de crisis, porque así no podemos venir». Con esos precios no podrán hacer frente ni ellos ni ningún otro feriante, y en cadena temen que las ferias desaparezcan. Eso sí, todavía subsistirán, porque la esperanza es lo último que se pierde. «El Día del Niño está siendo algo mejor».
Los que se acercan, dan la razón a los feriantes. Santanderinos y turistas este año han venido menos. «Los gastos son muchísimos y subirnos todos a la noria cuesta 15 euros, hasta el niño de tres años tiene que pagar». La familia al completo se acerca a las ferias. Ello supone un gran esfuerzo en los tiempos que corren. Los 'peques' insisten en mirar todas las atracciones, y dan la 'pelmada' hasta que sus padres ceden. A estos fue dirigida la jornada de ayer.
Día del Niño
Las atracciones a mitad de precio y el aparcamiento, casi imposible. «Hemos quedado aquí -bajo la noria-, pero llegan tarde porque están intentando aparcar». La desesperación por aparcar merece la pena. Todos juntos disfrutaron del Día del Niño en el recinto ferial que abrió durante 15 días. Los mayores volvieron a su infancia montados en las atracciones, a los ligoteos de juventud, observando a sus mujeres y los pequeños simplemente disfrutaron. «¡Que levanten las manitas hacia arriba!» seguido de gritos de vértigo. Carcajadas de niño que se contagian. Y pucheros para conseguir lo que quieren.
Desde Andalucía vinieron Mari e Isa con sus familias de visita a Cantabria y en su último día, se acercaron a disfrutar de las ferias «mañana marchamos a Málaga». La familia al completo pudo disfrutar del día, gris, pero divertido. Las mujeres se montaban en las atracciones con los niños, y sus parejas esperaban. Era fácil reconocerlos. Cuelgan los bolsos de sus chicas al hombro con poco arte. Un bolso azul o uno de mimbre. Miran con una sonrisa hacia el cielo, tan lejos cómo la atracción puede llegar.
No son los únicos que miran hacia arriba. Fernando, que viene de Palencia, mira a 'El Ratón' desde la pantalla de la cámara de fotos. Está grabando a «dos enanos nuestros». «Unas colas bestiales», afirma Fernando, pero el esfuerzo se ve recompensado con la alegría que se dibuja en las caras de los niños. Rosa espera la cola con tres niños, «vamos rápido y en las otras no hemos tenido que esperar». Subió a 'El Ratón', que es «una montaña rusa, pero de ratón», según Patricia, que espera su turno junto a otros dos amiguitos. Todos esperan la fila, los niños -en su día- y otros no tan niños. La música ambientaba el último día de feria. Los niños meneaban sus caderas, como solo saben ellos. El pañal, para un lado y otro.
La jornada terminó. El Día del Niño finalizó. De vuelta a casa decenas de coches con la pegatina que recuerda que hay un bebé a bordo. Adiós a las atracciones. Se podían ver los camiones que trasladan hoy las atracciones. El aparcamiento del campo del Racing vuelve a su ser. Los feriantes con pocos beneficios y padres con los bolsillos vacíos, pero todos con un buen sabor de boca. «Los niños han disfrutado».
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