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Domingo, 23 de septiembre 2012, 02:01
La historia esta llena de ejemplos. De hombres tocados por una varita que en la batalla final guían al pueblo hasta la victoria. Koné fue ayer el salvador. Salió y a los cuatro minutos le dio el triunfo a su equipo. En la grada, los '300' aficionados gritaron enloquecidos mientras se frotaban los ojos. El jugador costamarfileño se convirtió en el Leónidas de los espartanos que durante ochenta minutos creyeron en la victoria. El delantero marcó su primer gol en Liga. El primero con el Racing de 'mayores' desde que debutara el año pasado en el Camp Nou. Aquel día lo echó al 'prau' Cúper, un general que planteaba las batallas de la misma manera que Fabri, a la contra. Buscando los puntos débiles de sus oponentes. Sin llevar la iniciativa. Esperando el error. Atacando cuando menos se espera. Del mismo modo que se ganaban las guerras en la antigüedad: sorprendiendo.
Ayer, en Anduva, los vecinos de Miranda de Ebro fueron los primeros sorprendidos. No esperaban perder. Más cuando, cumplidos ochenta minutos, el Racing apenas había inquietado. Disfrutaban en esa grada de las de antes. De las de estar de pie animando. Aquellas en las que pasaban vendiendo papeletas para una rifa. Esa misma tribuna tampoco pensaba que 300 simpatizantes racinguistas fueran a hacer tanto. Lo de ayer fue una guerra en toda regla. Los aficionados cantaron, animaron y confiaron en su equipo hasta el final. Sus voces lograron silenciar en algún momento a la afición 'roja' del Mirandés, que dio la sensación de tener ensayadas todas sus celebraciones. Anduva se está acostumbrado a librar batallas. En ese escenario, contrincantes de mayor potencial agacharon la cabeza el año pasado: Espanyol, Villarreal y el propio Racing. Aquella vez los verdiblancos apenas le hicieron daño al Mirandés. Sin embargo, en esta ocasión tuvieron un líder, tocado por la varita y por esa dosis de suerte que necesitan los afortunados. A Koné sólo le dio tiempo a marcar, a presionar y a regalar su camiseta a los aficionados al acabar. A los espartanos que creyeron en la victoria desde la tribuna. El joven delantero se abrazó a Sotres al terminar el partido y se quitó la camisola. Se cruzó todo el campo andando y sin prisa, como el soldado que se recrea en el campo de batalla tras una tarde triunfal y se fue hasta al lugar donde, enfervorizados, cantaban los '300'. Regaló su prenda más codiciada. Generoso. Lo de ayer le pudo suponer quitarse el estigma que le dejó su titularidad el año pasado. Aquella vez jugó cuatro partidos de inicio cuando ni siquiera era titular en el Racing B. Y no cuajó.
Después, en rueda de prensa, elogios de Fabri, su entrenador, y aplausos cuando se acercó al autocar de los '300' que rodearon a la expedición cántabra. Salió del estadio sonriente y feliz. Probablemente, su día más feliz desde que llegó al Racing. Fue entonces cuando se acordó de brindar su tarde. En un gesto más de torero que de guerrero dedicó su gol a José Campos. «Siempre me dice que voy a marcar. Se lo dedicó a él».
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