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A. DEL CASTILLO
Domingo, 30 de diciembre 2012, 12:35
El 'misterio de la momia', como lo ha bautizado el periódico 'Le Monde', mantiene intrigada a Francia. El país vecino sigue con expectación las pesquisas sobre lo ocurrido con el santanderino que apareció momificado en su domicilio del distrito de Vieux-Lille el pasado mes de octubre. La sociedad francesa se pregunta cómo es posible que un hombre desaparezca de su entorno sin que nadie lo eche de menos y que su muerte pase inadvertida durante más de quince años, hasta el hallazgo fortuito del esqueleto en su cama. En Santander, se ha perdido su rastro familiar y nadie ha dado pistas sobre Alberto Rodríguez.
Primer piso del número 9 de la calle Saint-Jacques, una casa de uno de los distritos más bohemios de Vieux-Lille. Un par de zapatillas a los pies de la cama de una habitación de tres por cuatro metros en la que una mesa plegable cumple el papel de mueble; dos abrigos y tres chaquetas esparcidas por aquí y por allá. En el cuarto de baño, una placa eléctrica se ha quedado posada en el borde de la bañera, sin duda para calentar el agua. Todo sigue como hace quince años. O casi. Alberto Rodríguez lleva puesto su pijama de rayas gris, apoya la cabeza en la almohada y los brazos le caen a ambos lados de la estrecha cama. Así lo encontraron el 19 de octubre, pero ya no era él, sino su momia. Apenas quedaba el esqueleto.
Alberto Rodríguez, nacido en Santander el 7 de agosto de 1921, murió en una fecha sin determinar. En el domicilio están las últimas cartas que recibió y en los sellos figura el año 1997. Cuando los agentes que intervienen en edificios que amenazan ruina cortaron la contraventana verde y entraron en la casa, «hacía por lo menos 15 años que el viejecito dormía en su habitación sarcófago», según refiere 'Le Monde' en un amplio reportaje.
Emigrante con fortuna
Por si faltaran ingredientes de misterio en la historia de este santanderino, hay un dato más: era muy rico. En primer lugar, porque el inmueble de tres plantas, situado en el corazón de la ciudad, es un valor inmobiliario al alza. Pero, además, en su testamento hológrafo, Lucie Chanat, viuda de Emile Caron, dueño de una casquería, le nombraba su heredero universal. Es decir: poseía la famosa casa Art Decó, otra vivienda en el Vieux-Ville, en concreto el número 3 de la calle de Patiniers, sobre una espléndida plaza; un inmueble entero en Fives, de 352 metros cuadrados, ocupado en la actualidad por un banco, y puede que más bienes en la región de París.
A la muerte de Lucie Chanant, el 11 de noviembre de 1971, en el distrito de la Madeleine, el cortejo fúnebre de esta dama, de 90 años y viuda desde hacía 20, la trasladó al panteón familiar donde le esperaba su nicho, en el cementerio este de Lille. La rica legataria reposa junto a su madre y a su marido, Emile Caron. Casada a los 18 años, Lucie Chanant era viuda a los 73. Alberto contaba con 33 cuando comenzó su relación. ¿Qué vínculo se fraguó entre ambos para que ella le declarara su único heredero?
Dos genealogistas, los mejores investigadores de la prensa local, una periodista de la cadena española Antena 3, notarios, la embajada de España, el grupo de apoyo judicial de Lille... Son muchos los que han intentado descifrar el misterio de este desconocido.
Un viejo vecino telefoneó a La Voix du Nord, creyendo recordar que Alberto trabajaba para los comerciantes del barrio. «Cuando bebía un poco, todo iba bien, era incluso jovial». Su vecina Madame Chevanne le describe con menos amabilidad: «Veía a un hombre pequeño, que al entrar y salir rayaba con su llave los coches que estaban mal aparcados frente a su domicilio. Creo que no vivía allí».
Pesquisas en Santander
Las autoridades francesas han pedido a las de la ciudad de Santander que busquen cualquier rastro familiar por si se localizaran herederos de las propiedades de Alberto, hijo de Salustiano Rodríguez y de Concepción Martínez. Se sabe que llegó a Francia el 4 de junio de 1948, a los 27 años, con un permiso de trabajo, como otros tantos emigrantes españoles llegados a las zonas industriales. Pero las pesquisas en Santander no han dado fruto. No hay rastro de ningún Alberto Rodríguez con esos datos. «Su partida de nacimiento pudo quemarse durante el incendio de 1941», según el genealogista Pierre Kerleveo, un apasionado del caso, informa 'Le Monde'. Este reputado genealogista ha encontrado un documento precioso: el acta de venta de la casa Parnerre, elaborado por un notario con fecha 30 de abril de 1991. Por lo que se deduce, Alberto iba a vender su casa de la rue Saint Jacques, número 9, por 350.000 francos.
A las once de la mañana del día fijado para la firma, el pintor no se presentó. La posible compradora, alemana, que había pedido un crédito para ello, le esperó en vano. ¿Qué ha sido de esta señora nacida en 1943, profesora y que vivía en la calle Pont Neuf? Un detective privado está intentando localizarla en Alemania. Lejeune-Wermer podría explicar por qué la venta no se realizó en 1991. ¿Había fallecido días antes Alberto sobre su cama?
La identificación
El hallazgo del cuerpo momificado ha causado impacto en el distrito francés. Los vecinos se extrañaban de que la casa estuviera siempre cerrada y criando polvo. Es un edificio de un arquitecto Art Decó, de 1880, una casa Pagnerre, según los expertos consultados por el periódico francés, que se refirieren al estilo Gabriel Pagnerre, en el que se inspira el edificio, firmado por un arquitecto local, artífice del casino de Malo-les Baines, en el norte del país. Las palomas entraban y salían por uno de los agujeros de los cristales rotos de la tercera planta. «En verano, en mi terraza, tenía miedo», le confiesa al reportero de Le Monde Elizabeth Chevanne, abogada y vecina del número 7 de la calle Saint-Jacques.
La vecina, abogada, se quejaba desde hacía 10 años de filtraciones de agua procedentes de la vivienda del cántabro y alertó de ello a los servicios municipales. Fue entonces cuando encontraron el cadáver. Hasta hace pocos días, no se tenía certeza de que la identidad de la momia fuera la de Alberto Rodríguez, el pintor de brocha gorda santanderino llegado después de la guerra. El 5 de diciembre, los forenses por fin anunciaron que «particularidades en la nariz» permitían afirmar en un 99,9 % que el esqueleto era el del propietario del inmueble: la forma de sinus, fue comparada con una radiografía del cráneo de Alberto Rodríguez, encontrada en la casa.
La ciudad se sintió culpable al conocer que su vecino llevaba muerto tanto años sin que nadie se hubiera percatado. El caso abrió un debate social sobre la falta de humanidad de las administraciones inhumanas, capaces como los impuestos, de hipotecar una casa sin enviar un agente del Tesoro a verificar si está o no habitada. El agua de la vivienda de Saint-Jacques se había cortado en 1996 y la luz, en 1997. Su cuenta bancaria fue cerrada en 1999 sin movimientos. En las redes sociales se han vertido críticas sobre esta sociedad ciega, capaz de olvidar a un hombre durante casi veinte años en el centro de una de la ciudades más grandes de Francia.
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Javier Menéndez Llamazares
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