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MARTA SAN MIGUEL
Miércoles, 16 de enero 2013, 12:21
En las frases de Manuel Pérez (Ferrol, 1928) discurren de forma paralela los nombres de Esteban de la Foz, Enrique Gran o José Luis Fajardo con la Revolución de los Claveles o la Transición Española. En la memoria de este galerista devoto, historia y arte son los márgenes de una vida que ayer desembocó en una conferencia retrospectiva, llena de nostalgia, en el ciclo que organiza el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander y Cantabria.
El que fuera artífice en 1975 de la histórica sala Trazos Dos protagonizó una nueva cita del encuentro 'Galerías de Cantabria: el comercio artístico de carácter mueble en la segunda mitad del siglo XX'. Su intervención en el MAS recorrió como si fueran meandros los recuerdos que le llevaron desde la desaparecida galería Besaya hasta una actualidad en la que «las galerías de arte lo tienen muy crudo». Según percibe el también coleccionista, «ahora la gente se ha desentendido de la cuestión de la pintura y sólo habla de crisis, del crédito y del desahucio, del acontecer diario. De esa forma... ¿cómo se puede entrar gozoso en una galería para comprar un cuadro, me parece surrealista que algo así pueda suceder con esta situación», explica.
A pesar de que los años más felices de su vida los pasó vinculados al arte, en una etapa que se extendió más de 25 años, «una galería sería lo último que montaría hoy en día, ahora no tiene sentido». Lo dice después de haber sido artífice de uno de los espacios más activos en lo artístico, epicentro del diálogo cultural donde los encuentros entre creadores y profesionales de todos los ámbitos encontraban una misma pulsión: «Nos unía un único lazo, el amor al arte», recuerda ahora. Fue esa necesidad de la palabra, del encuentro de pasiones en torno a la pintura, por lo que nació su galería Trazos Dos, «el 5 de enero de 1975, el año que murió Franco». Cuando cerró la galería Besaya, «eché en falta un espacio de tertulia» en Santander. Allí se juntaban «Rodríguez Alcalde, Pío Muriedas, César Llamazares y su mujer Teresa Camy, Manolo Raba...». Consciente de que faltan nombres en su memoria, concluye la enumeración con la contundencia que también da la veteranía: «Con 84 años que tengo hoy podía definir mi vida y diría que los años más felices han sido los dedicados a la galería de arte».
Tertulias y vehículos
A Manuel Pérez el arte le dio «la vuelta al calcetín». Provenía de un mundo diferente y se metió en otro que no era el suyo: «Yo era un hombre tradicional de empresa pero el arte me transformó y me hizo concebir la realidad de distinta forma». Vinculado al sector del automóvil, vendía vehículos pesados, como camiones, autocares y autobuses. Fueron las conversaciones en torno a la pintura, sus primeras adquisiciones a Manolo Docal y un espíritu «encajonado y empeñado en meterse en el mundo del arte» las que terminaron con colocarle junto a César Llamazares al frente de Trazos Dos en la calle Francisco de Quevedo. «Aquello me enriqueció la vida terriblemente», recuerda.
Entonces reiniciaron las tertulias, pero lo hicieron con un contenido más político que las heredadas de Besaya. «Eran los años de la Transición, y acababa de desaparecer Franco. Así como la primera tertulia era menos significada, incluso los artistas que se exponían como Agustín Ibarrola o Arcadi Blasco eran totalmente de izquierdas. La gente de Santander nos rehuyó un poco porque éramos un poco rojos, pero esa es otra historia», dice. Incluso pintores argentinos como Ignacio Colombres o Ernesto Deira, huidos de la dictadura militar, recalaban en la galería en busca de una ayuda económica y un reconocimiento por el público, como recuerda Benito Madariaga, cronista oficial de Santander.
La historia de Manuel Pérez es la del hombre que cambió los grandes capós de los camiones de concesionario por los lienzos de Francisco Farreras, Luis Gordillo, Burguillas, José Luis Fajardo o de un iniciático Andrés Rabago 'El Roto' o las esculturas de David Lechuga, José Luis Pequeño y Jesús Avecilla. También dio la oportunidad de exponer a jóvenes artistas, en su mayoría cántabros, como Pérez Castaños, Martínez Cano, Puchi Incera...
La muerte en accidente de avión de su socio Llamazares y la enfermedad hicieron que la galería tuviera que cerrar. Pero volvió, bajo el nombre de Trazos Tres, en 1988, esta vez en la calle Hernán Cortés, desarrollando una prolífica y aún recordada actividad. Hasta el año 2000 siguió en activo al frente de la sala de arte. Ayer, compartió este punto final con los asistentes al MAS, que visitaron los márgenes del río por el que transcurrió la vida de este galerista empedernido, unido por un lazo al arte.
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