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'Cionina', con su hijo Pedro y la mujer que la cuida, Luz Patricia. / Celedonio
La última madre de leche pasiega
Profesión ya extinta

La última madre de leche pasiega

Concepción Crespo, 'Cionina', de 92 años, trabajó como ama de cría para una familia de Santander

SHEILA IZQUIERDO

Domingo, 27 de enero 2013, 11:29

Concepción Crespo Sáenz (13 de octubre de 1920) es la última ama de cría pasiega que queda viva en toda región. Al menos, de las que se tiene constancia. De las cuatrocientas nodrizas que el Museo de Amas de Cría de Selaya tiene documentadas, es, a sus 92 años, la única que puede contar lo que allá en tiempos de posguerra, de escasez de recursos y precariedad, suponía ganarse el pan 'gota a gota'. De leche, en este caso. Lo que viene a ser trabajar amamantando a hijos que no eran los suyos. Una profesión ya extinta que si bien en aquella época estaba bien valorada, suponía un trance amargo, en ocasiones durísimo, que era encontrarse a la vuelta al hogar a su hijo pequeño fallecido.

No fue el caso de Concepción Crespo, 'Cionina', natural de Selaya y nieta de Josefa Sainz y Pardo, que también fue nodriza en Barcelona. Ella hoy vive tranquila en su casa de Maliaño, afectada, eso sí, por una ceguera y los achaques lógicos de la edad. Con once hijos (y uno de leche), 24 nietos y 9 bisnietos a la espalda, es «la única pasiega que queda viva de todas aquellas que ejercieron una profesión con sello eminentemente cántabro y que marcó la historia de España», dice el presidente de la Cofradía de la Virgen de Valvanuz e impulsor del Museo de Amas de Cría de Selaya, Felipe Crespo. Ella forma parte, efectivamente, de un legado ancestral, que permitió a los mismísimos Alfonso XIII -abuelo del Rey Don Juan Carlos- o Isabel II de Borbón, entre otros ilustrísimos nobles y pudientes, crecer fuertes y sanos. Las amas de cría pasiegas fueron claves en una época marcada por la necesidad.

En su caso, amamantó a Ignacio María, uno de los vástagos de la familia Fernández de Velasco y Acha, propietaria hasta hace pocos años del palacio de Soñanes (Villacarriedo) y de varias fincas y casonas en diferentes puntos de la región. Corría el mes de junio de 1944 y 'Cionina' ya tenía dos hijos, Pedro, de algo más de dos años, y Nemesia, de ocho meses.

La necesidad apremiaba para ella y su familia, como para el resto de la comarca, que sobrevivía del campo y del ganado. Por ello, no dudó en aceptar la propuesta del médico de la familia burguesa, que llegó al pueblo de urgencia en busca de quien pudiera amamantar al recién nacido de los Fernández de Velasco, que se encontraba al borde de la muerte debido a que su madre biológica no podía alimentarle.

Para allá que fue a casa de los Fernández de Velasco, ubicada en Santander, desde donde se encargaría no sólo de darle leche al pequeño, sino también de todos sus cuidados: enseñarle sus primeras palabras, calmar sus primeras fiebres, sus primeras lágrimas. Como era costumbre, ella estaba considerada el 'ama', no una criada más, y en la mesa se le servía de todo, lo mejor. «Siempre ha sido alegre, muy paciente, trabajadora y con cierto carácter», asegura su hermana Sofía.

Leche de vaca y tuberculosis

Mientras tanto, los dos hijos de 'Cionina' permanecían en Selaya, donde la familia de ella les alimentaba con leche de vaca y maicena. «Tomábamos leche cruda y nunca caímos enfermos. Y eso que al tiempo les detectaron a las tres reses de las que nos alimentaban tuberculosis», recuerda Pedro, su hijo mayor, ahora de 71 años, ironizando sobre lo que supondría hoy día tal situación. «En 50 años, ni siquiera he cogido un catarro», asegura.

Transcurrido un año de su labor al frente del cuidado del pequeño Ignacio María, los señores la prestaron temporalmente como pago por los servicios realizados el palacio de Viar de Entrambasaguas que tenían en propiedad, donde crió a otros ocho hijos más y pudo mantener a su familia con la tierra y el ganado. Quince años después, se trasladó a Maliaño, donde vive actualmente rodeada de familiares y cuidadores.

El Museo de las Amas de Cría de Selaya, ubicado en la conocida 'Casa de la beata', recoge su fotografía en una exposición compuesta por 400 imágenes de todas las nodrizas de la zona. Una muestra única en España que ha sido objeto de estudio por una asociación francesa -que también quiere recordar la figura de la nodriza en su versión gala- que, sin embargo, no dispone de suficientes fondos para abrir con la asiduidad que quisiera. Felipe Crespo lamenta que después de todo el esfuerzo que ha hecho el pueblo, las administraciones no reparen en un legado como es este y rehúyan de impulsar parte de la historia de la región.

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