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MAXI DE LA PEÑA
Miércoles, 27 de marzo 2013, 09:41
«Eulalia Valldosera es una de las creadoras plásticas contemporáneas de lo más coherente y brillante que hay en España». Con esta rotundidad se expresó Lidia Gil, crítica de arte y comisaria de exposiciones, que ayer participó en el ciclo 'Artistas de los siglos XX y XXI' que organiza el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander y Cantabria (MAS). Durante su intervención analizó las claves de la obra de la artista catalana, de la que no dudó en confesarse como una «ferviente» admiradora.
Lidia Gil, antes de su conferencia, comentó que había elegido a Eulalia Valldosera (Villafranca del Penedés, 1963) «porque siempre me ha parecido enigmática, muy personal. Cuando vi su obra en el Museo Reina Sofía en el año 2009 me dejó impresionada, como en una edición de ARCO. Había mucho por descubrir en su obra. Me parece que es una artista poco conocida para el calibre de su trabajo, en el que utiliza formatos muy particulares».
Cuando acaba su formación en el Ritveld Akademie de Amsterdam, Valldosera comienza a experimentar con otros formatos. Así, en la década de los 80 «rompe con la tradición de la pintura y centra su creatividad en la fotografía de su propio cuerpo, en las instalaciones y en la experiencia personal». Ella estaba obsesionada con dejar de fumar y en una síntesis de obra artística y concepto orgánico utilizó materiales de desecho, reciclados y colillas, formando un gran lienzo en el suelo. «Esta obra se llamó 'El ombligo del mundo' y será su obra seminal, que prolonga a lo largo de los años, compleja y multidisciplinar, que supone acción, documentación gráfica, fotográfica y videográfica», explicó ayer con detenimiento la crítica de arte santanderina.
Sugerente y onírico
La creadora catalana también da forma a obras con migas de pan, polvo, arrugas de las sábanas y restos de otros objetos de uso cotidiano. Con estas piezas tan personales, que nacen de su vida, su memoria y su cuerpo, Valldosera fabrica «efectivas maquinarias que alteran la vivencia del tiempo y el espacio del espectador».
Lidia Gil subraya que las instalaciones ambiente de Eulalia Valldosera tienen muy en cuenta al público: « Son fácilmente comprensibles porque hablan de su casa y recuerdos, entre otros temas. No contienen un mensaje críptico; tanto el aspecto formal como el contenido pretende ser explícito. Resulta muy sugerente y onírico».
En su opinión, la artista traslada una capacidad inequívoca de expresión comunicadora. Para Gil, en la historia del arte da igual la disciplina, el nivel de comprensión del espectador «depende de hasta donde quiera llegar. Velázquez es enormemente complejo cuando más lo estudias, pero el primer impacto es su emoción estética».
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