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MARIO CERRO
Domingo, 12 de mayo 2013, 11:47
Cuando el pasado verano concluyeron las obras de canalización que se suponía habían terminado con el problema de las filtraciones de agua en el barrio de La Turbera (Torres), Ildefonso Calderón advirtió de que era necesario ser cautos antes de lanzar las campanas al vuelo. No le faltaba razón. No sólo no se ha resuelto, sino que se ha agravado con la aparición hace una semana de un soplao en una finca de este barrio de Torres, que ha sembrado la alarma entre los vecinos. La reacción del alcalde de Torrelavega no se hizo esperar.
El regidor ha instado a la Delegación del Gobierno y al Gobierno de Cantabria a que se encargue «cuanto antes» el estudio que deberá averiguar el origen de las filtraciones de agua en esta zona y sus posibles soluciones. Calderón dice que «se debe actuar con urgencia ante esta nueva señal de peligro» y reclama «que se analicen las distintas opciones existentes para encargar este estudio a la mayor brevedad posible». «El socavón que ha aparecido en La Turbera es una muestra más de la gravedad del problema y revela que las filtraciones de agua pueden manifestarse de forma imprevisible y peligrosa. Por eso comparto la preocupación de los vecinos y he reclamado que se actúe con urgencia», señaló.
Lo cierto es que los estudios y los análisis de las aguas realizados hasta el momento para averiguar el origen de las filtraciones en el barrio de La Turbera «no coinciden en su diagnóstico» y tampoco «en el tratamiento a seguir». Las sospechas en el barrio apuntan como culpable en la misma dirección: el gran embalse que se formó tras el cierre de la mina de Reocín en 2003, pero la empresa que explotó el yacimiento lo niega y se defiende. AZSA achacó el pasado mes las nuevas filtraciones de agua a las intensas lluvias de los últimos meses. La compañía dijo que «el agua que aparece en La Turbera no procede de la mina y, por ello, no puede adoptar ninguna medida que elimine la humedad del suelo». Asturiana de Zinc recordó que el año pasado colaboró con el Ayuntamiento para tratar de eliminar las filtraciones, «ante la dificultad de establecer qué administración era competente para resolver este asunto y ante la falta de soluciones eficaces», y por eso construyó con el Ayuntamiento un sistema de drenaje que «eliminó completamente el agua». Sin embargo, la empresa explicó que ese drenaje no se ha modificado y achacó el problema a la cantidad de lluvia caída en los tres primeros meses del año. Y aportó datos. «En los dos primeros meses cayeron 540 litros por metro cuadrado, y si se añade la lluvia de marzo, se alcanzaron un total de 652 litros por metro cuadrado, que corresponde al 56% de la lluvia esperada para todo el año». AZSA aseguró que ese situación ha propiciado que estén encharcados los prados de la comarca y, «como no podía ser de otra manera», las parcelas de La Turbera, «lugar cuyo nombre describe perfectamente las características del sitio en relación con el agua. Es un lugar especialmente propicio para el encharcamiento».
Los argumentos no convencen en el barrio de La Turbera, pero los vecinos no tienen pruebas y por eso urgen que se elabore cuanto antes el estudio de la Universidad de Cantabria para determinar el origen de las filtraciones de agua. El Parlamento de Cantabria instó a finales del mes de abril al Gobierno regional, al Ayuntamiento de Torrelavega y al Gobierno de la nación a encargar ese estudio en profundidad.
Mientras llega ese informe, la oposición ha reclamado que se garantice la seguridad de los vecinos. Pide que se adopten dos medidas urgentes ante las filtraciones: que se vuelva a bombear el agua de la mina de Reocín y que se baje el nivel freático en la zanja que se abrió el verano pasado. En 2004, el diputado popular y expresidente de Cantabria, José Joaquín Martínez Sieso, ya preguntó en el Congreso sobre la paralización del bombeo de agua de drenaje. El asunto también fue objeto de debate en el Parlamento por la misma cuestión.
Además, el PRC quiere que se «garantice» que las viviendas afectadas por las filtraciones de agua no sufren daños estructurales. Lo cierto es que después de año y medio, el temor de los vecinos no ha desaparecido. Epifanio Fernández, un jubilado que va a cumplir 70 años, es el que dio la voz de alarma. Recuerda que detectó la «anomalía» porque la humedad en su jardín pasó a ser exagerada. Hoy, él y otros vecinos afectados, siguen con su lucha, pero temen que el misterio no se resuelva por una razón de peso: «Hay gente muy poderosa que no quiere que se sepa el origen de las filtraciones».
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