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ADRIANA CARRILLO
Jueves, 11 de julio 2013, 02:15
Antes de convertirse en una deseada y millonaria celebridad de Hollywood, Jeniffer López era una chica del Bronx (Nueva York) que odiaba la escuela tanto como le apasionaba bailar. Así lo acaba de confesar frente a su antiguo hogar, una casa ubicada en el corazón del peliagudo distrito de Nueva York, que cuenta con una altísima presencia hispanohablante. Agarrada a la valla que rodea la que fue su casa, la artista ha posado con vestidos de Prada y Dior, abrigos de pieles y sofisticados tacones que rompen la estética obrera del vecindario. Allí ha recordado cuando cantaba y bailaba frente al espejo, soñando con convertirse en la estrella que es hoy.
Su memoria también ha desempolvado las discusiones con su madre por querer dedicarse exclusivamente a sus estudios de baile. Tras una de sus habituales broncas la artista se «mudó» al sofá de la academia en la que estudiaba. «Fui una 'homeless'. Pero le dije a mi madre: esto es lo que tengo que hacer». Meses después estaba trabajando como bailarina en Europa y al cabo de un año abandonaba el Bronx para ir a Los Ángeles.
En la ciudad de los sueños arrancó su imparable ascenso a la fama, cuando empezó a acaparar los focos tras aparecer en los Grammy del 2000 enfundada en un Versace que tapizaba sus curvas y dejaba poco a la imaginación. Sus vivencias en el Bronx dejaron un poso de fuerza en el carácter de López, una infatigable corredora de fondo, cuyo camino, iniciado en el sofá de una academia de baile, está lejos de terminar.
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