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Su programa de recetas se estrena el 1 de abril y se emitirá todos los días a las 10.30 horas. Ha grabado 44 menús. :: CANAL COCINA
La paella de Sor Lucía
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La paella de Sor Lucía

Canal Cocina ficha a la monja díscola que arremete contra los corruptos. A los 14 años hacía las barbacoas en casa y lleva diez de chef en un convento de Manresa

YOLANDA VEIGA

Domingo, 30 de marzo 2014, 18:52

Acababa de cumplir 17 años cuando lo contó en casa: «Ingreso en el convento». Su padre, un cirujano de renombre en Tucumán (Argentina), había previsto para Lucía una exitosa carrera en la medicina, no una vida dedicada a la contemplación. «Mis padres eran del Opus, pero otras dos hermanas se habían hecho también monjas y pensó que la familia ya había contribuido bastante. No lo aceptó y me echó de casa. Cada día me marchaba antes de que se levantara, a las seis de la mañana, y regresaba cuando ya estaba dormido». Del enfado a la incredulidad: «Me dijo que no iba a durar ni ocho días. Así que al octavo le llamé: 'Papá, prueba superada, no me han echado'».

Sor Lucía Caram (argentina de nacimiento, catalana de adopción, 47 años) atiende al móvil desde el convento de las Dominicas de Manresa donde comparte vida y oración con seis monjas mayores. Su conversación es el bullicio que rompe el silencio en un lugar donde solo se habla, y poco, a la hora de la comida y de la cena. Del avío se encarga ella y hoy servirá costillas de cerdo con patatas, zanahoria, manzana y pera al horno con un chorrito de vino blanco, «que le da mucho sabor», y un puñadito de arroz. De postre descorcharán una botella de cava, un caprichito que se dan los domingos, porque «esto no es un valle de lágrimas».

Lleva diez años al mando de los fogones del convento y se ha dejado liar por el Canal Cocina para presentar 'Sor Lucía', un programa de menús monásticos, que se estrena el martes (10.30 horas). «No es que yo sea muy buena cocinera, es que no encontraban a nadie que quisiera hacerlo y no sé decir que no». Ha preparado 44 platos, menús que aprendió de sus abuelos libaneses y de la señora María, la mujer que les crió a ella y a sus seis hermanos -su madre era instrumentista de su padre en el quirófano y profesora de inglés-.

El encuentro con Kempes

«Con 14 años yo me encargaba de las barbacoas los domingos. Me levantaba a las ocho y media de la mañana para enceder el fuego. Echaba la carne a las once para que se hiciera despacio y comíamos a las dos». El convento dejó a la familia Caram sin cocinera y a ella le puso a prueba con cinco años de encierro absoluto en un monasterio de Valencia. «Estuve todo ese tiempo metida en lo hondo del surco, sin salir a la calle, sin hablar con nadie, solo nos daban algún recorte de periódico para leer. Aunque el último año un hermano que vivía en Valencia vino a visitarme y me trajo una radio para escuchar los partidos del Barça. Me gusta el fútbol, un día vi a 'Marito' Kempes' por la calle, le di la mano y estuve una semana sin lavármela».

De Valencia, a Manresa, donde la nombraron chef de la orden. Se ganó el puesto con esa paella que aprendió a hacer en los años de clausura en Valencia: «La hago de pollo y conejo, pero también le echo cigalas y garrofones. El secreto es la alcachofa y para que no oxide y deje los granos tan ennegrecidos le añado perejil». Es su receta estrella y una de las que compartirá con los espectadores del Canal Cocina. También prepará empanada, cocido argentino con chimichurri y mazamorra, un guiso con alubia blanca y leche que llaman el alimento de los pobres y que le enseñó a preparar la señora María. «La mujer sufría de un problema de diálisis y murió porque la ambulancia no llegó a tiempo. Me ha quedado esa espinita, saber que era algo evitable y que ocurrió por la corrupción y la burocracia de los políticos, que tenían ese camino desatendido».

Sor Lucía, de normal un cascabel, muda el tono cuando habla de los políticos y los empresarios corruptos, porque aunque se crió «en una familia bien situada» y estudió «en un colegio pijo de monjas», en casa siempre se habló «de solidaridad y de justicia con los pobres». Que ella pone en práctica en la Fundación Rosa Oriol, «la de los joyeros Tous». El nombre se lo debía «porque puso los 60.000 euros de inversión que necesitábamos y son unos empresarios reconocidos por su transparencia». «Han venido empresas a dar donativos y les he dicho que no porque emplean a menores. También he rechazado el dinero de los que compran oro porque detrás del negocio está el drama de la gente que vende las joyas de la abuela porque no tiene para comer. No me voy a hacer la foto con ellos, no quiero dinero a cualquier precio». La Fundación tiene un banco de alimentos que atiende a 1.600 personas, albergues para sin techo y mujeres maltratadas y un huerto ecológico que gestiona Pilar, una laica que vive en el convento.

Papa, aborto, homosexualidad...

Sor Lucía ha encontrado en la fundación la forma de ayudar al que lo necesita y en los medios (la entrevistó Risto Mejide y ha participado en varios debates) y las redes sociales (tiene 54.600 seguidores en Twitter) el mejor canal para el predicamento. «Yo no digo nada que no coincida con el Evangelio». Y se presta a hablar de todo. Del Papa -«dice que hay que dejar de ser una Iglesia tan principesca, que hay que salir a la calle, el cura debe oler a oveja, mezclarse con la gente... era lo que yo siempre pensaba, así que no estaba tan equivocada»-, del aborto -«no estoy a favor, pero tampoco estoy a favor de que con las restricciones de la ley de Gallardón las mujeres mueran abortando en un curandero»-, los anticonceptivos -«la planificación familiar no la pueden hacer los curas»-, de la homosexualidad -«Dios nos creó libres, ¿quiénes somos para condenar?»-... Lo que le ha valido las críticas «de algunos ortodoxos».

- ¿Las hermanas qué le dicen?

- Ellas conocen mi carisma y me quieren. Juanamari, la priora, me advierte que no diga palabrotas. Pero no es igual decir que te han dejado en la calle que decir que te han dejado en la puta calle, ¿no?

Hasta ahora la televisión del convento «se prendía para las noticias y la misa». Desde mañana se encenderá a las 10.30, después de la oración de la mañana -a las seis- y el desayuno. Para abrir el apetito.

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