¿Conoces las primeras señales? Hombres cada vez más jóvenes con problemas de próstata sin diagnosticar
La hiperplasia benigna afecta al 50% de los hombres mayores de 50 años, aunque puede tratarse fácilmente
Menganito 'está de la próstata' y Fulanito, también. Y eso tan genérico y popular de 'estar de la próstata' incluye distintas patologías que a partir ... de los 40 años empiezan a manifestarse: hipertrofia, prostatitis, cáncer... Y estos son solo algunos de los problemas más habituales, pero hay más. Sin embargo, pese a ser tan frecuentes, muchos hombres se desentienden de los primeros síntomas y no acuden a su urólogo. La comunidad médica habla así de una epidemia silenciosa que en la mayoría de los casos obedece a barreras psicológicas, culturales o sociales.
Así lo explica Ignacio Sola, especialista en patología prostática de la clínica madrileña Lyx Urología: «La minimización de los síntomas, el miedo al diagnóstico, el pudor o la falsa creencia de que los problemas prostáticos son inevitables y poco tratables (ciertas molestias urinarias aparecen progresivamente y tienden a normalizarse como parte del envejecimiento) son habituales. Los hombres suelen evitar hablar de su salud íntima hasta que el problema es incapacitante y la escasa educación en salud masculina retrasa el acceso a soluciones eficaces y seguras».
Con diferencia, la hiperplasia benigna de próstata (HBP) es la enfermedad más repetida: según la Organización Mundial de la Salud, afecta a un 50% de los hombres mayores de 50 años (aumentando la prevalencia hasta el 90% en los mayores de 80). Se define como un crecimiento no canceroso del tejido prostático que provoca un aumento del tamaño de este órgano y deriva en síntomas urinarios por compresión de la uretra. Entre estos, Sola destaca «dificultades para iniciar la micción, chorro urinario débil, aumento de la frecuencia miccional (sobre todo nocturno), urgencia urinaria y sensación de vaciado incompleto».
Diagnóstico temprano
Estas señales deben llevarnos cuanto antes a consulta, ya que una HBP no tratada puede evolucionar en complicaciones como «infecciones urinarias, retención urinaria aguda, formación de cálculos vesicales e incluso daño renal en fases avanzadas». Además, un retraso en el diagnóstico impacta en la calidad de vida, advierte el experto: «La HBP afecta a la calidad del sueño –imprescindible para los mecanismos de reparación del organismo–, el rendimiento diario e incluso la esfera sexual. Con el tiempo, puede provocar complicaciones urológicas que requieren tratamientos más invasivos. Además, vivir con síntomas persistentes genera estrés, ansiedad y una merma en la autoestima que muchos hombres no verbalizan pero sí sufren».
Entre los detonantes de la hiperplasia benigna encontramos los cambios hormonales propios de la edad y los antecedentes familiares, pero también influye, de forma creciente, el estilo de vida, lo que ha disparado los casos entre hombres jóvenes: «Factores como el sedentarismo, el sobrepeso, la resistencia a la insulina y las dietas inflamatorias pueden acelerar la aparición de los primeros síntomas prostáticos. Vivimos más años, sí, pero también con hábitos que afectan negativamente a nuestra salud urológica desde etapas más tempranas».
45 años, mucha proteína, muchas ganas de orinar de noche
Julio, un madrileño de 45 años, esperó año y medio para pedir ayuda profesional ante lo que en un principio creyó que eran unas alteraciones normales asociadas a la dieta hiperproteica que seguía: «Levantarme para ir al baño en plena noche, a veces con mucha urgencia, se convirtió en algo habitual. Como llevaba ya un tiempo yendo al gimnasio y consumiendo bastante proteína, creí que mi cuerpo estaba eliminando lo que le sobraba o algo así. Finalmente, consulté al urólogo y, tras varias pruebas, se confirmó una hipertrofia benigna que empecé a tratar».
La de Julio es, de hecho, la edad recomendada a partir de la cual todo hombre debería acudir al médico, advierte Sola: «Las revisiones prostáticas se recomiendan incluso antes, si contamos con antecedentes familiares de cáncer de próstata. Las pruebas más comunes incluyen una historia clínica detallada, el tacto rectal y un análisis de PSA –un marcador prostático eficaz para detectar el cáncer de próstata mediante un análisis de sangre–. En función de los hallazgos, podemos completar el estudio con una ecografía o una flujometría». Con este último examen se mide el flujo y volumen de la orina (así como el tiempo de la micción) para detectar posibles obstrucciones.
Una vez diagnosticada, la HBP puede tratarse con fármacos o técnicas quirúrgicas mínimamente invasivas, concluye el especialista: «Hay procedimientos como el Rezum o el láser de Holmio, que preservan la función sexual y permiten una recuperación realidad rápida. A este respecto, circulan mitos como que todos los tratamientos afectan a la vida sexual (lo cual no es cierto con las técnicas actuales); y que 'hay que esperar hasta que sea grave' antes de emprenderlos, cuando el hecho de tratar a tiempo un problema de este tipo aumenta muchísimo la calidad de vida».
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