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LETICIA MENA
Lunes, 27 de octubre 2008, 09:33
Nadie entiende nada y lo único que los vecinos aciertan a decir es que es una pena que una iglesia del siglo XVI como la de San Vicente Mártir de Espinama haya caído en el olvido más absoluto del Obispado y de las autoridades competentes. Esta edificación se yergue al lado de la carretera soportando el paso del tiempo, y enfrente, sobre el otero donde estuvo la antigua 'Obra Pía', está la iglesia construida en los años sesenta gracias a una donación de Rafael Calvo Briz y su esposa María Jesús Briz Calvo. Desde su inauguración el 24 de octubre de 1968, este templo se ha convertido en el epicentro de la vida parroquial de Espinama. La 'vieja' quedó a un lado, aunque los más mayores siguen mirándola de reojo cada vez que suben por las empinadas escaleras por las que se accede a la 'nueva'.
Pero ahora son muchos los que creen que ha llegado la hora de devolver a 'la vieja' -como la llaman cariñosamente- la importancia que tuvo porque como dice Luis Rodríguez, uno de los vecinos, «en esta iglesia están muchos de nuestros recuerdos». De igual forma se expresa Gabino Santos, un lebaniego que desde su página www.espinama.es intenta que las cosas mejoren en el pueblo. «Espinama no puede permitirse que su edificio más antiguo siga deteriorándose sin que nadie haga nada por evitarlo», comenta sin reparo.
Esta iglesia se construyó entre finales del siglo XVI y principios del XVII, tal y como asegura Santos después de consultar el Archivo Histórico Provincial. La sacristía se agregó en 1686 y ya en el siglo XX, se construyó el pórtico y la torre que sustituyó a la espadaña original. Durante años, esta iglesia congregó a los fieles del pueblo pero durante la Guerra Civil se quemaron las imágenes del retablo. Tras estos años trágicos, la actividad parroquial volvió a brotar entre sus paredes hasta que comenzaron los problemas. Luis Rodríguez recuerda que «en los años sesenta Rafael Calvo quiso arreglarla pero los arquitectos le dijeron que no merecía la pena porque había muchas humedades, cosa que tiempo después se comprobó que no era cierta y que podía haberse arreglado sin problemas. Con las indicaciones de los técnicos, Calvo decidió hacer una iglesia nueva e invirtió cerca de cuatro millones de las antiguas pesetas en la construcción del templo que donó a los vecinos». EL DIARIO MONTAÑÉS del 25 de octubre de 1968 publicó de forma destacada la inauguración de la nueva iglesia y en su última página se recogía que «los actos inaugurales se prolongaron duraron toda la jornada. De madrugada, la juventud del pueblo se llegó a la casa de los bienhechores entonando cantos típicos. Todo el pueblo estaba engalanado y a la entrada, un arco de flores daba la bienvenida al prelado, autoridades e invitados».
Donde la 'Obra Pía'
El edificio se construyó en el terreno en el que dos siglos antes el indiano lebaniego Alejandro Rodríguez de Cosgaya mandó construir la 'Obra Pía'. En 1968 se tiró lo que quedaba en este solar y se construyó la nueva iglesia de 2.500 metros cuadrados, con piedra y ladrillo y techo de cedro rojo del Canadá. Esta obra fue recibida en el pueblo como una gran novedad pero los vecinos siempre han estado a la espera de noticias sobre lo qué iba a pasar con la iglesia vieja, con la bonita.
Hace más de una década la Escuela Taller de Potes se encargó de arreglar el tejado, la torre, el suelo y de quitar las humedades de la iglesia del siglo XVI. «Estas obras -tal y como recuerda el entonces secretario de la Junta Vecinal, Luis Rodríguez- se financiaron con las donaciones de los vecinos de Espinama e invertimos casi dos millones de las antiguas pesetas». Además recuerda que «al levantar el suelo encontramos dos imágenes envueltas en unas telas y en la actualidad las están restaurando en Santillana. Una de ellas ya está lista y ahora el fraile de Santo Toribio que viene a oficiar la misa a Espinama tendrá que decidir qué se hace con ella».
Un museo fantasma
Rodríguez recuerda que las obras se prolongaron cerca de ocho meses y poco después, concretamente en abril de 2001, el Obispado y el programa Proder destinaron una partida de 12 millones de pesetas para que esta iglesia se convirtiera en el Museo de la Religiosidad Popular de Liébana. En aquel entonces se dieron todo tipo de detalles de las áreas temáticas en las que se dividiría el citado espacio en el que se mostrarían materiales culturales que han formando la mentalidad y religiosidad de las gentes de la comarca de Liébana. Pero aquel proyecto fue flor de un día de la prensa regional porque nunca más se volvió a hablar de ello.
El coordinador de aquel proyecto y director del Museo Diocesano de Santillana, Enrique Campuzano Ruiz, recuerda que «el Ayuntamiento quiso firmar un convenio con el Obispado para que éste invirtiera un dinero que no tenía, así que al final no se hizo nada». Campuzano cree que el futuro de este edificio depende de que los políticos se pongan de acuerdo, «porque si depende del Obispado de caerá porque no tiene un duro».
Desde la inauguración de la nueva iglesia, la 'vieja' -como la conocen los vecinos- ha venido soportando sin ayuda el paso del tiempo. El tejado del pórtico se cayó hace años y la sacristía -que se construyó en 1686, tal y como puede leerse en una inscripción labrada en la pared del templo- ahora es un socavón que tapan dos vallas amarillas propias de una obra. «Es una pena que nadie haga nada», comenta Luis Rodríguez al recordar todos los paseos y visitas que realizó junto con el entonces párroco de Espinama, el padre Vitorio. «Nos prometieron un dinero que nunca llegó», recuerda.
Mucho turismo
«Pero es una pena que en un pueblo tan turístico como es Espinama, con la cantidad de gente que pasa por aquí cada año para ir a Fuente Dé, se encuentren de bruces con una iglesia tan bonita pero abandonada», comenta este vecino que va más allá al apuntar que «los mayores, que cada vez quedamos menos, tenemos que subir muchas escaleras para ir a misa y sería mucho más cómodo que los oficios se trasladaran a la 'vieja'».
En este mismo sentido se expresa Gabino Santos que explica que «rehabilitar esta iglesia tendría que haber sido una de las actuaciones del Año Santo y tal rehabilitación debiera incluir el traslado de la parroquia a la iglesia vieja porque los feligreses, la mayoría de edad avanzada, evitarían tener que subir al cotero». Luis Rodríguez. añade que «para los mayores, la 'vieja' es mucho más entrañable porque casi todos los mayores fuimos bautizados en ese templo».
Por ese motivo les causa tristeza ver su estado actual. Santos advierte que «Espinama no puede permitirse dar la imagen que da con el estado actual de este edificio, sin tan siquiera limpiar su pórtico y sus accesos de las bardas y la vegetación que crece libremente por allí». Pero este lebaniego va más allá pensando en la posibilidad de que la construcción del Mueso de la Religiosidad Popular de Liébana podría generar empleo para los jóvenes del propio pueblo. Para concluir, Santos añade que «Espinama no puede permitirse que la iglesia donde muchos de sus vecinos fueron bautizados y se casaron, y donde reposan muchos de nuestros antepasados, pase a mejor vida».
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