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EFE
Jueves, 5 de febrero 2009, 09:52
Los habitantes de la costa del Cantábrico y de Galicia tendrán que acostumbrarse a soportar temporales con más frecuencia y cada vez con olas de mayor altura, como las que el pasado 24 de enero se detectaron al norte de Santander, equivalentes a un edificio de siete u ocho pisos.
Ese día, con gran parte de España en alerta por los fuertes vientos que iba a provocar un fenómeno meteorológico conocido como 'ciclogénesis explosiva', una boya del Instituto Español de Oceanografía (IEO) fondeada 22 millas al norte de Santander midió una ola de 26,13 metros de altura y otra de 24,64, los dos registros más altos de los que se tienen conocimiento en el litoral español. La boya 'Augusto González de Linares' del IEO situada frente a Santander lleva sólo un año y medio en funcionamiento, pero en ese período ya ha superado en varias ocasiones el récord histórico de oleaje.
Para el director del Grupo de Ingeniería Oceanográfica y de Costas de la Universidad de Cantabria (UC), Raúl Medina, los datos tomados por el IEO y el resto de información disponible sobre los últimos 40 años «indican claramente que hay una tendencia al alza en la altura de las olas y, fundamentalmente, en los fenómenos extremos». El grupo dirigido por este catedrático realizó en 2006 un informe para el Ministerio de Medio Ambiente sobre las repercusiones futuras del cambio climático en las costas españolas, en el que se advierte de que existe «una tendencia muy clara en todo el Cantábrico y en Galicia a que aumente la altura de las olas».
«No seamos alarmistas, porque estas cosas ocurren, pero es serio. Tenemos la constancia y la evidencia de que hay un aumento del oleaje y deberemos tomar las medidas oportunas para adecuar las obras que hacemos a las nuevas condiciones existentes en el Cantábrico», explicó el experto.
El dique de Laredo
Medina agregó que «los récords de oleaje de los últimos cuatro años» ya se están reflejando en el diseño de las infraestructuras marítimas, como en el puerto de Laredo, en construcción, cuyo dique de abrigo se ha elevado un metro sobre el proyecto inicial para que las olas lo rebasen con menor frecuencia. Alicia Lavín, investigadora del IEO, corrobora que «en los últimos años se están produciendo oleajes bastante fuertes» en el Cantábrico, pero no se atreve a hablar de que exista una tendencia, aunque sí reconoce que las conclusiones del Panel de Expertos en Cambio Climático advierten de un incremento en la fortaleza de los temporales. Medina insiste, por su lado, en que la serie histórica muestra que los máximos y mínimos de esa oscilación son, desde hace tiempo, crecientes. Esas condiciones no sólo obligarán a reforzar el diseño de las infraestructuras portuarias y marítimas, sino que están transformando las playas, vaciadas por los temporales de gran parte de su arena, que tarda en volver a depositarse.
Y, en el mar, conceden cada vez mayor importancia a los partes meteorológicos, porque «aunque siempre ha habido temporales y los barcos los han capeado», como apunta Lavín, resulta difícil de imaginar cómo se capean olas del tamaño de edificios de siete pisos.
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