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Begoña Merino Gran, artífice de los actos que rinden homenaje a su tío. / DANI PEDRIZA
«Mi tío Enrique era un ser carismático, excesivo y genial»
BEGOÑA MERINO GRAN COMISARIA DE LAS EXPOSICIONES DEL 'AÑO GRAN'

«Mi tío Enrique era un ser carismático, excesivo y genial»

MAXI DE LA PEÑA

Domingo, 10 de mayo 2009, 03:02

«Lo que más he agradecido ha sido no el qué, sino el cómo». Lo dice con las «tripas» porque así lo siente. Está convencida de que el 'Año Gran' se trata de uno de los homenajes que ha conseguido una mayor unanimidad en las instituciones culturales para aglutinar esfuerzos. Begoña Merino Gran, sobrina del pintor y comisaria de las exposiciones y actividades que durante 2009 conmemoran el décimo aniversario del fallecimiento del artista santanderino y maestro de la abstracción, ha convertido este proyecto en «una cruzada personal» por poner a Gran en el lugar que le corresponde en la pintura española. El primer aldabonazo ha sido la exposición que todavía se está celebrando en el castillo de Santa Catalina de Cádiz con un afluencia de público que ha superado las expectativas más optimistas, y de junio a septiembre los actos se trasladarán a Santander. Begoña Merino guarda algunos de los secretos más íntimos de su tío, con el que mantuvo una relación muy entrañable desde pequeña.

-¿Cómo recuerda el día de la muerte de su tío en Madrid?

-Estábamos trabajando en el negocio familiar, en la zapatería Lucio Herrezuelo, en la calle Lealtad, cuando recibimos una llamada de una vecina de Enrique que nos informó que había muerto a causa de un incendio. A mi madre le dio una crisis nerviosa. Vivimos la angustia de la distancia porque las noticias que salían en los medios de comunicación nacionales eran confusas. Desconocíamos si había sufrido o no. Cogimos un avión en Parayas y nos trasladamos a Madrid. Lo recuerdo como uno de los días más duros de mi vida.

-¿Era un hombre integrado en la familia?

-Estaba muy integrado. Mi madre nos inculcó una predisposición hacia la figura de Enrique. Te hacía admirar sus defectos, que es la sofisticación elevada al carisma. Tras su muerte, no podía irse mi tío con una trayectoria como la suya. Se encontraba en la etapa de madurez más fecunda. Los cuadros que más me gustan pertenecen a su etapa abstracta.

-¿Por ese motivo decidió asumir el reto de divulgar su obra?

-Decidí asumir esa responsabilidad para continuar manteniendo vivo el legado artístico y la memoria de Enrique. Lo primero que acometí fue en 2005 la exposición de su colección de dibujos y el libro , una especie de diario de bitácora en el que recoge la esencia de Enrique Gran. Esta muestra se llevó a Potes, Santillana y Santander y colaboraron, además de la Obra Social y la Consejería de Cultura, Francisco Nieva, Víctor Erice, Antonio López, Salvador Carretero, Carlos Galán y José Luis Ocejo.

-¿Por qué cree que no se entendió suficientemente su obra en vida?

-Como casi siempre les sucede a los grandes a través de la historia, la crítica de su tiempo por falta de cultura y de sensibilidad real, no estaba preparada para la obra de Gran, lo que es casi un halago desde mi punto de vista. Esta opinión la comparte el académico Francisco Nieva para el que Gran era un visionario de nuestro tiempo y la figura más enigmática y romántica de su grupo. En cualquier caso estoy segura que pronto será un pintor de culto no sólo para los amantes del arte con mayúsculas, sino para el público en general.

-¿Qué añora de su infancia con su tío?

-Había dos citas obligadas cuando él venía desde Madrid, donde se afincó tras cumplir el servicio militar: el verano y sus citas con la UIMP y la Porticada, y la Nochebuena que pasaba en casa de mi abuela. Tendría 5 o 6 años y recuerdo que me regalaba libretas pequeñas cuadriculadas y yo hacía mis dibujos. Él veía talento en lo que hacía, pero le podía la pasión de ser mi tío. Estas pequeñas anécdotas, tan llenas de humanidad, me cargaron de responsabilidad y un vínculo extra con él. He vivido muchos traslados de Enrique, porque iba con su obra a cuestas, y vigilaba las mudanzas, estaba pendiente de sus pinceles, de todo.

-Defíname con tres palabras su carácter.

-Carismático, excesivo y genial.

-¿Era excesivo?

-Su primera atracción estuvo relacionada con el mundo del cómic y lo que dibujaba era seres monstruosos, excesivos en todos los sentidos. Este es un ejemplo que ilustra este calificativo.

-¿Y cómo era usted?

-¿De adolescente? Fui una niña asquerosamente estudiosa, una empollona (ríe), y no me gustaba jugar.

-¿Sentía el agobio de ser sobrina de un personaje de tales dimensiones públicas que se codeaba con los intelectuales de de aquel tiempo?

-Todo se normalizaba. La gente vive con bastante humildad el talento. Aprendí a valorar con equilibrio lo bueno que había en la familia. Enrique te contaminaba para bien y le agradezco su influencia y los matices para ver las cosas. Definitivamente no me sentí agobiada.

-¿Se planteó seguir los pasos de su tío?

-¿Ser una artista plástica? No por la soledad que implica y porque no tengo talento para el arte. Un artista con mayúsculas no puede hipotecar la creación ni por la familia. Puedes encontrarte a alguien que te siga, pero no es fácil.

-¿Qué opinión le merece el mundo de la cultura en Santander?

-Hay focos de cultura interesantes, aunque se debe realizar un poco de autocrítica. El mal provinciano que tenemos es cuando valoramos más lo ajeno que lo propio. Lo que hace falta es que lleguen propuestas atractivas a las instituciones. Observo que en la ciudad se corre el riesgo de crear un gueto cultural porque siempre nos ha gustado más aparentar que ser.

-Y su proyecto del 'Año Gran' supone una propuesta de un elevado rango. ¿Cuánto tiempo le llevó pergeñar el proyecto?

-Dos años. Soy excesivamente escrupulosa, supongo que por los restos fundamentalistas de mi etapa de estudiante. Cuando en 2006 finalizó la primera muestra con una exposición de Víctor Erice en el Centro de Estudios Lebaniegos, ya estaba en la idea de hacer un aniversario desde la admiración y el respeto. Lo que iba a presentar a las instituciones tenía que ser lo suficientemente contundente para estar a la altura del artista.

-¿Por qué comenzaron los actos conmemorativos en Cádiz?

-Hice bloques de actos importantes. Quería empezar fuera de Santander en un sitio que justificase el 'Universo Gran'. Probé en Valladolid, pero finalmente Cádiz me abrió las puertas con las dos salas principales del castillo de Santa Catalina. La acogida no ha podido ser mejor.

-¿Y ahora qué espera de sus paisanos?

-Mire, se trata de uno de los homenajes más unánimes en el mundo cultural de Santander. Además, el momento político es bueno porque priman los proyectos antes que las ideas.

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