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TRIBUNA LIBRE

Patrimonio industrial en el olvido

Gerardo J.Cueto Alonso Secretario de Difusión y Documentación del Comité Internacional para la Conservación del Patrimonio Industrial, TICCIH-España

Domingo, 21 de junio 2009, 02:24

Entre los diferentes tipos de patrimonio (natural, histórico, artístico.) es, en esta región, el industrial el menos valorado. El cántabro no reconoce los restos industriales como algo propio y por tanto no los incorpora a su patrimonio. Por ello, se tiende a ignorar el papel que la industria ha desempeñado en el desarrollo económico regional.

En las últimas semanas han vuelto a aparecer en los titulares de prensa dos proyectos considerados de interés para la región: la reordenación ferroviaria de Santander y la Ciudad del Cine y las Artes de Cantabria. En ambos casos la polémica acompaña su devenir desde el momento en que salieron a la luz, una polémica en muchos casos de carácter político en la que no entramos porque no es nuestro cometido, sino que queremos llamar la atención sobre la consideración que en ambos proyectos se presta a unos restos industriales que se verán inevitablemente afectados cuando se ejecuten las obras previstas.

Con la reordenación ferroviaria de Santander se cumplirá un sueño que desde hace décadas albergan los santanderinos, por cuanto supondrá el soterramiento de las vías y la posibilidad de contar con una amplia zona verde en el centro de la ciudad, si bien para financiar las obras está prevista también la construcción de espacios residenciales y comerciales. Es un proyecto deseable para la ciudad, no obstante hay un pequeño detalle, marginal en el propio planteamiento, que nos inquieta a los defensores del patrimonio industrial. El espacio que en la actualidad ocupan los talleres y el depósito de locomotoras de Cajo, así como otros edificios auxiliares de oficinas y almacenes, se destinará a la construcción de varios bloques de viviendas, lo que irremediablemente implicará la desaparición de estos interesantes edificios.

Se puede argumentar que este espacio ferroviario carece de interés, por cuanto se trata de edificaciones relativamente recientes y de escaso valor arquitectónico al tratarse de naves industriales, pero ambas afirmaciones son fácilmente rebatibles. Cierto es que nos encontramos con edificios que cuentan con poco más de medio siglo de vida, pero su trascendencia va más allá de su relativa juventud: en 1862, tan sólo cuatro años después de la llegada del ferrocarril a la ciudad, en ese mismo lugar se edificaron los primeros talleres, por lo que nos encontramos con un espacio con un extraordinario valor simbólico desde el punto de vista ferroviario. Arquitectónicamente es destacable la rotonda que alberga el depósito de locomotoras, con un característico lucernario cenital en cada una de las naves que recuerda que fue concebida para recibir a las últimas locomotoras de vapor que llegaron a Santander. Asimismo, desde el punto de vista tecnológico no se puede desdeñar la singularidad de la placa giratoria de acceso a la rotonda, única electrificada en España.

En definitiva, creemos que la conservación de estas naves estaría plenamente justificada, especialmente si fuera posible dotarlas de un nuevo uso. En este sentido, parece pertinente que este espacio no pierda su carácter ferroviario, por lo que entendemos que sería el lugar idóneo para ubicar un museo del ferrocarril. La rotonda podría albergar las locomotoras y material móvil de mayor tamaño, mientras en un área de los talleres podrían exponerse las piezas menos voluminosas. Con este nuevo uso se podría exhibir el abundante material que la Asociación Cántabra de Amigos del Ferrocarril custodia en sus dependencias. El espacio restante podría dedicarse a equipamientos culturales o deportivos, que encajarían muy bien en sus diáfanas naves.

La Ciudad del Cine y las Artes de Cantabria se ubicará en las canteras de Cuchía que surtían de piedra caliza a la fábrica de Solvay en Barreda. Aunque el proyecto inicial ha sufrido varias modificaciones desde su presentación, todo parece indicar que la intención es crear un parque temático cuyo eje central sea el cine, con amplios espacios destinados al ocio y a la cultura. La integración en el paisaje será una de sus señas de identidad, así como la protección de los valores ambientales y naturales del entorno y la propuesta de una arquitectura ecológica y sostenible de calidad. Sin embargo, no se ha dicho nada acerca de la conservación del conjunto industrial que aún permanece en pie en la cantera formado por los edificios de oficinas, talleres y subestación eléctrica, de gran calidad arquitectónica y armoniosa concepción.

Mucho nos tememos que corran la misma suerte que el tranvía aéreo que unía la cantera con la fábrica de Solvay, que fue desmantelado por completo, incluida la estación de carga de Cuchía, sin dejar ni siquiera un caballete en pie para recordar su actividad pasada. No creemos que resulte excesivamente complicado integrar estos edificios, o al menos alguno de ellos, en el nuevo espacio turístico, ya que, si es cierto que se pretende fomentar la cultura, el pasado minero de esta área no puede ser obviado.

Esperemos que en ambos proyectos el patrimonio industrial sea finalmente respetado y puesto en valor para que no tengamos que asistir una vez más a la desaparición de importantes piezas de nuestra historia industrial, como la fábrica de conservas de Salvarrey en Laredo, el referido tranvía aéreo de Solvay, el centenario barrio obrero de La Estación en Nueva Montaña, la Lonja de Santander u otros que no han trascendido a los medios de comunicación como el reciente desmantelamiento del castillete metálico de la mina de Riotuerto, uno de los pocos ejemplos de este tipo de estructuras que quedaba en la región.

Deseamos que en estos proyectos se impongan las buenas prácticas en cuanto a conservación del patrimonio industrial, como ocurrió con la ferrería de Cades, La Lechera Montañesa, el molino de marea de Santa Olaja, la fábrica de harinas La Montañesa en Pesquera o el depósito santanderino de Tabacalera que albergará en pocos meses el Archivo Histórico Regional.

Es nuestro deber como ciudadanos conocer nuestro pasado y no permitir que aquellos elementos que ayudan a su mejor comprensión se reduzcan a escombros, con ello no privaremos de este valioso patrimonio a las generaciones futuras.

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