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LUIS SÁNCHEZ MOVELLÁN DE LA RIVA :: DM
Jueves, 10 de diciembre 2009, 01:20
En los tiempos en que se empieza a plantear con mayor agudeza el problema clerical aparece en Madrid la que al principio se llamó Asociación Católica Nacional de Jóvenes Propagandistas, para luego perder el adjetivo 'jóvenes'. El jesuita Ángel Ayala fue su fundador partiendo de una decena escasa de muchachos (los denominados 'ocho de la fama', para ser más precisos), pertenecientes a las congregaciones marianas de los 'luises', que los reúne el día 4 de Noviembre de 1908. Sus nombres eran: Luis de Aristizábal, Jaime Chicharro, José Fernández de Henestrosa, Manuel Gómez Roldán, Ángel Herrera Oria, José Mª Lamamié de Clairac, José de Polanco y Gerardo Requejo. Un año después, el 3 de diciembre de 1909, la semana pasada hizo cien años, se celebraba el acto fundacional con la ceremonia de imposición de insignias a los dieciocho primeros miembros bajo la presidencia de Ángel Herrera Oria y la dirección espiritual de su fundador, el padre Ayala. A los ocho miembros iniciales se añadirán los nombres de José Manuel de Aristizábal, Manuel Bofarull, Luis Castell, Santiago Cavengt, Juan Colomer, Andrés Montalvo, Ventura Prieto, Rafael Rotllán, José Mª Sauras y Mateo Villa.
Bajo el lema de, la ACNdP cumplía con una necesidad evidente de la Iglesia de la época. Su propósito era la propaganda católica en el orden social a través de sus más variados aspectos. Para ello, el padre Ayala había decidido actuar en la 'formación de selectos': a sus primeros miembros los eligió por 'sus aptitudes oratorias, por su talento y por su espíritu'. Se trataba de que un núcleo de jóvenes oradores fueran capaces de galvanizar las dormidas energías y potencialidades del catolicismo español en todos sus aspectos. Para ello era necesario contar con una élite y la ACNdP trató de proporcionársela a la Iglesia española.
La Asociación contaba, como medios de formación, de ciertas normas de piedad (comunión los primeros viernes de mes y siempre antes de un acto de propaganda, el rezo del santo rosario, los ejercicios espirituales ignacianos, etc.) y de los Círculos de Estudios. Consistían éstos en 'la reunión de los asociados en torno a una mesa para el examen de una cuestión'; 'es, se ha dicho, como una cooperativa de ideas'. De ellos, podríamos decir hoy, que fueron una suerte de .
Dentro de la ACNdP existían diversas categorías (inscritos, aspirantes y numerarios), y solamente se llegaba a la última después de 'cierto número de años y de probada vocación apostólica'. La Asociación estaba dirigida por un presidente, en quien residían 'casi todas las atribuciones', pero que contaba con un Consejo Nacional con la misión de asesoramiento. Sus componentes eran elegidos por mitades entre los miembros y el propio presidente. Los centros de la Asociación estaban dirigidos por secretarios, y otros órganos de la misma eran la Asamblea de Secretarios y la Asamblea General de todos los asociados. La influencia de la ACNdP fue muy grande en los destinos del catolicismo español y entre alguna de las características de su actuación, se pueden enunciar las siguientes... En primer lugar, sin duda alguna, la ACNdP consiguió efectivamente ser lo que pretendía: una élite al servicio del catolicismo español. Proporcionó a los sectores más dispares de la política de derechas española algunos de sus inspiradores de más valía, dentro de una apreciable disparidad de ideologías. En segundo lugar, respecto del catolicismo hispano, la ACNdP poseía una modernidad indudable no ya sólo desde el punto de vista de la forma de actuación, sino también del contenido que no era otro que las enseñanzas pontificias.
Desde un punto de vista actual nos puede parecer la actuación de sus miembros tímida o el contenido de su ideario poco avanzado, pero, aparte de que probablemente en España no existía por entonces nada semejante en modernidad, la ACNdP no pretendió nunca ser un grupo ideológico, ni innovar en el terreno del pensamiento católico, sino simplemente ser un instrumento de acción en defensa del catolicismo. De ahí que la base esencial de su actuación fuera precisamente mantener una campaña permanente «para promover, aparte y por encima de los partidos políticos, la coincidencia más amplia posible de los católicos en cumplimiento de las normas pontificias».
Al mencionar la ACNdP resulta del todo necesario, casi imprescindible, aludir a la persona de quién fue mentor de ella durante muchísimos años: el cántabro don Ángel Herrera Oria. De alguna manera se puede decir que lo mejor del fruto de la ACNdP derivaba de la 'riqueza inagotable de iniciativas' de Herrera Oria. Como escribió Monseñor Riberi, fue «el primer español de este siglo que quiso hacer del catolicismo español un catolicismo europeo». El tono de modernidad de la ACNdP nació, en efecto, de Herrera, que supo construir un instrumento eficaz para el catolicismo hispano. Frente no ya sólo al reaccionarismo del catolicismo español que era casi una tradición, sino también a su multisecular ineficacia, Herrera supo dotarle de una capacidad de actuación de la que estaba carente.
En buena medida si tal fue su éxito, al menos a corto y medio plazo, fue por su carácter personal, atrayente y tenaz, dotado de la autoridad que le proporcionaba su cultura y también su profunda vida interior, abnegado y algo adusto. Pretendió una derecha moderna y actual para España e intentó propagar las doctrinas enunciadas en las encíclicas pontificias. Ello bastó para que durante mucho tiempo, incluso después de la guerra civil, fuera acusado de 'modernista' cuando no de 'rojo' directamente. Sólo en un ambiente católico como el español podían suceder cosas así. Y lo grave es que a día de hoy, todavía hay sectores católicos integristas que ven a don Ángel Herrera Oria como un progre.
La evocación que hiciera el político conservador catalán Francesc Cambó en sus , vale más que cualquier descripción que se haga de Herrera Oria y nos sirve para honrar su memoria a los cien años de la fundación de la hoy ACdP: «¡Curioso destino el de este hombre! Dotado de enormes cualidades para la acción (talento, dinamismo, dotes de seducción, tenacidad, abnegación, conocimiento de los hombres...), las consagró todas a crear en España unas derechas tolerantes, cultivadas, sinceramente católicas y caritativamente humanas y generosas. Él trabajaba para la convivencia en el mutuo respeto de todos los españoles. Era comprensivo ante todos los problemas y, especialmente, los regionales y sociales».
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