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Crisis en el racing

El camino hacia la dimisión

Francisco Pernía, ya expresidente, es la cabeza visible de todos los desmanes que han llevado al club a la situación actual, a juicio de la presión social

Marcos Menocal

Sábado, 29 de octubre 2011, 00:23

Francisco Pernía ha dimitido. Ha comunicado su salida con un escueto comunicado. La dimisión del presidente del Racing supone una vuelta de tuerca más en la rocambolesca situación del club. Se marcha con todos los miembros del consejo de administración. La situación actual de la entidad es insostenible y a pesar de las continuas declaraciones del máximo mandatario en las que negaba su marcha, la presión social le ha forzado a irse. El malestar de la afición en general y de las peñas racinguistas en particular ha sido determinante en la decisión que ha tomado el presidente, tras meditarlo profundamente y tras ser aconsejado por todos los miembros de la directiva.

Son muchas las causas que han llevado al Racing al borde del desastre económico, al distanciamiento de todos los estamentos sociales y, como consecuencia, a una situación deportiva muy preocupante. De todo ello, el entorno de la entidad culpa a Francisco Pernía. El presidente es la cabeza visible de todos los desmanes que han llevado al club a la situación actual.

Trayectoria de Pernía en el Racing

Francisco Pernía accedió al cargo en el verano de 2006. La adquisición de las acciones por los nuevos propietarios (de la empresa Silver Eagle) procedentes de Madrid, situó al cántabro, hombre de confianza de la empresa que se hizo con el control del Racing, como presidente. Fue entonces cuando, a pesar de ser un debutante en el mundo del fútbol, Pernía empezó a gestionar la entidad. Él, personalmente, llevó a cabo las primeras contrataciones de aquella era en la que el club se cantabrizó con los fichajes de Colsa, Munitis, Luis Fernández y con la llegada de Miguel Ángel Portugal.

Al añó siguiente, con Marcelino García Toral y la UEFA, tocaría el cielo. Su tercer año al frente de la nave racinguista fue discreta, pero sin sobresaltos. A partir del cuarto ejercicio comenzarían los problemas. Cuando en lo deporivo el equipo se resquebraja, surgieron los contratiempos en los demás apartados. A partir de ahí, los presupuestos millonarios difícilmente rentabilizados terminaron con una vida económica pobre, pero sin tocar fondo. Sin embargo, tras las ventas de Zigic y Garay, como elementos más representativos, la falta de liquidez comenzó a ser alarmante y con ella la imposibilidad de poder hacer frente a los pagos de los salarios de la plantilla se convirtió en el tiro en la nuca que faltaba.

Las posteriores denuncias de los futbolistas derivaron en el acogimiento obligado a una Ley Concursal que se ha convertido en el fin de una era. Para evitar, precisamente eso, la búsqueda desesperada de un accionista fue el objetivo número uno de Pernía y su consejo de administración. Fue entonces cuando llegó Alí Syed y, con él, el final de la cordura. Sus numerosos incumplimientos han derivado en un vacío de poder y en un entramado jurídico sin precedentes en la historia de un club de fútbol. De todo ello, con sus luces y con sus sombras, se le culpa al presidente, Francisco Pernía, como cabeza visible. Hacía él van dirigidos los silbidos y los lamentos sea o no sea él, personalmente, el máximo responsable.

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