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La protagonista de esta historia sujeta su teléfono de teleasistencia Atenpro. / Alberto Aja
«Este teléfono es mi guardaespaldas»
Dispositivo para disuadir al maltratador

«Este teléfono es mi guardaespaldas»

En Cantabria, 149 víctimas de violencia de género disponen de un móvil de telelocalización y 20 agresores llevan un brazalete de seguimiento

Mariña Álvarez

Martes, 5 de noviembre 2013, 09:27

«Es mi escolta, mi guardaespaldas; me protege a todas horas, duermo con él, no doy un paso sin él». Un teléfono móvil, un Nokia de los antiguos, es el gran apoyo de una mujer que está aprendiendo a vivir sin temor a su exmarido. Ella es una de las 149 víctimas de violencia de género que en Cantabria llevan un dispositivo Atenpro (Servicio de Atención y Protección), que le ayudan a sentirse segura y, a la vez, disuaden al agresor.

Cuenta su experiencia en el Centro de Atención Integral de Rualasal, donde acude de vez en cuando a contar cómo le va, a asesorarse sobre su proceso de divorcio... a dejarse guiar por los profesionales que atienden estos problemas, un complemento más a la permanente conexión vía telefónica con los teleoperadores de Cruz Roja que, sea la hora que sea, «siempre llaman si algo va mal, o puedo llamarles cuando quiera aunque sea para charlar o, llegado el caso, apretar este botón».

En dos años, esta mujer de mediana edad, vecina de una población del interior cántabro, ha pasado por los dos dispositivos de teleasistencia que se ofrecen en función del grado de riesgo. Se casó siendo casi una adolescente, tuvo tres hijos y su relación de pareja fue más o menos bien hasta que en 2011 él sucumbió al alcoholismo y ella se negó a participar en sus juergas. De ahí, su día a día fue escalando en discusiones, faltas de respeto, insultos, amenazas. Él quiso separarse pero sin cambiar de casa, «quería que yo fuera su criada», explica, hasta que una mañana ella encontró algo oculto en el armario de su marido. Un enorme cuchillo, cuerdas y otros inquietantes elementos que le llevaron a sentir un temor real por su propia vida. El hallazgo se produjo al día siguiente de que llegaran los papeles del divorcio y él le espetara una amenaza directa: «Un día de estos te rajo», cuenta ella que le dijo. No se lo pensó más y denunció.

A la orden de alejamiento se sumó como medida cautelar un dispositivo de localización por GPS, llamado Sistema Tecnológico de Detección de Proximidad, consistente en una especie de teléfono con antena para ella que se completa con un brazalete para él. Se establece un perímetro de seguridad, tanto de la propia víctima como de su casa y su trabajo. Si el agresor se acerca, el dispositivo pita y salta una alarma al Centro de Control Cometa, gestionado por Securitas Direct, que avisa a la Policía. Este sistema siempre se enmarca «dentro de una medida cautelar o de control del cumplimiento de la pena cuando ya existe condena judicial», explica el juez Javier Amores, titular del Juzgado de Violencia sobre la Mujer Número 1 de Santander. Su uso es mucho menor que el del dispositivo Atenpro; de hecho, en Cantabria hay 20 agresores con brazalete otras tantas víctimas llevan la otra parte del elemento. Para Amores, el resultado que ofrecen no puede ser mejor: «Es una maravilla, una tranquilidad para todos por ser la mejor prevención. Da unos resultados espectaculares».

Pero no es tan fácil que un hombre acabe preso del brazalete. De hecho, cuando se impone esa medida cautelar es necesario que el imputado dé su consentimiento. «Nunca se le puede poner en contra de su voluntad, aunque, como suele ser una alternativa a la prisión provisional, acaban aceptando», explicó Amores.

Y la protagonista de esta historia tuvo el suyo, y su exmarido el brazalete correspondiente. «Se me acabó el terror. Es que cuando le veía me caía redonda del miedo. Los de Cometa me llamaron varias veces para advertirme de que me estaba siguiendo o que se había quitado el brazalete. Ciérrate herméticamente hasta que te avisemos. Y yo me metía en casa hasta que el peligro pasaba». Tener este sistema también exige de la víctima «mucha responsabilidad. Cada vez que me voy a algún sitio, llamo y aviso». Pero no le duró mucho, pues el hombre acabó siendo absuelto seis meses después, ella no recurrió y el dispositivo les fue retirado. «Cuando me llamaron para decirme que me lo quitaban me quería morir. Alguien me habló de este otro de Cruz Roja, que puede que no sea tan rápido, pero me tienen controlada vía satélite y si aprieto el botón me van a atender», dice. Y, lo más importante, «aunque él no lleve ahora pulsera sabe que tengo esto y que si se me acerca, pulso y llaman a la Guardia Civil».

Con su «escolta», apoyo psicológico y el amor de sus hijos, va saliendo del pozo y «envalentonándome para encarar la vida». Entra y sale, viene y va, y, de momento, descarta volver a tener pareja. «Estoy aprendiendo a vivir conmigo misma, sin contar con nadie, y es una gozada».

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