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Jesús Lastra
Miércoles, 24 de mayo 2017, 07:32
La 'Ludwigia peploides' es hasta atractiva a la vista. Una planta con una llamativa flor amarilla que puede dar al entorno en el que se asienta un bucólico aspecto. Pero es peligrosa. Mucho. La onagraria, también conocida como flor de la laguna, es una especie acuática invasora de origen tropical que reduce la biodiversidad habitual del paraje en el que se hace fuerte y pone en riesgo por tanto el ecosistema en el que echa raíces.
La onagraria hace tiempo que llegó a Cantabria, pero solo se localiza en un enclave concreto... En la Marisma de Alday, en Maliaño, por lo que ya se ha puesto en práctica un ambicioso plan para poder acabar con este incómodo vecino que no se quiere despedir del municipio de Camargo.
La Fundación Naturaleza y Hombre (FNyH), que gestiona este espacio merced a un convenio con el Consistorio, lleva unas cuantas semanas vaciando la laguna dulce de las marismas con el objeto de retirar la población de esta flor y evitar que las semillas puedan extenderse a otras partes de la Comunidad.
La onagraria fue detectada por la Fundación en 2015 en este humedal, momento en el que saltaron todas las alarmas al tratarse de una planta que se propaga de manera rápida al crecer fácilmente sobre estolones y desarrollar hojas tanto en superficie como sumergidas, por lo que colonizó "pronto" gran parte de la lámina de agua, según explicó inicialmente la organización conservacionista. Al ser la primera y única población de esta planta invasora, los trabajadores de la FNYH llevaron a cabo una serie de acciones rápidas para intentar erradicarla, pero este año se ha dado paso a una segunda fase de este plan estratégico. Como explica Carlos Sánchez, presidente de Naturaleza y Hombre, "se está trabajando sobre cerca de 20 hectáreas de la lámina de agua, una labor que se prolongará durante toda la primavera y el verano".
Para ello, la Fundación está vaciando de nuevo la parte de agua dulce de la marisma para poder después eliminar manualmente la planta, que enraíza en el fondo. El agua, captada mediante una bomba, pasa primero a través de unos filtros para impedir que parte de la planta o de las semillas salgan de la marisma. Después se arrancan las plantas que en este momento aún no han florecido y se amontonan y cubren con una lona opaca negra que no deja pasar la luz solar y que eleva la temperatura por encima de la de confort de la onagraria, con lo que ésta finalmente muere. La onagraria es una especie tropical procedente de América, de flores amarillas, que tapiza la superficie de las lagunas, desplazando a la vegetación autóctona e impidiendo el paso de los rayos de sol, por lo que compromete la biodiversidad y el alimento de numerosas aves, tanto residentes como en su ruta migratoria.
"No queremos que salte a otros humedales de agua dulce de la Bahía de Santander", precisa Sánchez, que explica que "entre diez y doce personas trabajan en la erradicación de la planta", en unas tareas consideradas de "extrema complejidad, por lo que la labor de recuperación es muy lenta y tediosa, al atender permanentemente a los filtros para que las semillas no puedan esparcirse y evitar que a través de las patas de una garza o pato la especie se extendiera a otras zonas". Respecto a la forma en que la 'Ludwigia peploides' llegó a Alday, el portavoz de FNYH cree que, lo más factible, es que un ave trajera la semilla entre sus patas.
Plan a tres años
Esta serie de trabajos se enmarcan en el proyecto LIFE 'Anillo Verde de la Bahía de Santander: conectando la naturaleza y la ciudad', a través del que, durante cuatro años hasta 2019, se trabajará en la creación de una red de espacios naturales locales de pequeña extensión alrededor de la Bahía de Santander.
El objetivo es recuperar los valores medioambientales de áreas degradadas en distintos municipios en torno a la bahía. Este proyecto dispone de un presupuesto de tres millones de euros, está coordinado por la Fundación Naturaleza y Hombre y cuenta con la colaboración de la empresa pública MARE, dependiente del Gobierno autonómico.
El plan está cofinanciado por la Comisión Europea y la Consejería de Medio Ambiente del Gobierno de Cantabria y cuenta, además, con el apoyo de la Fundación Biodiversidad, del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente. Una ambiciosa hoja de ruta que se ha topado con 'enemigos inesperados', algunos con una atractiva flor amarilla como seña de identidad.
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