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Colección de objetos y libros de 'Star Wars'.
La Fuerza que no cesa

La Fuerza que no cesa

La saga es una producción constante de ficción, encabezada con los nuevos capítulos, y seguida por las series de televisión, los videojuegos, los tebeos y los libros

David Remartínez

Miércoles, 16 de diciembre 2015, 18:31

Este verano, Daniel Fleetwood ya sabía que se iba a morir. Igual que todos nosotros, solo que este estadounidense, a sus 32 años, conocía la fecha aproximada por culpa de un cáncer terminal. El calendario médico no alcanzaba diciembre, mes en el que se estrena la nueva película de Star Wars, entre cuyos fans se contaba Daniel. Así que solicitó a Disney Lucasfilms, a través de las redes sociales, ver la película antes de fallecer. La respuesta social fue abrumadora. Bajo la etiqueta #forceforDaniel, miles de personas de todo el mundo auparon su última voluntad, y el pasado 5 de noviembre la productora le proyectó en su casa 'El despertar de la Fuerza'. A los cinco días, Daniel falleció.

Esta triste y bonita historia encierra sin embargo una paradoja: lo que vio Daniel no fue el final de su relato favorito, sino un nuevo arranque. La película que ha dirigido J.J. Abrams reinicia una fábula que ya cuenta con seis entregas cinematográficas, varias series de televisión, decenas de novelas, incontables ensayos y documentales, cientos de tebeos y un buen puñado de videojuegos. A partir de semejante bagaje, Abrams vuelve a poner ahora a cero el contador ensoñador de los fans, ensanchando aún más su horizonte. Daniel se ha fundido con la fuerza sin saber hasta dónde llega, sólo cómo continúa. Seguro que no sintió ninguna frustración. Seguro que al contrario.

Esa condición inconclusa constituye uno de los grandes atractivos de la saga más colosal que ha dado el cine, tanto por el citado volumen de su ficción, como por los millones de personas cuyas vidas ha inspirado. SW se expande en el espacio según lo hace el universo físico: caótica y constantemente, y en todas las direcciones. Esa galaxia "muy muy lejana" añade nuevos planetas y razas sin cesar, pues la factoría Lucas produce cada año grandes y pequeños contenidos (y muñequitos, muchos y maravillosos muñequitos) en todo tipo de formatos.

Además, SW no maneja un tiempo lineal. Funciona como una suerte de singularidad donde los saltos adelante y atrás en el tiempo, plagados de pasadizos, constituyen parte de su esencia. Curiosamente, este pandemónium (de algo que, además, sucedió "hace mucho tiempo"), ha generado más fascinación que despiste entre sus seguidores. La primera película, estrenada en 1977, se presentaba como el capítulo 4 sin que hubiese existido un prólogo. Al concluir esa trilogía en 1983 con el capítulo 6, George Lucas permitió que libros y cómics desarrollasen únicamente en la línea temporal posterior, con acontecimientos que alimentaron el ansia de los fans hasta 1999. Han Solo y Leia Skywalker, por ejemplo, se amancebaron en esa época y tuvieron tres hijos. Yo mismo asistí a los partos, libro en mano.

En 1999, Lucas estrenó el prólogo cinematográfico pendiente, el capítulo 1, cuya trilogía subsiguiente, concluida en 2005, reveló los orígenes de la desestructurada familia Skywalker. Una familia que, según acabamos de ver, ya había ramificado su árbol genealógico hacia abajo en los años previos.

De forma paralela, a partir de 2003 la serie 'Las guerras clon' fue rellenando huecos del 'pasado' entre las nuevas películas, y también a la par, en el 'futuro' seguían sucediendo cosas, algunas muy jugosas. Luke Skywalker, por ejemplo, se casó en un tebeo del año 2000, mientras en los cines, su padre, Anakin, todavía era un niño. Ser fan de SW implica, pues, asumir que el espacio es infinito y el tiempo, relativo y circular. La historia nunca acabará, porque siempre se extiende y siempre vuelve sobre sí misma. Por esa razón, Daniel dijo adiós con un hola. Seguro que encaró su última película con el título de la primera: 'Una nueva esperanza'. Mientras él fallecía, la Fuerza despertaba.

Los buenos

¿Qué tiene SW para que millones de personas chiflemos así, para que un segundo de la banda sonora nos estremezca, para que una de sus fábulas constituya la mayor ilusión de un moribundo?

El argumento de la primera película es más simple que una patata frita. Un joven huérfano que vive con sus tíos en una granja de un planeta desierto se despierta un mal día con sus tíos chamuscados por un ejército maligno, y sin más compañeros en ese mundo, lejano y pretérito, que un viejo ermitaño y dos robots tan irrisorios como Abbott y Costelo. El viejo le confía que fue un gran guerrero, como lo fue el padre del chaval, y que ambos lucharon contra el antedicho ejército que subyuga a la galaxia. Le convence de que su destino es continuar la labor de su padre, asesinado por el jefe de los malos, un exfumador que anda de negro destruyendo planetas con una bola gigante muy tocha. El viejo y el chaval salen en busca de batalla, conocen a una princesa vestida como una mesa camilla y peinada por un loco, a un contrabandista truhán y noble, y a un león bípedo, encuentran al resto de los buenos, y juntos se enfrentan al malo. Le estallan la bola y le ganan. En la última escena les dan una medalla.

En síntesis es la historia más vieja de todas, la que ha inspirado mitos, religiones y poemas: el bien contra el mal, el destino del hombre. Y también la fe y el más allá, o la Fuerza y los Jedi, capaces de regresar de la tumba como amables hologramas que protegen y orientan al vivo gracias a su poder intangible. Lucas supo reescribir ese relato primordial con espadas artúricas, combates aéreos, mundos legendarios, magia y -por cierto- casi nada de erotismo. No hizo una película de ciencia ficción, pues no propone una evolución futura de nuestra sociedad, sino una película de aventuras y fantasía. Y con esa sencillez mágica, y magistral, atrapó a una generación entera.

El relato troncal se ha sofisticado en 38 años, tanto en las relaciones de sus personajes como en sus contextos. La segunda trilogía muestra los abusos de una Federación de Comercio y la manipulación de un senado democrático para alzar a un dictador. 'Las guerras clon' cuentan incursiones militares que recuerdan las campañas de EE UU en Irak y Afganistán, mientras reflexionan sobre la condición humana a través de clones que acaban por desarrollar consciencia. Pero el sustrato mítico, y la calidad visual y narrativa, no ha variado, siempre prevalecen. De ahí que sumen generaciones.

Abrams regresa ahora al capítulo VII, cuyo desarrollo habrá de engarzar con los cientos de relatos previos (previos en nuestra línea temporal, claro). Será lo de menos, lo importante es que vuelvan a ganar los buenos. Y, aun sufriendo, por supuesto que ganarán. Como bien sabía Daniel Fleetwood.

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