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Mikel Labastida
Jueves, 25 de febrero 2016, 19:02
En los últimos años, a propósito de la edad dorada que vive la ficción extranjera, se ha intentado subir a este carro a las series españolas en numerosas ocasiones. Había prisa por meter en el mismo saco de oro a las producciones que se hacían en nuestro país, a pesar de que las posibilidades y la coyuntura impedían que tomasen ese tren. Pero erre que erre. "La serie que marcará un antes y un después", "La ficción que iniciará una nueva etapa", "La más sorprendente de las sorprendentes". Las etiquetas han tratado de emular al número de circo y cuando parecía que no cabían más difíciles todavía, aún había más. El problema es que los números nunca funcionaban, se anunciaban con mucha pompa pero luego no cuajaban. No habían casi ni empezado y ya se les veía el truco. El caso es que nos anunciaron tantas veces que venía el lobo que cuando vino de verdad ni estábamos prevenidos.
'El Ministerio del Tiempo' fue una sorpresa que nadie esperaba el año pasado. Habían contado los hermanos Olivares que andaban afanados en una producción sobre viajes en el tiempo y supongo que fueron pocos los que tomaron en serio aquella empresa y y confiaron que fuese a llegar a buen puerto. Posiblemente pesó que en muchas ocasiones anteriores nos adelantasen proyectos que luego terminaban siendo copias malas de otros títulos que ya habíamos visto. Pero esta vez no. Es cierto que la serie de TVE tiene mucho de 'Doctor Who' o incluso de 'Life on mars'. Es lógico, ambas son referentes de la ciencia ficción. El campo que exploraba 'El Ministerio del Tiempo' no era nuevo. Por él ya habían transitado otras producciones, como 'El túnel del tiempo', 'Continuum' o incluso 'Perdidos'. Lo importante es que esta apuesta aportaba su propia vuelta de tuerca y sobre todo ha sabido encontrar su propia identidad. Y eso es importante.
Hemos escuchado numerosas veces la coletilla de "no parece española" cuando alguien quería señalar algo bueno sobre una producción nacional. Pues bien, 'El Ministerio del Tiempo' sí lo parece. Y mucho. Y ese es precisamente su gran acierto: haber encontrado un lenguaje inédito y un montón de referentes con los que jugar y empatizar. Además ha conseguido echar por tierra tópicos y prejuicios como que un producto de ciencia ficción 'made in Spain' no despertaría interés en la audiencia o que no se pueden abordar los temas históricos de una manera menos ortodoxa.
En febrero de 2015 se estrenó. Unos días antes se había presentado a medios especializados y la unanimidad de buenas críticas casi asustaba. Todo eran opiniones e impresiones positivas sobre este producto, por lo que el hype -la expectación- aumentó entre los espectadores, incluso entre aquellos que habitualmente no suelen consumir propuestas patrias.
De este modo conocimos una institución gubernamental llamada Ministerio del Tiempo que permite viajar a otras épocas a través de puertas vigiladas por patrullas. Los periplos, no obstante, siempre tienen un fin: impedir que cualquiera pueda modificar algún acontecimiento del pasado y por tanto cambiar la historia del país. Agentes captados en distintas épocas se dan cita en un organismo en el que el año pasado recalaron Alonso de Entrerríos, soldado de los Tercios de Flandes que había sido condenado a muerte; Amelia Folch, una de las primeras mujeres universitarias de finales del siglo XIX; y Julián Martínez, un enfermero del Samur que vive en la época actual. En la segunda temporada se ha unido Pacino, que debe su nombre al actor de 'Serpico' y que es un policía de los años ochenta.
Repercusión en las redes sociales
Los primeros ocho episodios no consiguieron unas audiencias extraordinarias pero sí reunieron a una legión de seguidores fieles, de los que analizan y diseccionan cada capítulo y hablan maravillas de él (los ministéricos). El ruido que ha provocado la ficción a través de las redes sociales no lo generaba un producto de TVE hacía siglos y ha permitido que se acerquen a esta emisora espectadores que se habían olvidado hasta de pulsar el número 1 en el mando. Estos fueron los que pelearon y emprendieron la campaña 'Salvemos el Ministerio' para forzar la renovación de la serie.
La segunda temporada, de la que se han emitido dos episodios, mantiene la atención y el entusiasmo. Los campos de interacción de internet son cada lunes una fiesta a la que se van uniendo nuevos agentes. Es muy curioso comprobar cómo instituciones como el Museo Romántico o la Biblioteca Nacional han sabido aprovechar la relación con las tramas para captar nuevos usuarios. 'El Ministerio del Tiempo' gusta mucho pero además gusta muy bien. Y esto en una cadena pública resulta fundamental. Si hay dos objetivos que debería perseguir TVE son entretener y educar y con esta propuesta lo consiguen.
En El Ministerio trabaja Velázquez como retratista, Spinola lo protege de cualquier ataque exterior y el hijo de Torquemada es uno de sus defensores más implacables. Gracias a él hemos conocido que la leyenda de El Cid no es tal cual nos la contaron y que Lope de Vega a punto estuvo de embarcarse en un navío que lo hubiese conducido a una muerte temprana. La serie de los Olivares no escatima en elementos y es capaz de hacer malabares con Himmler, Rosendo, el Lazarillo de Tormes, Gassol y Picasso. No son pocos los que se han acercado al Guernica, a Las Meninas o a la obra de los integrantes de La Residencia de Estudiantes gracias a las aventuras en las que se ven envueltos los protagonistas de esta ficción. Y esto le confiere un valor aún mayor. No son pocos los profesores que ya han echado mano de algún capítulo para abrir apetito literario o histórico entre sus alumnos.
Es española y parece española. No tiene nada que ver con 'Los Soprano', ni con 'House of cards' ni con 'Friends'. Ni falta que hace. Los personajes caminan por las calles de Madrid o de Valencia y no por ciudades que se parecen a Chicago. Y comen tortilla y jamón. 'El Ministerio' es una excepción, pero sienta un precedente que si no dorada sí nos puede aproximar a una época cobre que muy bien le sentaría a nuestra ficción.
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