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Josu Eguren
Miércoles, 9 de marzo 2016, 19:17
Con la publicación de la última gran encuesta de Sight and Sound, en septiembre de 2012, la prestigiosa revista británica puso fin al reinado inmemorial de 'Ciudadano Kane'. 'Vertigo' resultó vencedora en una votación que recoge las opiniones de más ... 800 críticos, programadores de festivales y académicos, dando origen a una polémica un tanto vaga sobre los méritos reales de la obra maestra de Alfred Hitchcock. ¿Es posible elegir la película de la historia? Posiblemente no. Y, llegado el caso, habría que aplicar una metodología que no alcanza a evaluar con precisión los méritos de obras expresadas a través un lenguaje que superpone el rigor de las palabras a imágenes que a menudo se sugieren mediante la abstracción.
Vayamos al extremo opuesto de la lista. Con frecuencia me preguntan cuál es la peor película de la historia, y mi respuesta es casi siempre la misma que en el caso anterior. Ni tan siquiera la aplicación de criterios objetivos en lo relativo a la puesta en escena, el acting, los medios técnicos y la coherencia interna del relato simplifica una criba que suele desembocar en la elección de 'Plan 9 del espacio exterior' (1959). Tim Burton hizo universal a Ed Wood, rescatando la filmografía de un director de referencia para los fans del cine de serie Z, y en cierta manera avivó el interés por descubrir el Santo Grial de las mejores peores películas, una categoría a la que el cine español podría aportar joyas recientes con el potencial cómico de 'Sherlock: Madrid Days', de José Luis Garci, y 'ma ma', de Julio Medem.
Pero hoy no toca hablar de Garci ni de Medem ni de Uwe Boll, es el momento de reivindicar la figura de Tommy Wiseau, un personaje fascinante que hizo realidad el sueño de dirigir y protagonizar su propia ópera prima a las puertas de Hollywood.
Como muchos otros cinefagos de la caspa, hacía tiempo que conocía la leyenda de una película que lleva más de diez años circulando de boca en boca y mano en mano despertando el furor entre una masa de fans que periódicamente se reúne en pases donde la interpretación en vivo de las escenas extraídas del metraje se funde con un ritual análogo al de las representaciones del 'Rocky Horror Picture Show' (un caso similar al de 'Troll 2', de Claudio Fragasso, otro bulto sospechoso rescatado por Michael Stephenson en su documental 'Best Worst Movie'), pero no fue hasta que cayó en mis manos una copia en tinta electrónica de 'The Disaster Artist', de Tom Bissell y Greg Sestero, que descubrí las interioridades de 'The Room', una píldora de felicidad instantánea que deja en simple anécdota los calamitosos rodajes de 'Cleopatra' (Joseph L. Mankiewicz, 1963) y 'Apocalypse Now' (Francis Ford Coppola, 1979).
¿Quién es Tommy Wiseau?
Pero, empecemos por el principio ¿quién **** es Tommy Wiseau? La identidad de Wiseau es un misterio que ha crecido rodeado de especulaciones en foros de 4chan, Reddit o StumbleUpon. El extraño acento de Wiseau -que en lo físico podría resumirse como el cruce aproximado entre un Ian Astbury vigoréxico y el hermano mellizo de Dougray Scott- es uno de los hilos de los que tiró Rick Harper, director de 'Room Full of Spoons' (el título alude a una de los elementos más emblemáticos del atrezzo de la película de referencia), un documental homenaje a 'The Room', estrenado en la pasada edición del Festival Internacional de Cine Cutre de Madrid.
Las teorías más sólidas apuntan a que Wiseau (originariamente Wieczór) es en realidad un inmigrante de ascendentes polacos procedentes de Pozna que hizo una pequeña fortuna con la importación de chaquetas de cuero coreanas y los negocios inmobiliarios a principios de la década de los 90. Fascinado por monstruos de la interpretación como James Dean y Marlon Brando, la torpe, pero voluntariosa asimilación de sus influencias, resulta en una de las técnicas interpretativas más profundas y arrebatadoramente hipnóticas. Wiseau es inimitable, tanto o más que su risa, un soundbite del cine de culto en el que convergen la carcajada de una hiena con el eco de Michael Jackson.
Es difícil comprender qué le llevó a invertir más de 6 millones de dólares en una película independiente cuya filmación se prolongó durante 6 meses en un clima de absoluta incredulidad por parte de las casi 400 personas que formaban el equipo. Decisiones tan alocadas como la de incluir dos unidades de cámara paralelas que hicieron de 'The Room' la primera película filmada en un doble soporte (digital/celuloide), solo se explican atendiendo a la lógica excéntrica y desnortada de un director que sometió al reparto a un proceso de casting que finalizó abruptamente el primer díade rodaje. Actores y actrices suplentes, papeles doblados o intercambiados, el síndrome de Darrin bajo la dirección de una estrella del cine de culto que reúne las personalidades antagónicas de Werner Herzog y Klaus Kinski en un mismo cuerpo, dieron como resultado una joya extraordinaria que deriva de una obra teatral escrita por el propio Wiseau. El gótico sureño de Tennessee Williams reverbera en las entrañas de un drama que dos semanas después de su estreno arañó la triste cifra de 1800 dólares de recaudación (hoy día la película es un negocio rentable gracias a la venta de derechos y Blu-rays). Gracias al empeño de Ross Mourin -un profesor de cine que acertó a describirla como el 'Ciudadano Kane' de las películas malas- y al crecimiento exponencial de un fandom en el que destacan personalidades tan relevantes como Alec Baldwin, Patton Oswalt, Kristen Bell y Michael Cera, 'The Room' entró a formar parte de un circuito en el que cada pase es una celebración.
Para disfrutar 'The Room' hay que dejarse atrapar por la magia de una película que deja a años luz a propuestas tan sofisticadas como 'Adopción peligrosa' (Rachel Goldenberg, 2015), la tv movie con la que Will Ferrell y Kristen Wiig trataron de hacer saltar los límites de la comedia involuntaria; para disfrutarla es imprescindible dejarse llevar por el desarrollo de una trama inconexa de amor fou e infidelidades en la que un torrente de diálogos absurdos se intercala con escenas de sexo al más puro estilo soft core interpretadas por el peor elenco imaginable. A sus infinitos errores de raccord, multiplicados por el efecto de elipsis y panorámicas en las que la cámara muestra postales aleatorias de la ciudad de San Francisco, hay que sumar la sensación de extrañamiento que deriva de su textura de sitcom y de un montaje que suspende la acción en un punto equidistante entre la influencia de David Lynch y el género de la soap opera. Las puertas interdimensionales que conectan los diferentes escenarios de la película (con atención al gran croma de la azotea del edificio en el que transcurre la narración) son toboganes por los que se deslizan personajes absurdos y tramas paralelas de una simpleza que magnetiza al espectador -imposible olvidar la escena en la que Wiseau suplica por el amor de la Salomé despiadada que ha traicionado su corazón-.
De la mano de Tom Bissell y Greg Sestero (coprotagonista de la película), 'The Disaster Artist' nos sumerge en la dinámica de un rodaje del que se descartó una línea de guion alusiva a la condición vampírica del personaje interpretado por Wiseau (el director se frustró ante la imposibilidad técnica de hacer volar un coche vampiro desde el escenario de la azotea), para narrarnos las múltiples peripecias a las que se sometió un equipo ignorante del profundo impacto que causaría 'The Room' en la cultura popular estadounidense. Lo que en principio podría parecer una novela de lectura obligada para los devoradores de miserias ajenas, se descubre como una maravillosa elegía cómica por el alma de un poeta que volverá a las pantallas en la piel de James Franco (llegado este punto es necesario recordar su paso por 'General Hospital'), actor, director y guionista de una adaptación cinematográfica que pretende hacer justicia a una obra maestra de la caspa que dejó su huella imborrable en el horizonte de Hollywood con una valla publicitaria colgada en los márgenes de la mítica Highland Avenue hasta cinco años después de su estreno.
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