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César Coca
Jueves, 14 de abril 2016, 17:07
La querella duró años, incluso llegó a los tribunales: Monty Norman y John Barry se disputaron la autoría del tema central de la banda sonora de las películas de James Bond. La justicia dio la razón al primero, que concibió la idea original, pero quienes conocen con todo detalle el trabajo que a partir de ahí hizo Barry no dudan en atribuir a este la casi totalidad del mérito de una melodía que pasa por ser una de las más célebres de la historia del cine. Tanto gustó a los productores y a quienes vieron el filme que recibió el encargo de realizar la banda sonora de una docena de películas de la serie. Puede que Norman ganara la disputa ante los jueces, pero ¿quién recuerda hoy alguno de sus trabajos? En cambio, John Barry está unido para siempre a un puñado de extraordinarias películas y fue distinguido con cinco premios Oscar.
Su infancia fue una inmersión en el cine y la música. En el séptimo arte porque su padre, que siendo muy joven había trabajado como proyeccionista, fue más tarde propietario de varias salas en la Inglaterra profunda. En la música, porque su madre era profesora de piano y había dado algunos conciertos. El futuro compositor nació en York, el 3 de noviembre de 1933. Allí acudió a la escuela y recibió sus primeras clases de música a cargo del organista titular de la catedral, uno de los más impresionantes edificios góticos de Europa.
La severidad de la música escrita para el órgano no debió de entusiasmar al joven Barry. Durante su paso por el Ejército siguió un curso de trompeta por correspondencia y al acabar sus obligaciones militares fundó un grupo de jazz: The John Barry Seven. Con ellos tocó en clubes hasta que aterrizaron en un programa de la BBC que daba una oportunidad a artistas noveles. De la pequeña pantalla pasó a la grande, con la banda sonora de un filme olvidado. Y, casi de inmediato, la gran oportunidad. Los productores Harry Saltzman y Albert R. Broccoli, que ultimaban el lanzamiento de una película sobre un agente secreto, estaban descontentos con el tema principal que había compuesto Monty Norman. El trabajo de Barry les atraía y le propusieron reelaborar el material. La película era '007 contra el Dr. No' y lo demás ya es historia.
A Barry, las películas de James Bond le dieron fama y dinero, pero la gloria la alcanzó con su trabajo para otros filmes más 'de autor'. Como su música. En este punto, siempre se habla de unas cuantas películas verdaderamente importantes con las que recibió los mayores galardones: 'Nacida libre' (James Hill, 1966), 'El león en invierno' (Anthony Harvey, 1968), 'Memorias de África' (Sydney Pollack, 1985) y 'Bailando con lobos' (Kevin Costner, 1990). Todas ellas recibieron el Oscar; la primera por partida doble, pues se llevó también el correspondiente a la mejor canción.
Nadie duda de la justicia de esos premios, sobre todo los conseguidos por 'Nacida libre' y 'Memorias de África'. Para esta última escribió una melodía inolvidable que acompaña las escenas de amor de la pareja protagonista con el fondo de la sabana. La música tiene una fuerza tal que sustituye a los diálogos: Meryl Streep y Robert Redford se miran y no hace falta que se digan nada. John Barry lo cuenta todo. Su partitura tiene tal fuerza que no desentona ante el más grande: cuando Denis (Redford) hace que, mientras cae la tarde, suene en un gramófono el movimiento lento del 'Concierto para clarinete y orquesta' de Mozart, los espectadores sentimos que la banda sonora del filme está emparentada con esa partitura. En cuanto a 'Bailando con lobos', aunque no pocos críticos apuntan que su trabajo se parece demasiado al de 'Memorias', es de justicia reconocer que es lo único en ese filme que no ha envejecido mal.
Como todos los grandes compositores, Barry colaboró con muchos directores importantes y en casi todos los géneros, pero frecuentó poco el cine histórico, el western y la comedia. Con Francis Ford Coppola recordó su pasión de juventud por el jazz en 'Cotton Club' (1984) y la música popular estadounidense de los cincuenta y los sesenta en 'Peggy Sue se casó' (1986). Se adentró en el drama con 'La jauría humana' (Arthur Penn, 1966), 'Cowboy de medianoche' (John Schlesinger, 1969), 'La calle del adiós' (Peter Hyams, 1979) y 'Frances' (Grame Clifford, 1982); colaboró en el 'remake' de 'King Kong' (John Guillermin, 1976) y en 'thrillers' como 'La semilla del tamarindo' (Blake Edwards, 1974), 'El hombre de Chinatown' (Wim Wenders, 1982) y 'La muerte de Mike' (James Bridges, 1984).
Para un 'film noir' convertido en película de culto, Barry escribió una música extraordinaria. Se trata de 'Fuego en el cuerpo', el debut en la dirección de Lawrence Kasdan (1981) y de Kathleen Turner en la pantalla. Cuenta la historia de un abogado que se gana la vida con pequeños casos y conoce a la seductora esposa de un millonario, quien le pide que mate a su marido. La acción transcurre en Florida, en unos días de insoportable calor húmedo que se traslada hasta el espectador. La música -con evidentes influencias del jazz- subraya esa sensación y refuerza escenas de un perturbador erotismo.
En otras películas de los últimos años de su carrera se enfrentará a unas escenas similares en filmes como 'Una proposición indecente' (Adrian Lyne, 1993) y 'El especialista' (Luis Llosa, 1994). Esta última es una película tan poco memorable que lo único que se recuerda de ella -sobre todo los erotómanos- es una escena de ducha con Sharon Stone y Sylvester Stallone, en la que también suena de fondo la música de Barry.
A finales de los ochenta, el compositor tuvo un grave problema de salud que a punto estuvo de acabar con su vida. Se salvó y volvió a su trabajo pero aunque dio muestras de su gran oficio -a los filmes citados hay que añadir una importante banda sonora para 'Chaplin' (Richard Attenborough, 1992), su última candidatura al Oscar- también empezó a mostrar su desacuerdo con la nueva forma de trabajar en Hollywood. Allí todo era más impersonal y comercial y su estilo cada vez encajaba menos en el aire de los nuevos tiempos. Él había creado unos temas muy identificables, orquestados sobre la base de una sugerente mixtura de viento metal y cuerdas, y se había implicado como muy pocos en el conjunto de la realización de los filmes.
Algunos críticos mordaces apuntan que esa implicación superó con mucho lo artístico. Aluden así a las, al parecer, numerosas relaciones afectivas que tuvo a lo largo de su vida con actrices que participan en las películas o pasaban por allí. La segunda esposa de Barry -estuvo casado cuatro veces- fue una jovencísima Jane Birkin, con la que tuvo una hija y a quien dedica su trabajo en 'Nacida libre'. En los sesenta, siempre según algunos de los especialistas en lo que sucede en los rodajes, el compositor tuvo un 'affaire' con Charlotte Rampling, que trabajaba en 'El Knack y cómo conseguirlo' (Richard Lester, 1965), cuya banda sonora es suya. También con Shirley Bassey, que canta los temas de los primeros filmes de James Bond; con Ursula Andress, protagonista de la más célebrada escena de '007 contra el Dr. No' (los mitómanos sostiene que de toda la serie), Catherine Deneuve y alguna más.
Murió en Nueva York el 30 de enero de 2011, a consecuencia de un ataque al corazón. Los últimos años de su carrera transcurrieron alejados del cine, con incursiones en el musical, la producción discográfica e incluso la composición pura, como la que se recoge en el disco 'Eternal Echoes' (sello Decca), una verdadera joya.
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