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'Todos queremos algo', una disección del paso a la madurez.
Aquella maravillosa juventud

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Richard Linklater vuelve a embriagarse de nostalgia en 'Todos queremos algo' para ilustrar un verano de 1980 plagado de apuntes autobiográficos

Josu Eguren

Jueves, 30 de junio 2016, 18:17

28 de agosto de 1980, el final del verano. 'My Sharona' suena a todo volumen a través de los altavoces de un Oldsmobile 442 del 68 conducido por un veinteañero que enfila su primer año universitario (en la misma recta pero en sentido opuesto al ... de los protagonistas de 'Two-Lane Blacktop', de Monte Hellman). La escena entronca con la última imagen de 'Boyhood', pero es también un puente hacia la memoria de 'Movida del 76', la película por la que Richard Linklater fue coronado con el título oficioso de rey del indie americano. En 'Todos queremos algo', el director de la trilogía de Jesse y Celine vuelve a embriagarse de nostalgia y recuerdos de inspiración truffautiana para ilustrar un corto período plagado de apuntes autobiográficos (véase 'Inning by Inning: A Portrait of a Coach'), la cuenta atrás antes del inicio de la pretemporada para un grupo de jugadores de béisbol becados por Universidad de Texas. No hay trama, tesis, nudo ni desenlace, solo bocados de ficción a las vidas de un puñado de adolescentes obsesionados con apurar sus últimos días de barra libre, juergas y desenfreno antes de dar los primeros pasos hacia un futuro incierto. Ajenos a la taxonomía que bautizó a los personajes de 'Slacker' (1991) como la Generación X, y sedientos de nuevas experiencias, alcohol, música, pipas de marihuana y escarceos sexuales.

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