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Josu Eguren
Jueves, 30 de junio 2016, 18:17
28 de agosto de 1980, el final del verano. 'My Sharona' suena a todo volumen a través de los altavoces de un Oldsmobile 442 del 68 conducido por un veinteañero que enfila su primer año universitario (en la misma recta pero en sentido opuesto al ... de los protagonistas de 'Two-Lane Blacktop', de Monte Hellman). La escena entronca con la última imagen de 'Boyhood', pero es también un puente hacia la memoria de 'Movida del 76', la película por la que Richard Linklater fue coronado con el título oficioso de rey del indie americano. En 'Todos queremos algo', el director de la trilogía de Jesse y Celine vuelve a embriagarse de nostalgia y recuerdos de inspiración truffautiana para ilustrar un corto período plagado de apuntes autobiográficos (véase 'Inning by Inning: A Portrait of a Coach'), la cuenta atrás antes del inicio de la pretemporada para un grupo de jugadores de béisbol becados por Universidad de Texas. No hay trama, tesis, nudo ni desenlace, solo bocados de ficción a las vidas de un puñado de adolescentes obsesionados con apurar sus últimos días de barra libre, juergas y desenfreno antes de dar los primeros pasos hacia un futuro incierto. Ajenos a la taxonomía que bautizó a los personajes de 'Slacker' (1991) como la Generación X, y sedientos de nuevas experiencias, alcohol, música, pipas de marihuana y escarceos sexuales.
Pese a que el tono de 'Todos queremos algo' es jovial, efervescente y festivo, en sus breves tiempos muertos se detecta la perplejidad de unos jóvenes que se encuentran a las puertas del mundo adulto, donde se toman decisiones que les marcarán de por vida y no existe un manual de instrucciones que corrija los defectos de la mecánica de prueba y error. Toda esta incertidumbre quedaba perfectamente reflejada en la letra de 'Town Without Pity', de Gene Pitney, el tema elegido por Linklater para contextualizar su adaptación de 'SubUrbia' (1996), una exitosa obra teatral de Eric Bogosian que guarda extraordinarias similitudes con 'Clerks' (1994), de Kevin Smith.
«Cuando se es joven y se está tan enamorado como nosotros,
y desconcertado por el mundo que nos rodea [...]
La nuestra no es una edad fácil.
Somos como tigres enjaulados. [...]
Antes de que este planeta
de arcilla y granito se derrumbe.
Acepta estos labios deseosos
y abrázame rápido. [...]»
Gene Pitney. (1968). Town Without Pity. Album: Hairspray.
Imitando el modelo inaugurado por 'Movida del 76' (1993), en la que estableció un marco espacio temporal perfeccionado y estilizado por 'Antes del amanecer' (1995), Linklater filma a contrarreloj del inicio del calendario académico, en los estertores del estío, un tiempo en el que los atletas bautizan a los novatos en una serie de bárbaros rituales iniciáticos. La toma de contacto con el grupo, una tribu adolescente de deportistas en celo que verbalizan descaro y autoconfianza para disimular sus inseguridades fascina a la cámara mientras Linklater aplica pequeñas pinceladas que profundizan en el corazón de unos caracteres camuflados bajo una gruesa capa de hedonismo y superficialidad. Tomando el relevo del veterano seductor interpretado por Matthew McConaughey en 'Movida del 76', Glen Powell convierte a Finnegan en uno de los personajes más carismáticos en la filmografía de Linklater, plenamente identificable en los diálogos y reflexiones de Wyatt Russell con los que el director se afianza en el discurso filosófico de 'Slacker' (1991) y 'Waking Life' (2001).
Lo fácil sería definir 'Todos queremos algo' como un calculado juego de equidistancia entre 'Verano del 42' (Robert Mulligan, 1971) y 'Desmadre a la americana' (John Landis, 1978), hurgar en la intrascendencia de la contraparte femenina, o denunciar lo accesorio de escenas de recreo que no impulsan la narrativa en ninguna dirección, ignorando los rasgos que caracterizan el cine de Linklater, más interesado en la vida como una sucesión de instantes, rutinas y transiciones; sueños enlazados por una cadena que se disuelven los unos en los otros. 'Todos queremos algo' es un conjunto de episodios vitales que bascula entre lo puramente banal y la reflexión, una comedia generacional en la que el pathos deriva de la asimilación de experiencias que cristalizan en el lema elegido por Linklater para poner puntos suspensivos a la historia de un joven adulto que tiene el futuro en sus manos: 'Frontiers are where you find them' (Las fronteras están donde las encuentras / tómatelo con calma).
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