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Jackie Chan en la película 'El mito'.
El dragón en la casa del león dorado

El dragón en la casa del león dorado

El brutal crecimiento del mercado cinematográfico chino, que ha escalado del octavo al segundo puesto, amenaza al circuito estadounidense con un sorpasso para 2017

Josu Eguren

Jueves, 8 de septiembre 2016, 19:13

Cuando el pasado seis de septiembre se anunció la entrega del Oscar honorífico al actor, productor, director y guionista Jackie Chan (un mérito compartido con la montadora Anne V Coates, el director de casting Lynn Stalmaster y el veterano documentalista Frederick Wiseman), muchas voces celebraron una decisión que se ha interpretado en virtud al tardío reconocimiento oficial de su figura como icono planetario, en una nueva etapa en la que Hollywood trata de responder con golpes de efecto a las críticas que han afeado el reiterado desprecio de los académicos hacia las minorías étnicas.

Lo que les propongo es mirar más allá de los méritos individuales del segundo actor mejor pagado del mundo (según datos de la revista Forbes, en 2015 ingresó 50 millones de dólares, batiendo a superestrellas como Vin Diesel, Adam Sandler o Tom Cruise, desde un escalón inmediatamente inferior al que ocupa Robert Downey Jr.), para tratar de comprender qué otros intereses políticos y comerciales han precipitado el ingreso del protagonista de 'Shangai Kid' en el Olimpo de la Academia.

El brutal crecimiento del mercado cinematográfico chino, que en poco menos de seis años ha escalado del octavo al segundo puesto amenazando al circuito estadounidense con un sorpasso que los analistas prevén que se concrete a mediados de 2017, está mediatizando de tal forma la política comercial de los grandes estudios norteamericanos que ni siquiera las agresivas medidas proteccionistas del gobierno de Xi Jinping han conseguido aplacar la tentación de las majors de reclamar su parte de un botín que en 2015 engrosó la astronómica cifra de 6780 millones de dólares, previo incremento del 48,7% respecto al ejercicio anterior. Con 1850 millones de espectadores potenciales, una clase media cada vez más amplia y asentada, y grandes poblaciones de la China rural regularizando su acceso a formas de ocio desconocidas para muchos ciudadanos nacidos en los estertores de la Revolución cultural (1966-76), el mercado chino está experimentando un boom que se refleja en las casi 22 salas que se inauguran a diario en el país continente, para un total de 31.882 pantallas, por 40.759 en los Estados Unidos (datos de 2015). A este fenómeno han contribuido de manera esencial los blockbusters americanos que compiten en condiciones de desigualdad con producciones locales como 'The Mermaid' (la película china más taquillera de la historia, con casi 554 millones de dólares de recaudación) o 'Monster Hunt'.

Pese a las llamadas de atención de la Organización Mundial de Comercio, que en 2009 sancionó las políticas restrictivas de la República Popular, en China sigue vigente un sistema de cuotas que fue bendecido a regañadientes por la Administración Obama en 2012 a través de la firma de un convenio quinquenal donde se contemplan auditorías externas como medida de control a las sospechosas cifras de recaudación aportadas por los exhibidores chinos. Tras la mediación del entonces vicepresidente Joe Biden, las autoridades del régimen comunista aceptaron elevar de 20 a 34 el tope anual de películas hollywoodienses con derecho a estreno en el país asiático (de las cuales 14 deben estar rodadas en 3D, IMAX u otros formatos tecnológicos), con un incremento sustancial en el porcentaje para los distribuidores americanos, que creció 10 puntos para situarse en el 25% (todavía muy lejos del 50%, que es la media que se maneja en los caladeros occidentales). Pese a las desventajas (la ley establece que dos tercios de la cuota de pantalla tienen que corresponder a filmes nacionales, y que las películas extranjeras no pueden permanecer más de 30 días en cartelera) que se suman al boicot sistemático del gobierno chino a todos los productos que amenazan la identidad cultural de la República (es frecuente que las autoridades nieguen permisos de importación a títulos destacados con ocasión de las temporadas de máxima audiencia, o que obliguen a varios blockbusters a enfrentarse en un mismo fin de semana para mermar sus cifras de recaudación) el gigante oriental es presente y futuro para los grandes estudios que han enjugado las pobres cuentas de resultados de proyectos como 'Warcraft' (220 millones de dólares en China, frente a los 47 en EE UU) o 'Terminator: Genisys' (113/90) gracias a su espectacular rendimiento en el mercado asiático, donde 'pincharon' títulos como 'Star Wars: El despertar de la Fuerza' o 'Guardianes de la galaxia'.

'El fugitivo', el primer estreno

'El fugitivo', de Andrew Davis (1994), fue la primera película norteamericana estrenada comercialmente en China en un intento de revitalización de la industria cinematográfica, severamente castigada por el desinterés del público hacia los filmes de propaganda oficial.

Existen muchos interrogantes, y una patente inseguridad jurídica que obliga a las majors a caminar con pies de plomo para evitar contratiempos derivados de las decisiones arbitrarias de los órganos de censura oficial (el propio Jackie Chan se quejó de la dureza con la que los censores castigan a las producciones locales durante la entrega televisada de los quintos premios del Sindicato de Directores chinos, en 2014): las escenas de contenido sexual, violencia, religión, superstición, pseudociencia, o cualquier personaje o situación que vulnere la buena imagen de la sociedad o el gobierno chinos son susceptibles de recibir tijeretazos como los que experimentó el remake de 'Karate Kid' (un tibio eco de los castigos que sufrieron Sony Pictures, MGM y Walt Disney Studios a finales de la década de los 90 por su participación en producciones como 'Siete años en el Tíbet', 'El laberinto rojo' y 'Kundun') motivo por el cual las películas calificadas para adultos por la MPAA (Asociación Cinematográfica de América) ni siquiera se plantean el salto al circuito asiático (véase 'Deadpool'). Pero la hipotética recompensa resulta tan jugosa, y las perspectivas de mejora tan cercanas y plausibles (los espectadores chinos van al cine una media de 0,8 veces al año, frente a las 3,87 veces de sus vecinos surcoreanos) que los estudios americanos han multiplicado su presencia en producciones mixtas, lo que les permite burlar la política de cuotas y obtener porcentajes que se elevan hasta el 43% de los ingresos brutos por taquilla. Los acuerdos de coproducción deben ser sancionados por la Administración general de prensa y publicaciones, que impone condiciones que van desde la presencia de actores chinos en los repartos, a la filmación en platós o escenarios locales pasando por la participación de empresas chinas en hasta del capital total de los proyectos a estudio, lo que explica la frecuencia con la que franquicias como 'Ahora me ves', 'James Bond' ('Skyfall') o 'Transformers' ('La era de la extinción') han elegido China como destino preferente.

Capítulo aparte merecen grandes nombres del star system oriental como Donnie Yen ('xXx: Reactivado'), Daniel Wu ('Warcraft') o Bingbing Li ('Transformers'), desconocidos para la gran mayoría del público occidental pese a que iconos asiáticos de la talla de Bingbing Fan (vista recientemente interpretando a Blink en 'X-Men: Apocalipsis') se codean con Scarlett Johansson, Jennifer Lawrence y Angelina Jolie en los primeros puestos de las listas de actrices mejor pagadas del mundo. La creciente nómina de actores chinos en superproducciones americanas (recordemos a pioneros como Chow Yun-Fat, que llegó a Hollywood en los años 90 de la mano de Antoine Fuqua) va más allá del detalle anecdótico: no se trata de una mera concesión a los caprichos del oficialismo, los estrellas asiáticas sirven como reclamo y gancho comercial para un público que reconoce su presencia en taquilla.

Edad dorada del cine chino

En esta nueva edad dorada del cine chino (espoleada por una batería de leyes estatales que por medio de subvenciones y exenciones fiscales están plantando la simiente de una poderosa industria audiovisual), los estudios de Hollywood aportan los nutrientes del know how a una relación simbiótica que en casos como el de Legendary Entertainment ('Batman Begins', 'Pacific Rim', 'Godzilla'...) han culminado en la absorción por parte del Dalian Wanda Group. El músculo financiero de Wanda, buque insignia del conglomerado inmobiliario propiedad del multimillonario Wang Jianlin (el hombre más rico de China), ha provocado una serie de sacudidas en el panorama internacional con movimientos como la compra de la cadena AMC Theaters (que a su vez se ha hecho con el control de la británica Odeon, propietaria de la cadena Cinesa en España) y el anuncio de la futura inauguración de los que serán los mayores estudios cinematográficos del mundo en la ciudad de Qingdao, a partir de 2018 (con una inversión prevista que rondará los 4900 millones de dólares). Libres del yugo de las restrictivas leyes antimonopolio norteamericanas, las megacorporaciones chinas pueden concentrar y alinear los procesos de creación, distribución y exhibición de contenidos audiovisuales siempre bajo la supervisión de la China Film Group Corporation, una compañía estatal que ejerce el monopolio en todo lo referente a la coproducción de filmes extranjeros (sus siglas se dejan notar en los créditos de 'La gran muralla', el blockbuster dirigido por Zhang Yimou que pondrá a Matt Damon al frente de una aventura de proporciones épicas).

La carrera de Jackie Chan merece el reconocimiento infinito de la industria, pero ignorar que el Oscar sirve como pieza de un ajedrez en el que se juegan intereses multimillonarios sería pecar de cierta ingenuidad.

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