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Richard Addinsell.
Richard Addinsell, al triunfo por la imitación
Claves sonoras

Richard Addinsell, al triunfo por la imitación

El compositor londinense cosechó su mayor éxito con un concierto para piano en el estilo de Rachmaninov para el filme ‘Aquella noche en Varsovia’

César Coca

Jueves, 13 de octubre 2016, 17:21

La Segunda Guerra Mundial, como casi todos los conflictos bélicos desde la invención del cine, originó muchos filmes de claro tono propagandístico. La mayoría de ellos no merecen una revisión porque el tufillo que desprenden se hace insoportable. Hay otros, en cambio, que se salvan por las interpretaciones, el guión, la personalidad del director o... la música. Es exactamente el caso de Aquella noche en Varsovia (Brian Desmond Hurst, 1941), la historia de un pianista y compositor polaco que se enrola como piloto, se marcha a Londres en los primeros meses del conflicto y luego quiere volver a su país para combatir a los alemanes. El guión (firmado entre otros por Terence Young, que luego dirigió varias entregas de la serie James Bond) es bastante previsible, la dirección carece de relieve, los intérpretes han sido olvidados y lo que permanece de ese filme es la banda sonora. Más en concreto el concierto para piano que el compositor está escribiendo y que él mismo interpreta. Y esa partitura la firma Richard Addinsell.

Lo curioso del asunto es que Richard Addinsell (Londres, 1904-Brighton, 1977) no era la primera opción de los productores para componer la banda sonora. En realidad, ni siquiera deseaban una música original para su filme porque querían que el protagonista intepretara el Concierto para piano y orquesta Nº 2 de Rachmaninov, estrenado en 1901 y que gozaba de una enorme popularidad. Sin embargo, esta obra hubo de ser descartada por un problema de derechos de autor. Entonces, trataron de convencer al compositor ruso que en los primeros días de la Revolución se había exiliado y vivía la mayor parte del tiempo en Beverly Hills para que escribiera una pieza para el filme. Tampoco lo lograron. Fue en ese momento, y no antes, cuando volvieron sus ojos hacia Addinsell, que había escrito unas interesantes bandas sonoras para Adiós, Mr. Chips (Sam Wood, 1939) y Luz de gas (Thorold Dickinson, 1940; no confundir con Luz que agoniza de George Cukor, a partir de la misma obra teatral de Patrick Hamilton).

Pocas veces un compositor habrá recibido una instrucción tan precisa: el concierto que debía escribir para el filme tenía que recordar el Nº 2 de Rachmaninov. Y así lo hizo. Addinsell escribió una pieza de concierto (la orquestación corrió a cargo de Roy Douglas) en un solo movimiento y de unos diez minutos de duración. Demasiado breve para ser un concierto convencional (aunque los hay no mucho más largos, como el de Rimski-Korsakov, que apenas llega a los catorce minutos), pero espectacular e intenso, con la dosis precisa de virtuosismo para que el solista se luzca y los oyentes disfruten como si de unos fuegos artificiales se tratara. El resultado superó con creces las expectativas: aunque se incluye poco o nada en los programas de temporada de las orquestas sinfónicas, ha sido grabado un centenar de veces y se han vendido más de tres millones de copias de esas grabaciones.

En el momento de recibir el encargo, Addinsell tenía 36 años y vivía en Estados Unidos, donde había empezado a hacerse un nombre. Todo un logro porque su formación había sido más bien precaria: después de varios años de educación en el hogar, ingresó en Oxford para estudiar Derecho, pero lo dejó muy pronto. Luego se matriculó en el Royal College of Music de Londres, del que se marchó dos años más tarde sin conseguir tampoco título alguno. Sin embargo, Addinsell tenía un talento natural para la melodía que los críticos incluyen en un postromanticismo muy al estilo de Vaughan Williams, Bliss e incluso Elgar. Hay una dignidad en su música, un porte severo y al tiempo cálido, que lo emparenta con todos ellos.

Después de Aquella noche en Varsovia trabajó en alrededor de 40 títulos más para el cine y la TV. Como sucedía muchas veces en esa época, los estudios para los que trabajó destruyeron parte del material porque se consideraba que nadie estaría interesado nunca en disponer del mismo para su interpretación en una sala de conciertos. El hecho de que Addinsell no fuera distinguido con el Oscar también influyó en ese olvido de no pocas de sus partituras.

Muchas de las películas en las que colaboró han sido pasto del olvido. Muchas pero no todas:ahí están Cuento de Navidad (Brian Desmond Hurst, 1951), Historia de dos ciudades (Ralph Thomas, 1958) ambas sobre relatos de Dickens, La primavera romana de la Sra. Stone (José Quintero, 1961, sobre una obra de Tennessee Williams) y, sobre todo, El príncipe y la corista (Laurence Olivier, 1957, con Marilyn Monroe). Seguramente no es casualidad que la mayor parte de estas películas sean de tema inglés.

Con ninguna de esas partituras alcanzó un éxito semejante al del Concierto Varsovia, como se conoce la pieza en torno a la que gira Aquella noche en Varsovia. No hace mucho tiempo se supo que los derechos de autor de la obra fueron cedidos por Addinsell a la familia de Jilly Cooper eran vecinos en agradecimiento a la discreción que mantuvieron sobre la relación entre el compositor y el modisto Victor Stiebel.

Vídeos

'Aquella noche en Varsovia'

'El príncipe y la corista'

'Historia de dos ciudades'

'La primavera romana de la Sra. Stone'

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