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Peter Falk y Gena Rowlands, en el rodaje de 'Una mujer bajo la influencia'.
'Una mujer bajo la influencia', un viaje al fin de la convivencia

'Una mujer bajo la influencia', un viaje al fin de la convivencia

La película de Cassavetes es una de las joyas del llamado cine independiente cuando la etiqueta tenía su razón de ser y estaba fundamentada en una postura ética y formal al margen de la industria

Guillermo Balbona

Jueves, 10 de noviembre 2016, 20:20

Retrato de mujer. Profunda disección emocional. En femenino singular, sin descuidar el entorno y los reflejos corales, estamos ante una de las joyas del llamado cine independiente cuando la etiqueta tenía su razón de ser y estaba fundamentada en una postura ética y formal al margen de la industria. Uno de sus adalides, el actor John Cassavetes, desembarcaba a tumba abierta en la dirección tras dos precedentes con esta mirada desafectada, teñida de sinceridad y con una vocación de estilo desnuda y abierta, entre la acumulación de sensaciones y una cámara radical en su uso de los primeros planos y en la creación de una atmósfera asfixiante y elocuente en su sentimentalidad. 'Una mujer bajo la influencia' es casi una obra de cámara sin retórica, directa, emocionalmente abrupta, que perfila las aristas y refugios, contrastes y fugas de un ama de casa inestable, febril en su expresividad emocional, que está al borde de la locura.

John Cassavetes describe casi como un entomólogo a esa familia que vive asomada al abismo de la desestructuración. Curiosamente sería el hijo de cineasta, Nick, el que retomó más de dos décadas después un escenario similar para rodar su filme 'Volver a vivir'. Pero el cineasta de 'Así habla el amor' y 'Maridos' imprime una fuerza primigenia a este retrato de sentimentalidad que sube y baja por los estados emocionales de una mujer encarnada por su musa, Gena Rowlands, con pasión. Una actriz inmensa que aquí deja una de esas huellas sublimes de la interpretación, como sucediera años más tarde con 'Gloria' del propio Cassavetes. A medio camino entre el drama psicológico y el retrato cotidiano de un ecosistema familiar amenazado desde su propia identidad, 'Una mujer bajo la influencia' es el viaje al fin de la noche de la convivencia, el conflicto y la convulsa inmersión en los límites y las fronteras de las emociones. En su origen fue un texto teatral que la propia actriz pidió a Cassavetes. Pero la ambición de las tres historias concebidas y entrelazadas y sus dificultades para su representación en Broadway se transformaron en un guión sintetizado, destinado a ser protagonizado en la réplica masculina por Ben Gazzara, finalmente sustituido por Peter Falk, el popular y televisivo Colombo, otro de los habituales en el equipo del cineasta.

A través de escenarios reducidos, sin descender a lo teatral, medios limitados, mirada amateur, con una fijación en los actores casi obsesiva, Cassavetes no se rindió ante los sucesivos problemas de financiación, laborales y de exigencia personal que fueron surgiendo durante los casi setenta días de rodaje y un material que sobrepasó las cuatro horas. Cassavetes, en un ambiente convulso, fue superando dificultades y prácticamente se autofinanció el filme además de forzar estrenos y campañas y consolidar su propia distribución. Nunca tuvo el apoyo abierto de la crítica y, como en tantos otros casos, Martin Scorsese reclamó una mirada sobre 'Una mujer bajo la influencia' en el Festival de Nueva York. Luego sí obtendría progresivamente el éxito de público. Las soprendentes nominaciones a los Globos de Oro y los Oscar para actriz y director y la taquilla permitieron a Cassavetes prolongar su carrera de cineasta, paralela a la de intérprete, y financiarse sus dos siguientes proyectos. Aunque vista hoy quizás haya perdido parte de su encanto transgresor, la película mantiene su fuerza e intensidad, una energía sutil a la hora de describir el universo de una mujer que vive la batalla de la privacidad, de la realización personal, del deseo de libertad y de una realidad llena de frustraciones y presiones.

Aunque en ocasiones parece vencer esa mirada experimental, la de cámara en mano, la de la imagen descuidada y la de la insistente intromisión en los rostros, continúa triunfando esa declaración de amor al cine que contiene el filme. Porque destila una sinceridad extraña y la certera sensación de que se rodó uno de esos documentos únicos, imperecederos. Iconoclasta y complejo, Cassavetes creció entre el underground y lo artesanal y experimental, siempre augurando la disolución de Hollywood. El cineasta neoyorquino, que plasmó en 'Sombras' una especie de manifiesto fundacional, apoyado más tarde en los tour de force de su actriz y esposa, Gena Rowlands, sin concesiones, destacó por la autenticidad de su apuesta. La descripción del escenario casi único, esa casa suburbana en la que crece el desarrollo dramático, fija su apasionada realización en torno a los problemas de la mujer contemporánea, pero también a la catarsis de una sociedad enredada en sus contradicciones y modos de vida. Su realismo feroz, exento de hipérboles dramáticas, es un paseo convulso por lo cotidiano donde la aparente locura e inadaptación se extienden al personaje masculino, manifestado de otro modo, y al propio entorno. Una disección de las relaciones de pareja, de los sentimientos y de esos hechos aparentemente pequeños que van solapándose hasta conformar el hábitat de la convivencia.

Cassavetes nunca tiene prisa. No acelera los tiempos dramáticos y todo el retrato de Rowlands es un tempo psicológico sobre la personalidad que mide la temperatura emocional del resto. Los silencios, los gestos, las miradas son tan importantes como los diálogos triviales. Los planos cerrados, los rostros, el descuido formal aparente, la subordinación de lo técnico a lo puramente humano, ese constante pulso de lo íntimo elevan la sutileza de estilo de un cineasta que busca la ceremonia de la vida en su estado más puro. Las fronteras diluidas entre personaje y persona, el viaje continuo de lo artificial a lo natural y viceversa, la intensidad vital del retablo doméstico sobresalen con idéntica intensidad a ojos de hoy. Fuera de foco, bajo un concepto extraño de la improvisación, este microcosmos de mujer, de un realismo genuino, desvela la vuelta de tuerca sobre un espíritu libre. Como invitados inesperados nos colamos en la casa y miramos. El que quiera juzgará. Lo primero es la función del cine.

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