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Liam Neeson en 'Silencio'.
Scorsese recupera la fe

Scorsese recupera la fe

Monaguillo y seminarista, el director italoamericano ha abordado la culpa y la redención católicas a lo largo de su filmografía. En 'Silencio' hace las paces con Dios

Oskar Belategui

Jueves, 1 de diciembre 2016, 18:52

Scorsese siempre se ha mantenido fiel a unas obsesiones que ya inspiraron su tercer largometraje, 'Malas calles', en 1973: la fe religiosa y un acusado sentimiento de culpa. "La iglesia y el cine eran los dos únicos sitios a los que mis padres me dejaban ir", ha reconocido en alguna ocasión el director, al que, de niño, le atraía tanto la iconografía católica y la liturgia dramática de la misa que acabó metido a monaguillo. Asmático desde los tres años, fue un chaval solitario cuyo destino no estaba en las bandas mafiosas de Little Italy. Porque en aquel mundo solo se iba para cura o para golfo.

Durante mucho tiempo fantaseó con la primera idea, animado por la admiración que sentía por un sacerdote italo-americano al que ayudaba en misa. Fue un mentor con el que compartía la pasión por el cine y que le enseñó las primeras nociones sobre la gracia y la redención, dos conceptos clave en su filmografía. Scorsese estudió en el seminario de la archidiócesis de Nueva York y como no fue aceptado en la universidad católica de Fordham acabó en la de Nueva York, donde ya desechó definitivamente la idea de vestir alzacuellos.

"Los pecados no se expían en la iglesia, sino en la calle", le dice su confesor a Charlie (Harvey Keitel) en 'Malas calles'. Su penitencia consiste en rezar diez padrenuestros y otros tantos avemarías. Arrodillado en la iglesia, se considera indigno de "comer la carne y beber la sangre de Cristo". Después de 'Malas calles' vendrían 'Taxi driver', 'Toro salvaje', 'Uno de los nuestros', 'Casino'... Crónicas de redención y gracia en las que su autor observa con mirada de etnólogo a taxistas alucinados, púgiles en calvario y gánsteres con prejuicios burgueses.

Un cine ruidoso y frenético, casi histérico, a imagen de la vida americana que refleja. No hay un solo plano inútil ni un desfallecimiento en la rabiosa energía de estas obras maestras con una cámara siempre en movimiento, que se mete por todas partes al servicio de un estilo heteredoxo y visceral. En sus personajes siempre late la idea de purgar la culpa por sus pecados mediante el sufrimiento. Como Jake La Motta en 'Toro salvaje', que se duele en el ring como un mártir en la cruz. El filme termina con una cita del 'Evangelio de San Juan', en la que los fariseos interrogan a un hombre que ha sido curado de su ceguera: "No sé si será o no un pecador, lo único que sé es que antes era ciego y ahora veo".

En 1988, Scorsese y su guionista Paul Schrader un calvinista torturado por los mismos conflictos de fe adaptan la novela de Nikos Kazantzakis 'La última tentación de Cristo'. "No es una película hecha por un teólogo, sino por un cristiano que quiere hablar con Dios", advierte el cineasta en el Festival de Venecia. Un "acto de fe" en el que el director quiso acercar la figura del Mesías a espectadores no religiosos. "Existen muchísimas películas sobre el Cristo de los Evangelios", sostenía Scorsese. "Pero a mí me interesaba llevar hasta el final un aspecto determinante y sobrecogedor: El verbo se hace carne".

'La última tentación de Cristo' es, sin duda, la película religiosa que mayor escándalo ha provocado en las últimas décadas. Los obispos llamarón a boicotearla en toda Europa y grupos de católico se manifestaban a la puerta de los cines. Un incendio provocado en una sala en París se saldó con diez heridos. En Pamplona, los cines Golem recibieron una querella para paralizar su proyección. A juicio de los denunciantes, el argumento tenía "carácter delictivo" por falsear "la realidad" de la historia sagrada y de los Evangelios. Mostraba un Jesús "cobarde, miedoso y blando", por no hablar de las escenas de contenido sexual con María Magdalena, "una burla ultrajante".

Hasta Universal, distribuidora del filme, recibió una oferta de diez millones de dólares si quemaba el negativo de la película. No es de extrañar que Scorsese haya tardado casi treinta años en volver a abordar una temática religiosa, si exceptuamos 'Kundun', en el que este "católico fracasado" descubrió la no violencia del budismo, "la religión de la compasión y la tolerancia". Aquella peripecia humana del último representante de Buda en la tierra, el decimocuarto Dalai Lama, se quedaba en la postal turística, lejos de los infiernos de la culpa a los que acostumbra a descender el autor de 'El cabo del miedo'.

Excelente promoción

El pasado miércoles, Scorsese era recibido en el Vaticano por el papa Francisco en lo que no es sino una sobresaliente manera de promocionar su último largometraje. 'Silencio' narra la epopeya de dos misioneros jesuitas que viajan a Japón en la segunda mitad del siglo XVII, cuando los cristianos eran perseguidos y torturados. Adam Driver y Andrew Garfield se aventuran en el país feudal en busca de su mentor (Liam Neeson), del que sospechan que ha perdido la fe. De nuevo una historia de sacrificio, basada en una novela de Shusaku Endo, uno de los más celebrados escritores japoneses del siglo XX.

'Silencio', que se estrenará en España el 5 de enero, suena como uno de los largometrajes contendientes en los Oscar. El encuentro con Francisco, jesuita como los protagonistas, ha ido acompañado de proyecciones en el Vaticano y no es de esperar que el escándalo acompañe este nuevo acto de fe de Scorsese. Después de todo, Gore Vidal le dijo una vez que, al final, había cumplido su sueño de ser cura y gángster: ser director de cine reúne ambas facetas.

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