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Guillermo Balbona
Jueves, 22 de diciembre 2016, 10:33
Barbara Stanwyck y Fred McMurray, la futura pareja de 'Perdición' -la obra maestra de Billy Wilder-, coincidieron antes en una comedia romántica de trasfondo navideño con sus equívocos y gotitas de amargura y crítica social. Una acusación de robo, repudios y afectos familiares, azares y sueños. 'Recuerdo de una noche' destila encanto y sutil empatía. Dan ganas de abrazarla. Pero afortunadamente la obra de Mitchell Leisen se escapa de esa atmósfera desmayada y algo ñoña, blanda en su concepción de lo entrañable, que poseen algunas películas de Frank Capra, entre la fábula humanista y lo ejemplarizante y cierto buenismo.
Es verdad que Leisen siempre ha sido juzgado y destacado en función de las historias que abordó, escritas por guionistas tan excelsos como Billy Wilder y Preston Sturges. Este último precisamente firma esta comedia melodramática de ambiente navideño vertebrada por los vínculos entre un fiscal y una convicta. Pero esa simplificación es injusta. El cineasta de 'Una mujer en la penumbra' y 'El pirata y la dama' siempre dejaba un halo de elegante sencillez al tratar los perfiles de sus criaturas y de exquisitez en su tratamiento formal.
Sustentado en interpretaciones magníficas, fruto de una dirección de actores exquisita, con esa mezcla de ironía, ácida familiaridad y sabiduría para crear un hábitat acotado por una puesta en escena de excelencia, el filme transmite la sensación de estar meciendo al espectador en una melancólica y agridulce navegación sobre la condición humana, los roles sociales y los tópicos desbrozados por el destino. Tal es así que lo costumbrista y los buenos sentimientos que envuelven la apuesta sufren una disección sutil y eficaz por la mirada del cineasta.
Todo es refinado en este juego de apariencias, paisaje familiar y redención. En realidad es una pequeña historieta de amor con postal navideña dentro, entre la dulzura y la compasión, pero con más inteligencia que sentimiento. Su sabor antiguo pero sin fecha de caducidad se traduce en el aliento de un pequeño clásico al que conviene abrir la ventana de vez en cuando. Frente a la hipérbole y la acumulación de prótesis narrativas de gran parte del cine de hoy, un filme como 'Recuerdo de una noche' impone su capacidad de síntesis y su mirada límpida, sus ganas de contar y sus destreza para manejar la ficción.
El dominio de Leisen dentro del trillado terreno de la comedia romántica discurre con habilidad en esta especie de cuento, antecedente a su manera de 'Pretty woman', en un juego de contrastes entre amantes, aquí representado por la ratera y el hombre de leyes. Hay escenas de gran emotividad y sensibiidad y maestría en la puesta en escena en torno a situaciones de intimidad y metáforas en espejos y objetos. Todo ello salpicado con esos extraordinarios planos de una de las actrices con mayor personalidad visual de la historia: Barbara Stanwyck que aporta miradas románticas y dota de delicadeza a los momentos de mayor intensidad.
El desarraigo y la falta de amor, cierta marginalidad también están presentes en este mosaico habitado por atractivos personajes secundarios, caso de las encarnaciones de Beulah Bondi y Elizabeth Patterson, y una devoción por la miscelánea de géneros que ensombrece a esos híbridos cargados de artificios del presente. La labor del defensor, el fiscal, la acusada, la fianza, la sombra de la celda, pasado, presente y futuro condensados en varias escenas sutiles que incluso en sus fragmentos de viaje por carretera no eluden la comicidad 'screewall'. El juicio, lo jurídico, el descubrimeinto y al amor, las leyes del hombre y las de la vida entrelazadas en escenas deliciosas, en un enredo navideño de adornos románticos de simpática mirada.
El cineasta de 'Medianoche' y 'Si no amaneciera' agita sentimientos y emociones sin estridencias y, aunque sus guionistas renegaran en ocasiones de su estilo, conjuga y empapa el filme de una frescura resultado de ese paso sutil entre la comicidad espontánea, los diálogos inteligentes y una suave capa melodramática. El director de 'La vida íntima de Julia Norris' logra emocionar, subraya la empatía entre los actores y, sobre todo, crea una breve sinfonía de imágenes que destacan precisamente y paradójicamente por lo contrario de lo que hoy es norma: sobriedad, sencillez y autenticidad. Hay amparo y complicidad en muchos de los subtextos. El cineasta de 'Mentira latente', en el que se transparenta la influencia como Lubitsch, se regodea en los fracasos y en los contrastes familiares, en las renuncias y querencias. Exenta de afectación, atravesada por un naturalismo delicado, la película solapa y juega con el intimismo y ese aire de libertad que se filtra entre los pliegues de una comedia con sutiles expresiones de luz humana.
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Javier Bienzobas (Gráficos) y Bruno Parcero
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