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Oskar Belategui
Jueves, 16 de febrero 2017, 20:08
Bigas Luna se fabricó un personaje de bon vivant ilustrado y hedonista, que alimentaba su cine con las esencias del ADN ibérico. Sus últimos años los pasó en su masía de Tarragona, donde horneaba pan, cultivaba un huerto y se rodeó de cinco burros, ... cuarenta gallinas y un gallo que se llamaba Obama. La comida y el sexo fueron el motor de la obra de un cineasta único, que no siempre acertaba pero que demostraba estar a la última.
Bigas se bajaba de su pedestal de alta cultura y era capaz de capturar la épica de las chonis de extrarradio en 'Yo soy la Juani', una cinta pionera en sobreimpresionar sms en la pantalla. También fue de los primeros en probar la aventura americana con 'Angustia' en 1986. «Esperaba un Hollywood de Marilyn Monroes en descapotables y encontré coches japoneses con ejecutivos vegetarianos. Soporté durante cuatro años el café americano y disfruté lo mejor de América: los paisajes y la distribución de cine». Así resumió su experiencia a este cronista.
Bigas Luna falleció en 2013 a los 67 años víctima de un cáncer fulminante dejando al cine español huérfano de su saludable sentido de la provocación. El documental 'Bigas X Bigas' no oculta su condición de homenaje. La cinta está compuesta a partir de las más de 600 horas que el realizador tomó con una pequeña cámara a modo de videodiario en los últimos años de su vida. «Todos los que trabajaron con él le querían, esto está hecho desde el amor más profundo», contaba en el pasado Festival de San Sebastián Javier Bardem, productor de una cinta que supone el testimonio fílmico del autor de 'Jamón, Jamón'.
Jordi Mollà, Leonor Watling y Aitana Sánchez-Gijón colaboran entre otros en un documental que descubre la cotidianidad de un esteta vacilón. Hay reflexiones a cámara, escenas familiares y con amigos como el modista Antonio Miró o Penélope Cruz, travesías artísticas y muchos momentos grabados en la masía de Tarragona. Bigas llevaba a la práctica una filosofía de vida que bebía del desparrame mediterráneo y la calma zen. Era un anfitrión divertido y generoso que reunía a los suyos alrededor de una mesa y disfrutaba de placeres inmediatos: la comida, el sexo, el arte...
El director de 'Las edades de Lulú' era un artista sabio que no olvidaba que el cine tiene que encontrar espectadores. El erotismo, la transgresión y las esencias cañís le funcionaron siempre en taquilla. Venía de la publicidad y aprendió de Salvador Dalí que epatar también era muy rentable. Las imágenes íntimas de 'Bigas X Bigas' demuestran que su protagonista desdramatizaba su oficio, se restaba importancia y sabía escuchar.
Ojo. Estamos ante una pieza más 'artie' que divulgativa, que toma como materia primordial las grabaciones caseras y no las películas de su filmografía. Entrevistas juguetonas que el director hace a sus invitados y reflexiones entre la genialidad y la 'boutade', que componen un collage destinado casi en exclusiva a los conocedores de su obra. El resto quizá queden saturados de tanta egolatría y autocomplacencia, a semejanza de sus últimas películas.
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