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Borja Crespo
Jueves, 2 de marzo 2017, 20:04
La distribución cinematográfica está cambiando a marchas forzadas. No le queda otra. Hay que adaptarse a los tiempos en la era multipantalla. Podemos ver una película o una serie de televisión en diversos soportes, incluido el móvil, da igual el tamaño de la imagen, con ... lo cual no es necesario que un lanzamiento cinematográfico se centre única y exclusivamente en su exhibición en el circuito convencional de salas antes de saltar a otras ventanas. Hay títulos que ni siquiera optan por pasar por taquilla para ahorrar gastos, conscientes de sus limitaciones de cara al gran público, estrenándose directamente en plataformas de pago, como es el caso de 'Ya no me siento a gusto en este mundo', rimbombante traducción de la última propuesta coprotagonizada por Elijah Wood, disponible en Netflix desde el pasado viernes, una producción modesta, de presupuesto muy ajustado, sencilla en su ejecución, ya un modelo en el mercado audiovisual -con el streaming como rentable salida al mercado-, que llamó poderosamente la atención en el pasado festival de Sundance. Enmarcada en la lista de filmes indispensables del conocido evento impulsado por Robert Redford, es la ópera prima del también actor Macon Blair, protagonista de 'Blue Ruin', excepcional proyecto con notables puntos en común, dirigido por Jeremy Saulnier, responsable a su vez de la recomendable 'Green Room' (skins, punks, nazis, armas, ultra-violencia, y el 'Nazi Punks Fuck Off' de los legendarios Dead Kennedys sonando a todo trapo). Si el maestro Sam Peckinpah regresase de su tumba, se sentiría identificado con este trío de largometrajes mentados, pequeños pero matones.
'Green Room', una auténtica instant cult-movie, fue una de las sensaciones en Cannes y gozó de una excelente acogida en festivales como Sitges. Saulnier es uno de los realizadores estadounidenses más sugestivos del momento, como bien constató en 'Blue Ruin', cine de acción sin acción, donde lo importante son los personajes y su evolución, una manera de entender el lenguaje audiovisual que empapa 'Ya no me siento a gusto en este mundo', que mezcla thriller y comedia, decantándose por un sentido del humor deliciosamente negro, con una soltura encomiable. Su director, sin duda contagiado por Saulnier al haber trabajado frente a la cámara bajo sus órdenes, juega con el tono a conciencia. El caso a resolver es lo de menos, lo que atrapa a la audiencia es el trabajo de Melanie Lynskey y Elijah Wood, fantásticos como pareja de torpes detectives accidentales que intentan resolver una tontería mayúscula y se topan con una espiral de violencia -tratada a la manera de Tarantino o los hermanos Coen, tan realista como irrisoria e impredecible- que retrata, de una manera maravillosamente inquietante, el corazón de la sociedad estadounidense. Una treintañera sumida en la rutina, sin esperanzas de futuro, se arrastra por un típico barrio residencial made in USA. Su devenir diario sufre un revés cuando alguien entra en su casa en su ausencia y le roba las joyas heredadas de la abuela. Lejos de aceptar la derrota, decide encontrar al culpable del hurto, ya que la policía no parece esforzarse mucho. En su absurda búsqueda del culpable se cruza con varios personajes estrambóticos, entre ellos un introvertido amante de la música heavy al que interpreta con entrega el protagonista de la saga 'El Señor de los Anillos'.
Wood borda el papel de nerd solitario que apenas sale de su casa para pasear al perro. Lynskey, coprotagonista de 'Criaturas celestiales', quizás lo mejor de Peter Jackson (la actriz no ha tenido tanta suerte en su trayectoria como su compañera de reparto Kate Winslet), aguanta el peso de la excéntrica narración elaborando un rol tan decadente como entrañable, una mujer apesadumbrada, rendida ante la vida, que decide romper con todo como en 'Un día de furia' y dejar de aceptar una existencia anodina. Presente en la serie 'Dos hombres y medio', Melanie funciona de lujo en los momentos de comedia, pero también se deja llevar por el drama en uno de los filmes más interesantes del momento si hablamos en términos de cine independiente que busca otras vías de producción y distribución. Recordemos que 'Manchester frente al mar', uno de los títulos estrella de los recientes Oscar, contaba con capital de Amazon (y la misma 'Blue Ruin' se financió en parte mediante crowdfunding). No obstante, la labor de Netflix (¿la Coca Cola de la exhibición cinematográfica?) no se queda únicamente en su apoyo a filmes pequeños, ahí está 'Spectral' con su sello, estrenado online en exclusiva no hace mucho ofreciendo al espectador un torrente de escenas de acción y efectos especiales con costes elevados.
Dirk Gently, un detective poco común
Elijah Wood no deja de sorprender en su carrera con los movimientos que despliega abiertamente, lo mismo está presente en una producción con ínfulas que en un proyecto humilde. Su participación en 'Ya no me siento a gusto en este mundo' es vital. Da vida a un personaje que se queda en la memoria, un sujeto con claros problemas de adaptación, un torpe social amante de las artes marciales que vive en su propio mundo, con su mascota y su música, alejado de una realidad que probablemente le deprime. La película coincide en el catálogo de Netflix con una serie que coprotagoniza, ofreciendo al espectador otro espectáculo sugerente, alejado de convencionalismos. Hablamos de 'Dirk Gently', de nuevo un producto plagado de humor con escenas sumamente violentas que atrapa capítulo a capítulo. Su visionado puede ser desconcertante en un primer momento. Busca la comprensión del público desde el surrealismo y el absurdo, con la incoherencia por bandera. El puzzle acaba por obtener sentido, todo está conectado, pero hay que ejercer la mente más de la cuenta para seguir el hilo argumental. Detrás del invento está Max Landis, el hijo de John ('Un hombre lobo americano en Londres'), que dejó su impronta en los libretos de 'Mr. Right' y 'Chronicle' (por cierto, acusa a 'Power Rangers', de inminente estreno, de haberle copiado la idea central). El realizador español Paco Cabezas firma los dos últimos episodios de un lote de 8.
'Dirk Gently, agencia de investigaciones holísticas', se basa en los textos del malogrado escritor Douglas Adams, conocido por ser el culpable de 'La guía del autoestopista galáctico', serie de libros que sufrió una adaptación cinematográfica olvidable. Landis produce y escribe, dejándose llevar por una estructura laberíntica con viajes en el tiempo que abre fuego con una secuencia inicial incapaz de no enganchar. Samuel Barnett ('El destino de Júpiter') forma pareja con Wood, su ayudante a la fuerza. El primero es un detective fuera de lo normal, un Sherlock Holmes con aparentes problemas mentales que utiliza métodos poco fiables, basados más en la intuición y la casualidad que en lo científico, para resolver la trama. Su coprotagonista, el Watson del dúo, es un botones de hotel sin un duro en el bolsillo, mentiroso y cobarde, al que no le queda otra que sacar el tipejo envalentonado e irracional que hay en él para afrontar una serie de situaciones que se van enredando sin lógica aparente, la gracia del festejo. Con 'Doctor Who' como claro referente, la serie ha renovado por una esperada segunda temporada, ya que acaba muy alto, con los personajes principales -ninguno tiene desperdicio- atrapados en un majestuoso cliffhanger. Gracias a Netflix tenemos a Elijah Wood por partida doble.
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