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Jeremy Irons, preparándose para operar.
'Inseparables', un relato sobre la identidad

'Inseparables', un relato sobre la identidad

Controvertida y provocadora en su lado más superficial, la película de Cronenberg posee no obstante una melancólica incisión física que se clava en la retina de manera cautivadora

Guillermo Balbona

Jueves, 9 de marzo 2017, 16:55

El frío acero retorcido de algunos de los extraños artilugios quirúrgicos de la ficción transmite la sensación de dolor y vértigo. En el cine de David Cronenberg se funde la densidad de la autoría con una casi siempre seca, dura, precisa, a veces demoledora y brillante escenificación de un cuento moral que crece como un género en sí mismo.

La violencia y la inquietud desasosegante del cineasta canadiense lo que contenta a sus más rigurosos y exigentes fieles suele mezclarse y trasladar al espectador en ocasiones a otras geografías cinematográfícas, entre la seducción, el engaño y la inteligente mentira. Gran parte de esta radiografía y disección del comportamiento instalado en una sociedad, está fundamentada en parecer lo que no es. El cineasta de 'La mosca', como en 'El almuerzo desnudo' y en 'Crash', suele disfrazar sus historias con una factura comercial y convencional, que no es tal; un reparto atractivo e intenso y el argumento de un aparente thriller oscuro o el relato de un melodrama que va revelando.

Una de las cumbres de la filmografía de este perseguidor de zonas oscuras, se plasmó en el microcosmos perverso de 'Inseparables' que además de contener una de las actuaciones (doble) magistrales del último cine, el trabajo de Jeremy Irons, traza una muy física (y metafísica) visión introspectiva de la condición humana. Cronenberg, más que nunca, vuelve a ser ese mago que desvela el disturbio interior, que rompe la virginidad de la normalidad para asomarse/nos al vértigo de lo desconocido. Su filme cruza los morbosos márgenes de un paisaje en el que habitan alteraciones internas y latidos sordos. Cronenberg no se ha convertido en un director al servicio del género ni de la etiqueta. El director usa la cámara para moldear la realidad. La vida mancha a su gusto a medida que el caos se va apoderando de la historia que quiere contar. Y entre el fantástico y el terror existencial siempre ha discurrido un magma personal, escurridizo y a su vez pegajoso. Lo obsesivo es una de las señas de identidad de este realizador excéntrico cuyas historias dejan siempre un halo de desazón y turbiedad. Calificado como el rey del horror venéreo, incluyendo etiquetas de gore de autor, como subrayó Borja Crespo, coautor del libro 'David Cronenberg. Los misterios del organismo', desde esta esencial 'Inseparables', su trabajo de Cronenberg se ha sofisticado técnicamente sin perder energía ni integridad. Sus habituales turbias historias ahora están rodadas con mayor sobriedad, lo que ha multiplicado su poder de convicción.

Visionar 'Inseparables' tiene algo de experiencia. No es sólo su universo visual y, por tanto, moral, sino ese cúmulo de sensaciones sucesivas a posteriori, como la que arrostramos tras una exploración médica. Es un filme que hurga en lo oscuro, pero con voluntad física, como si la mirada manipulada o forzada nunca dependiera del espectador durante las casi dos horas de metraje. El mito del doble, Geminis, la dualidad, los siameses... forman parte del mundo transparente pero leve, delicadamente distante, heladoramente punzante que se revela tras los dos gemelos idénticos, el encantador Elliot y el introvertido Beverly, caras opuestas de una misma personalidad. 'Inseparables', controvertida y provocadora en su lado más superficial, posee no obstante una melancólica incisión física que se clava en la retina de manera cautivadora como una luz cegadora sobre la identidad, el uno y el otro, el nosotros y ellos.

Curiosamente una historia que parte de un caso real, pues los gemelos Mantle existieron, aunque su verdadero apellido era Marcus. Eran ginecólogos especializados en el tratamiento de la fertilidad que cayeron en la adicción a las drogas, como los personajes encarnados por Jeremy Irons. Una novela basada en la escandalosa vida de estos hermanos, 'Twins', escrita por Bari Wood y Jack Geasland, le condujo finalmente a trasladar y mutar la historia a su lado más oscuro y perverso. Cronenberg, por supuesto, huye de lo convencional y construye un relato entre lo monstruoso y la naturaleza, un ejercicio visual de mente y cuerpo. Cinta arriesgada, envolvente, que zarandea al espectador con turbias miradas y pesadillas corporales, que se postula como un organismo vivo, una película orgánica que destila frialdad y desgarro, mentira y falacia, pose e ilusión.

El amor es precisamente una alteración, un disturbio, una anomalía. Una ventana que abre la magnífica Genevieve Bujold, a modo de mediadora entre los dos Irons, mientras crece el agujero letal de una tensa y enigmática intriga. Hay momentos irregulares en el centro de la historia pero, para entonces, uno ya ha quedado atrapado entre los gemelos, entre cierta pureza visual, la destreza del gesto del actor desdoblado, y la amenaza del efectismo que asoma en el último tramo del filme. Hay, como doble, un lado romántico y otro, que es el mismo, que revela la visión enfermiza existencial. Lo desasosegante y doloroso queda asociado al sexo y a un mundo interior donde colisionan las emociones y aparecen la deformidad y lo telúrico fundidos en ese útero múltiple del personaje femenino. Con Cronenberg los espectadores somos uno más de esos objetos desgarradores que parecen clavarse en la mirada. El instrumental diseñado para intervenir a las pacientes especiales con el que el cineasta escudriña en el enigma mientras desliza una sombra de escalofrío, como una corriente de aire que se filtrara entre los fotogramas. Cronenberg, que llegó a este filme tras el éxito de 'La mosca', conforma los fundamentos de un relato luminosamente tenebroso y enfermizo que parece discurrir en una permanente sala de operaciones donde cedemos nuestro cuerpo para ser envueltos paradójicamente en la oscuridad y la perversión. Un juego sobre los prejuicios y el deseo, la individualidad y lo social, los códigos establecidos y la libertad. Eros y Tánatos. Sexo y muerte. Un fascinante viaje desde el interior al exterior, y viceversa, aentos a la desmesura del horror instalado también dentro de nosotros como un extraño parásito.

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