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FERMÍN APEZTEGUIA
Sábado, 6 de julio 2019, 16:08
Más del 40% de las mujeres maduras sufren atrofia vaginal, pero muy pocas, sólo una de cada cuatro, acuden al ginecólogo en busca de un remedio. Como consecuencia, sus relaciones sexuales se vuelven cada vez más dolorosas, hasta el punto de que muchas de ... ellas llegan a abandonarlas para siempre; y favorecen la aparición de otros problemas de salud que complican aún más su calidad de vida. Entran en una especie de espiral patológica y lo que comienza con una simple sequedad vaginal acaba convirtiéndose -o puede acabar haciéndolo- en un rosario de enfermedades que afecten también a la vejiga urinaria y la uretra. Pero no tiene por qué ocurrir así. Una adecuada y sencilla prevención, que puede comenzar antes de que llegue la menopausia, permite a la mujer vivir la sexualidad con plenitud, independientemente de su edad.
Las cifras de la dolencia infunden respeto. Cuando los especialistas hablan de que sólo una de cada cuatro afectadas consulta este problema a su ginecólogo, lo que están diciendo es que unos tres millones de mujeres prefieren pensar que las consecuencias de la atrofia sexual que padecen son simplemente cosas de la edad.
«La salud vaginal es un derecho de la mujer», proclama la especialista Montserrat Manubens. «Y eso significa que podemos mantener una vagina en condiciones para llevar una vida sexual satisfactoria, sin tener molestia alguna», detalla la especialista, responsable de la unidad de Salud de la Mujer y Menopausia del Instituto Dexeus, de Barcelona.
La sequedad vaginal, como el torrente de complicaciones que acompañan a la menopausia, es consecuencia de la paulatina pérdida de estrógenos que se produce al desaparecer la función ovárica. El organismo deja de generar la principal hormona femenina en un proceso que se desarrolla entre los 48 y los 55 años, y que se manifiesta al principio con insomnio, sofocos y cambios de humor; y en una segunda etapa con la falta de mucosa vaginal, envejecimiento de la piel y problemas urinarios. La musculatura del suelo pélvico pierde colágeno, una proteína fundamental para la elasticidad y flexibilidad de los órganos, y crece por ello la tendencia natural al prolapso, que es la caída del útero por la vía genital. «Generalmente, todo esto es algo que sólo comentan las mujeres que desean mantener una vida sexual activa».
La vagina forma parte del mismo grupo de órganos que la vejiga y la uretra; y por ello también se ven afectadas por la menopausia. La disminución de los estrógenos provoca una caída de las defensas en la zona, que la vuelve más vulnerable ante la presencia de determinadas bacterias. Esa es la causa de algunas infecciones del tracto urinario y de la llamada cistitis atrófica, que se manifiesta por la presencia de orina en la sangre debido a la sequedad de la vejiga. Sus paredes, como la vagina, pierden elasticidad, dejan los vasos sanguíneos a flor de piel y se producen pequeñas lesiones con pérdidas de sangre.
El tratamiento contra la atrofia vaginal se basa en el uso de hormonas de baja potencia y dosis reducidas, «efectivas a nivel de la vagina, pero que no pasan de la mucosa vaginal». Las terapias se complementan con el uso de lubricantes para favorecer las relaciones sexuales y cremas hidratantes, una o más veces por semana, que favorecen una elasticidad adecuada. Lo mismo que las hay para la cara, existen algunas muy eficaces para las zonas más íntimas. «Nunca conseguiremos tener una vagina como la de una mujer de 30 años, ni se debe; pero tenemos soluciones para procurar tenerla en las mejores condiciones posibles», explica la experta.
La ginecóloga Montserrat Manubens insiste que es posible adaptar la sexualidad a los cambios de la edad, pero lo importante, recalca, «es que cada una elija la que quiera tener. Es una opción personal. Cuando hablamos de menopausia -concluye- tendemos a pensar en cosas negativas, pero no es así. La madurez puede vivirse de una manera muy satisfactoria en todos los aspectos de la vida».
Aunque se trata de una enfermedad poco conocida y apenas tratada, el 30% de las mujeres de entre 20 y 50 años que han estado al menos una vez embarazadas sufre el síndrome de congestión pélvica. Los síntomas de esta patología son dolor y sensación de pesadez en la zona pélvica. Las dolencias se agravan durante la menstruación, tras mantener relaciones sexuales, cuando se está mucho tiempo de pie y durante los embarazos, y el diagnóstico se realiza mediante una ecografía y un angio-TAC, que permiten detectar la presencia de varices en el útero, ovarios o vulva. Según Antonio Ballester, especialista en Angiología y Cirugía vascular del Hospital Quirón de Torrevieja, «el tratamiento de la patología soluciona el 85% de los casos» y mejora enormemente la calidad de vida de las afectadas. La dolencia tiene un componente hereditario y, para evitarla, se recomienda controlar el sobrepeso, llevar una dieta equilibrada rica en fibra e intentar no permanecer demasiado tiempo de pie o sentada. Así mismo, los médicos recomiendan dar paseos de media hora diariamente.
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