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Virginia Melchor
Martes, 25 de febrero 2020, 15:36
«La princesa Esther creció en un castillo maravilloso lleno de animales, se divertía mucho con ellos, pero había uno en especial, una rana llamada María. [...] El rey le dijo a su hija que se tenía que casar con un príncipe para ser reina, era ... la tradición. Pero Esther se puso muy triste porque ella quería a la rana. [...] Un día se besaron con un dulce beso y María le dijo: ¡Siempre estaremos juntas! El rey al ver la cara de felicidad de su hija cambió la tradición y así cada persona del pueblo se podía casar con quien quisiera. ¡Qué viva el amor!»
Estos son algunos fragmentos del cuento que Millán escribió para leer el día en el que su prima Esther se casó con María, la mujer de su vida. Unas palabras que nacen de la sensibilidad e imaginación de un niño de doce años que no solo consiguió emocionar a las recién casadas, sino también a la mayoría de los invitados a la boda. Un cuento escrito de su puño y letra en una especie de pergamino que hoy su orgullosa prima, madrileña de 33 años, conserva enmarcado en una habitación del piso que comparte en Madrid con su mujer, malagueña de 32.
Esther y María se conocieron hace menos de tres años en la tienda de telefonía en la que ambas trabajaban. A las tres semanas se fueron a vivir juntas y a los tres meses Esther le pidió matrimonio en la conocida plaza de San Pedro, en el Vaticano. «Llevaba dos días dando vueltas por Roma con el anillo, no encontraba el momento de dárselo, así que allí me pareció un buen sitio. '¿Aquí es donde sale el Papa a dar la misa no? ¿Si le decimos que salga a casarnos?', le solté».
María le dijo que sí, cómo no iba a hacerlo. Tenía delante a la persona «más fiel y leal» que ha conocido. «Siempre está ahí para su gente, pase lo que pase, por eso me sentí su familia tan rápido», cuenta. A Esther le enamoró de María que «nunca pierde la sonrisa». «La admiro, es muy valiente. Fíjate, ahora lo ha dejado todo para estudiar un máster de programación y a veces duda de su valía, pero claro que puede y claro que sabe».
Tras casarse por lo civil en el madrileño barrio de Salamanca, el 8 de junio celebraron una boda a su medida, sin artificios ni protocolos. Se dieron el «sí y mil veces sí» en una ceremonia íntima que tuvo lugar a las seis y media de la tarde en la Finca Los Llanillos, en plena Sierra de Madrid, ante 95 invitados. «Se pasó súper rápido, menuda borrachera de emociones, pero me sentí en casa, se notaba que nuestra gente estaba allí de verdad». «Fue como un cumpleaños de las dos pero muy caro», describe Esther con humor.
Se vistieron la una a la otra para su gran día y apenas se soltaron la mano mientras su amigo Ángel, que trabajó para la firma de cosméticos MAC, les maquillaba y peinaba desde la naturalidad que ellas buscaban. Llevaron el pelo suelto, un maquillaje discreto, y unos vestidos sencillos que guardaron en casa todo este tiempo, aunque ninguna de las dos tuvo la tentación de mirar el de la otra.
Esther lució un diseño de dos piezas compuesto por una camisa de manga corta y una falda larga de plumeti. María, por su parte, unió varias ideas de diferentes vestidos que le gustaron hasta dar con la opción que mejor encajaba con su estilo: un diseño con escote en pico, tirantes cruzados en la espalda, botonadura delantera en la falda y un lazo en la cintura.
Ambas piezas fueron confeccionadas a mano en el taller de costura en el que trabaja la madre de ésta última, Córpary. En cuanto al calzado, enseguida cambiaron las sandalias que se compraron en Asos por unas Converse blancas con las que no pararon de bailar hasta las dos y media de la madrugada.
Antes de reservar una fecha para su boda, Esther llamó a su amigo Xabi Vide para saber si estaría disponible. Le conoció hace unos años por una persona en común y sentía que solo podía ser él quien convirtiese en imágenes los recuerdos más especiales de su vida. Este conocido fotógrafo vizcaíno se caracteriza por huir de las poses forzadas y capturar momentos únicos con los que consigue provocar una emoción.
«Cada vez que os cogíais como si el mundo se fuera a terminar sin querer soltar a la otra, cada vez que veo una foto suya vuelo a esos dos días que conviví con estos dos seres mágicos... y me entra el nudito en el estómago, y la sonrisa, y la felicidad, y ese recuerdo de la cara de gilipollas entusiasmado con la que volvía a mi casa el domingo durante todo el viaje haciendo mi película mental de lo que sabía que me había llevado en las tarjetas, de una boda tan viva, tan maravillosa... con ellas como protagonistas no podía haber sido de otro modo», escribió Xabi en su perfil de Instagram. También confiaron en él para las fotos de la preboda, que tuvo lugar en abril y «cerquita del mar», como ellas querían.
Las playas de Castro Urdiales y Laredo sirvieron de escenario de su historia de amor. Xabi puso su sensibilidad tras el objetivo y sus miradas, caricias y abrazos hicieron el resto.
En cuanto a la decoración, el restaurante se encargó de una parte, como el candy bar o el mobiliario, pero sus familias, que han congeniado a la perfección, también se emplearon a fondo para que en la finca se respirase la esencia y personalidad de las protagonistas.
El padre y el tío de Esther crearon con madera y en gran tamaño las iniciales de ambas, que ahora han puesto en su habitación, cada una a su lado de la cama. Y el padre de María se encargó de realizar las flechas que indicaban a los invitados dónde encontrar cada estancia de la finca. Cada una llevó su ramo, de peonías secas, que en vez de lanzarlo al aire quisieron entregar a sus respectivas abuelas.
Quedaron en que no se regalarían nada, pero Esther rompió la promesa. Obsequió a María con una furgoneta Volkswagen de Lego que ya ha terminado de construir. «¡Seis meses ha tardado, casi la mato!», bromea Esther. Ambas llegaron a su boda a bordo de una Volkswagen antigua que alquilaron para la ocasión. «¡Qué majo el dueño! En el interior había como elemento decorativo una tabla de surf con las palabras '¡Viva los novios!' y él puso ¡'Viva las novias!' con cinta aislante». La elección de este vehículo no es casual.
¿Qué planes de futuro tenéis? «Nuestro sueño es ahorrar para comprarnos una furgoneta Volkswagen e intentar viajar mogollón, ver muchos sitios juntas». Otra de las ilusiones de María es volver a su tierra, a Málaga, y envejecer allí con su pareja. Esther se irá con ella, pero si su chica acepta la única condición que le ha puesto: «abrir la ventana de casa y ver el mar».
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