Eva Fernández y Diego Vallejo, cuando el amor no se ve pero se siente de corazón

Eva María tiene 39 años y a los ocho le detectaron un glaucoma congénito que le hizo perder completamente la visión. A veces, cuando hay alguna luz fuerte, ve como un fogonazo. Lejos de achicarse, Fernández siempre ha salido adelante con su talante positivo y con la música como telón de fondo. Cuando se conocieron, Diego vivía en Zaragoza y ella acababa de volver de Madrid tras diez años en la capital. Eva María recuerda que, al principio, «él estaba más interesado en mí que yo en él». No le asustaba nada que ella no viera y vivía la relación «con naturalidad aprendiendo ciertas cosas sobre la marcha».

El pasado mes de marzo decidieron pasar por el altar y empezaron a avisar a los invitados: «¡Nos casamos el 16 de septiembre!». «¿Del año que viene, no?», le preguntaban. «¡No, no, de este año!».

La novia sabía qué tipo de boda quería. La tenía perfectamente en su cabeza y sus amigas Estrella y Nayara le ayudaron a organizar todo: la decoración, las flores, el photocall, el fotomatón, la plataforma 360… No faltó ningún detalle. Diego, al verla tan feliz con los preparativos, le decía que todo le parecía perfecto. Para elegir el vestido fue con su prima y reconoce que el que finalmente llevó no tenía nada que ver con su idea inicial. «Sabía lo que quería pero cuando me lo puse no me sentí bien», recuerda. Sin ver llegó a decir «de ese otro vestido me gusta la parte de arriba», y así «hasta que encontré lo que realmente quería». Aunque sólo vio hasta los ocho años recuerda bien los colores y las formas: «Lo tengo todo en mi cabeza». Y eligió un vestido con la parte de arriba de encaje, con cuello 'uve' y un gran lazo en la espalda del que salía la cola.

La ceremonia fue en la Iglesia de Santa María de Cueto, donde actuó un coro rociero, y el convite en el Gran Hotel Victoria, en El Sardinero. La pareja llegó en una calesa, como Eva siempre había soñado.

En el cóctel actuó un grupo flamenco, y Eva cantó con sus damas de honor. Para la novia la música ha sido siempre un timón. Su padrino artístico fue El Fary y los diez años que Eva María vivió en Madrid lo hizo en la casa del artista con su familia. El cantante de éxitos como 'Torito guapo' y 'Carabirubí' la llamaba 'Chispita' y le quitó de la cabeza el nombre artístico de 'La niña de Cueto' con el que la santanderina había debutado en la música. En su carrera cuenta con tres discos en el mercado, pero cuando se quedó embarazada dejó la música aparcada. «Para hacer las cosas bien se necesita tiempo y mi hija era y es mi prioridad».

Luna fue la niña de arras y «disfrutó como la que más» el día de la boda de sus padres. La novia recuerda riendo que la pequeña «se había levantado a las siete de la mañana y a las dos de la madrugada seguía bailando». De luna de miel se fueron una semana de crucero por el Mediterráneo y «nos hizo un tiempo espectacular».

La santanderina se define como una mujer independiente, que va y viene sin problema. Ahora viven en Bezana y todos los días coge el tren con la niña sin el menor problema. Para Luna su madre «es la mejor» y ahora que tiene seis años empieza a ser consciente y le hace alguna pregunta a su madre sobre su discapacidad. Eva María le dice «mamá no ve pero no es tonta» y Luna a veces con gracia le dice «que sí, mamá, que ya lo sé, que mamá no es tonta».

La historia de Eva María y Diego es el mejor ejemplo de que el amor no se ve, se siente.