Borrar
Ane Montero y Félix Arnáiz se casaron en Arnuero el 7 de julio de 2018. Ella era bailarina profesional y él sólo había ensayado dos días la coreografía con la que sorprendieron a sus invitados. El novio recuerda con mucho cariño aquella bachata y el aplauso que recibieron al terminar. Marcos Greiz
El legado de Ane: alegría, fortaleza y la pequeña Mia

El legado de Ane: alegría, fortaleza y la pequeña Mia

Bodas DModa ·

La pareja se conoció en 2014 y se casó en julio de 2018. En plena pandemia nació su hija y en 2021 le detectaron un tumor. Su viudo mantiene vivo su recuerdo

Félix Arnaiz Cucurull

Santoña

Sábado, 18 de noviembre 2023

Ane y yo nos conocimos el verano del 2014, después de muchos años trabajando la temporada estival de Noja sin habernos visto. Ella, recién graduada en Magisterio, decidió quedarse a buscar trabajo en Cantabria, y así poder estar más cerca el uno del otro. Vivimos sin parar. Ella bailaba profesionalmente y yo comencé a ir a clases para acompañarla en sus eventos. Fue prácticamente un 24/7 juntos durante siete años. Hicimos el Camino de Santiago, viajamos a Oporto, Ibiza, Roma, Estambul, Tailandia, París... Y recorrimos la mitad de España bailando los fines de semana. Quién nos conocía nos decía: «¡no paráis!», «¡vaya ritmo!»

Llevábamos dos años viviendo juntos cuando Ane –sí, ella me pidió matrimonio– me preguntó si quería casarme con ella. Yo tan solo pude elegir entre dos fechas (y decirle que sí).

El día de nuestra boda fue mágico. Te dicen que lo disfrutes, que pasa volando y no te lo crees. Recuerdo verla caminar hacia el altar con su eterna sonrisa en la boca y yo con lágrimas en los ojos... Sus votos... Los míos en poema, de esos que le solía escribir y le dejaba en el espejo retrovisor de su coche para que lo viera al salir del trabajo... El banquete salió perfecto y por fin llegó el baile nupcial: una bachata de las que bailaba Ane en tantos de sus eventos y que yo torpemente acompañaba... Pero aquel día fue único, como si sólo estuviéramos Ane y yo y cuando paró la música nuestros familiares y amigos aplaudieron emocionados.

Cuando llevábamos dos años viviendo juntosAne –sí, ella me pidió matrimonio– me preguntó si quería casarme con ella. Yo tan solo pude elegir entre dos fechas (y decirle que sí). Marcos Greiz

Dos años más tarde y en plena pandemia nació nuestra hija Mia. Nuestro tesoro. Despierta desde el primer suspiro y con ganas de comerse el mundo. A Ane, que decía que le daba igual que fuera niño o niña, le brillaban los ojos al ver a su pequeña... Pero ocho meses después, una laparoscopia nos dio la peor noticia de nuestras vidas. Ane tenía un cáncer de ovario de tipo hipercalcémico. De los que aparecen uno entre un millón y para los que no hay suficiente investigación. Sus palabras fueron: «Tengo dos opciones, hacerme bola y llorar hasta que pase algo, o levantarme y salir a disfrutar de mi niña, mi marido y mi familia pase lo que pase». Y esto último fue lo que hizo.

En once días

No paramos. Viajes, trabajo, comidas, cenas... Organizó su primera boda como 'wedding planner' y fue todo un éxito. Pero la quimio no funcionaba y solo cabía la esperanza de la inmunoterapia. Llegó el cumpleaños de nuestra peque y nos organizó a todos, cada uno en su puesto, para que el día fuera redondo. Supongo que ella misma vivía cada día como si fuera el último... Tristemente once días después, rodeada de toda la familia, en una habitación de Valdecilla nos despedimos... Se fue dejándonos la mayor lección de fortaleza y el mejor regalo del mundo: Mia.

Su amor perdura a través de los ojos de nuestra niña y de las vivencias que compartimos. A ella le hubiera hecho mucha ilusión ver nuestra boda en estas páginas y con este texto quiero mantener vivo su recuerdo.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

eldiariomontanes El legado de Ane: alegría, fortaleza y la pequeña Mia