La madrina de boda: un honor que simboliza la cercanía y el vínculo con el novio

Durante algo menos de una hora, cuando estaba al pié del altar, junto a mi hijo Gonzalo –esperando la llegada de Cristina, quien iba a ser su esposa– repasé mi vida con él, desde el momento en que nació. Pasó como una flecha veloz por mi cabeza. Esos minutos se convirtieron en una rápida reflexión sobre cómo ha sido esa vida tan especial, juntos, durante cuarenta años.

El sentimiento entonces, está lleno de emociones profundas y también contradictorias. Por un lado, experimentas la inmensa alegría y el orgullo de verle dar un paso tan importante en su vida, formando una nueva familia y comenzando una etapa que determinará su futuro. Y aún, siendo así, es inevitable sentir cierta nostalgia, al recordar los momentos de su infancia, de su adolescencia y de su juventud, al darte cuenta de que ha llegado el momento de soltarlo del noray de tu tiempo porque ya tiene que surcar la vida en otra nave que no es la tuya.

Ser la madrina en la boda de tu único hijo es, sobre todo, un honor muy especial porque simboliza la cercanía y el vínculo que tienes con él. Pero a pesar de todo, persiste el fuerte deseo de proteger y apoyar también a su esposa porque de ella dependerá la felicidad, el amor y el éxito que tu quieres para los dos. Por eso Cristina representa un vínculo muy especial con mi hijo, y a mi me inspira la misma confianza y respeto que él ha depositado en ella para acompañarlo en ese momento tan trascendental y en el resto de su vida.

Es un día lleno de amor, lágrimas felices y gratitud, por haber podido vivir cerca de ellos ese momento tan importante y esperado. Si bien he de reconocer que, como casi siempre en los momentos más trascendentales de nuestras vidas, supe mantener el tipo para evitar las lágrimas, ya que las de él, emocionado por el momento tan importante que vivía, fueron inevitables y corrieron a raudales, aportándome de paso, con ellas, las dosis de felicidad con la que estaban impregnadas.

Es un momento mezcla de orgullo, amor y recuerdos por lo que experimentas una inmensa felicidad al verlo iniciar una nueva etapa con la persona que ama, porque sabes que tu hijo ha encontrado la felicidad y el amor verdadero en Cristina, que tu has deseado siempre para él. Pero también te invaden momentos de melancolía al recordar los años pasados, cuando él dependía de ti. Porque eres consciente de que estás dejando atrás una etapa de tu vida que ya será irrepetible.

Indudablemente también sientes un fuerte sentido de responsabilidad. Este rol te llena de orgullo, deseo de guiar, apoyar y bendecirles en su nueva vida, siempre desde un lugar de amor incondicional y respetuoso. Es un momento lleno de emociones intensas y de una profunda conexión espiritual y emocional.

Aunque tu hijo haya dejado de ser desde hace tiempo una presencia constante y física en tu hogar, en ese momento, sabes que, ahora sí, que de verdad, ya ha abandonado tu casa para formar la suya propia. Sientes satisfacción al ver que ha crecido y madurado y que está listo para dar un paso tan importante. Es entonces cuando sabes que los valores y las enseñanzas que le trataste de imbuir, han dado su fruto. La felicidad de saber que tu hijo ha encontrado a alguien con quien compartir su vida es inmensa al verlo emprender esta nueva etapa lleno de amor y esperanza, aunque se hace inevitable sentir cierta tristeza en la partida, recordando los años en los que él solo dependía de ti, pero sintiéndote orgullosa de que haya alcanzado la madurez necesaria para tomar sus propias decisiones y comenzar a construir un futuro por sí mismo.

Así y todo, y aunque sabes que tu hijo emprende en ese momento su camino, el instinto protector no desaparece, quieres seguir sintiendo la necesidad de estar presente en su vida –siempre que te lo permita– como guía y apoyo; sientes deseos de felicidad, amor y estabilidad para la nueva familia que están formando y sueñas con que encuentren la plenitud al construir un hogar lleno de armonía y paz, sin dejar de lado el deseo de tener la oportunidad de fortalecer el vínculo con él desde una perspectiva diferente, basada en el respeto a su nueva vida y el amor incondicional que siempre estará presente.

Pero también te conviertes en ese momento en suegra y te conjuras para crear una relación basada en el respeto, apoyo y comprensión, tratando de aportar a tu nuera la consideración y amabilidad que merece. Porque no debes olvidar que el amor que sientes hacia tu hijo es igual que el que él le entrega a ella, comprometiéndote a ser el apoyo de ambos, ofreciéndote a ser una fuente de colaboración, prometiéndote a no dar consejos que no te soliciten, pero haciéndoles saber que estás disponible si precisan de tu ayuda.

Es el inicio, en definitiva, de una vida en la que tu familia, la que formabais tú y él, ahora se ha ampliado con Cristina, el mejor regalo que mi hijo ha podido recibir en su vida mientras espero a que me llamen abuela.

• Temas
• Colegiata de Castañeda
• Bodas
• Cantabria DModa