Una relación entre el amor y el periodismo

Es verdad que el amor tiene sus etapas. Quizás la pasión va dejando paso a un amor más sólido y tierno, pero tras más de 30 años de matrimonio es difícil romper los lazos afectivos. Mantener los mismos gustos, conservar los amigos de siempre y hacer algunos nuevos, discutir cuando toca; que discutir en pareja es muy sano, dedicarle algún momento a ese encuentro entre sábanas con más calidad que cantidad, viajar, disfrutar de la buena mesa, mantener la autonomía suficiente para no estar siempre uno al lado del otro, disfrutar de las noches de verano... ¿Quién se niega a todo esto si, además, es con la persona a la que amas?

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Nuestra boda fue como todas las de nuestra época. Despedida de solteros por separado en un restaurante de Santander; copas en Cañadío; amigos borrachos al taxi para llegar a casa y resaca mañanera. Traje azul; vestido blanco, banquete para más de 100 personas y entremeses fríos y calientes; rape en salsa americana y zancarrón en el menú. Y los padres repitiendo sin descanso eso de que lo importante es que nadie pase hambre.

A la habitación del hotel María Ángeles entró en brazos; y al avión con el billete para dos con destino a París. Hoy tenemos dos hijas maravillosas y hasta un gato inquieto y, cómo no, mucho amor para aguantar lo que nos depare el destino.