¿Te acuerdas de 'Grease'?

Una de las películas de mayor éxito en la historia del cine, estrenada a finales de los setenta, es 'Grease'. Tanto Olivia Newton-John como John Travolta están de sobresaliente 'cum laude' en los papeles estelares, que parecen creados a su medida. Y magistralmente dirigidos por Randal Kleiser. Y adornados por una banda sonora inmejorable, super-pegadiza, de las que se quedan impresas para siempre en la memoria e invitan a bailar. Estuvieron muy inspirados John Farrar, Barry Gibb, Louis St. Louis…

'Grease' triunfó en todo el mundo y proyectó hacia la máxima popularidad a sus protagonistas. Además, generó fenómenos sociales que se materializaron en la moda y otros ámbitos del comercio y el merchandising. La razón, sencilla: muchas jovencitas querían parecerse a Olivia y muchos jovencitos a Travolta. Como afirmara al respecto con muy buen criterio Óscar Bellot, sin este largometraje «las cazadoras de cuero, los tupés o la brillantina no hubiesen hecho tanto furor entre los chicos. Las faldas altas y ceñidas, los leggings, los tops ajustados o los pantalones de pitillo no habrían gozado de tal predicamento entre las chicas. El look resultante de la combinación entre los modositos años cincuenta y los detalles más horteras y macarras de los setenta no habría visto la luz o, al menos, no con tamaño impacto, y la década hubiese perdido uno de sus ineludibles referentes culturales, para bien o para mal». Totalmente de acuerdo.

¿Y qué ocurrió con la taquilla?, ¿qué beneficios generó «Grease»? Pues sus productores, Robert Stigwood y Allan Carr, pusieron encima de la mesa seis millones de dólares para sacar adelante el proyecto y recaudaron casi cuatrocientos. ¡Menudo negocio hicieron! Únicamente 'Tiburón' (Steven Spielberg, 1975) y 'La guerra de las galaxias' (George Lucas, 1977) superaron a esta peli a la hora de ganar dinero en aquellos tiempos; es decir, cuando se iba al cine y no se pirateaban los films a través de Internet porque nadie tenía un ordenador. Y es que sí, existió una época en la que nadie tenía ordenador (ni teléfono móvil) y a pesar de ello la especie humana fue capaz de sobrevivir.

¡Ah!, qué películas aquellas y qué tardes y noches de sesiones cinematográficas en el patio de butacas, en pareja (mejor) o en solitario (peor), aditamentadas con cacahuetes, caramelos, gominolas, regaliz, chicles y otras delicias de kiosco. Y, por supuesto, con acomodadores provistos de linterna para colocar a cada cual en su sitio y mantener el orden en el recinto. Salta a la vista que los años pasan demasiado rápido. Snif.