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Una de las postales típicas de Santander que durante años se vendió en los quioscos.

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Una de las postales típicas de Santander que durante años se vendió en los quioscos.

¿Te acuerdas de cuando mandábamos postales?

LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ ·

Las nuevas tecnologías han dado paso a otras formas de comunicarnos cuando nos vamos de vacaciones, pero hoy recodamos aquellas tarjetas que tanta ilusión nos hacía encontrarnos en el buzón

Javier Rodríguez

Santander

Lunes, 8 de julio 2019, 15:52

Hoy día al llegar de vacaciones al destino llamamos a casa mediante el móvil y asunto concluido. Bueno, llamamos a casa… y remitimos después fotos, sobre todo vía whatsapp, del lugar donde nos encontramos. Así de fácil es comunicarse.

Antiguamente, en cambio, como el teléfono era un sueño (y ya decía Jacinto Benavente que «en la vida, la mayor parte de los sueños se roncan»), no quedaba otra que acudir al quiosco para comprar una tarjeta postal de las que se mostraban en expositores giratorios; escribir en su reverso con boli o pluma que habíamos llegado bien....; ponerle un sello (visita al estanco) y buscar un buzón de Correos para introducirla. Qué diferencia, ¿verdad?

Las primeras tarjetas postales eran en blanco y negro, pues la tecnología de impresión no permitía mayor lucimiento. El color surgió más tarde, inicialmente con las coloreadas 'a mano' y después con las de fina lámina plastificada. ¡Cuántos las hemos utilizado! Permanecen ya tan olvidadas en el almacén de la memoria que incluso parece que jamás tuvimos una en nuestras manos...

Aquel invento es hoy un tesoro nostálgico. Cada tarjeta permite recordar con detalle los lugares que ahora habitamos. Por cierto: lugares que han cambiado de manera espectacular. Muchos, hasta el punto de ser casi irreconocibles. Volver a ojearlas traslada, en consecuencia, a un ayer que nunca volverá y, en paralelo, a una sociedad muy distinta a la actual en todos los aspectos.

Las tarjetas postales del Santander que fue son entrañables. Quede aquí constancia –ahora que nos metemos de lleno en las vacaciones veraniegas, época en la que tantas se vendían y enviaban- del éxito que alcanzaron en su día y del incalculable valor documental que se deriva de sus imágenes, captadas por excelentes fotógrafos.

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