Aquellos besos de cine
LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ ·
En el pasado el cierre de las películas coincidía con el momento más íntimo y esperado entre los protagonistasSecciones
Servicios
Destacamos
LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ ·
En el pasado el cierre de las películas coincidía con el momento más íntimo y esperado entre los protagonistasHoy poco llama la atención cuando se va al cine. Antaño, en cambio, el esperado momento en el que los protagonistas del film se daban un beso (circunstancia que en el «beso clave», el de mayor impacto, solía coincidir, qué casualidad, con la escena ... final) se montaba un alboroto de aúpa: unos espectadores silbaban, otros aplaudían, etcétera. Exteriorizaba el personal su sensibilidad de maneras muy distintas.
El beso de las estrellas en los labios derivaba en garantía de 'The End' feliz; es decir, que surjan las adversidades que surjan… siempre se enciende al final del túnel de la vida una luz de esperanza. Ese es el mensaje que flotaba en el patio de butacas y el gallinero. Obviamente, la realidad no solía ser al cien por cien (ni es) así de edulcorada en el desenlace de las relaciones sentimentales…
Fuera del género que fuera, ejercía aquel añorado cine como lenitivo de numerosos males. Las pelis de los Hermanos Marx, Cantinflas y similares astros de la especialidad porque implicaban mondarse de risa; las de terror, con Drácula y sus colegas porque obligaban a tapar con frecuencia los ojos y propiciaban el pánico colectivo, algo inexplicablemente agradable, y las de amor porque eran lo más de lo más.
Metidos en harina conviene subrayar que la sala solía ser territorio fértil para el factor amoroso, proclive a la caricia amparada en la oscuridad y al beso furtivo de parejas. Se mezclaban, pues, allí los besos de ficción con los de corazón. Tan idílico paralelismo sólo se quebraba al actuar la linterna del acomodador para poner orden –o al menos intentarlo- de butaca en butaca.
Ahora ni los besos de las figuras y las secuencias románticas causan especial algarabía entre la clientela de palomitas (en mi juventud, cacahuetes y toffes de chocolate). Nada es ni siquiera parecido. Por ejemplo, en materia de los besos que la ciudadanía calificaba «de tornillo». Hasta los pasajes más apasionados de un largometraje carecen, salvo gloriosas excepciones, de emoción contagiosa.
¿Qué pasa al respecto? ¿Acaso es que, cinematográficamente hablando, no se sabe besar, como se besaba? Podría ser. Besar bien es un arte. Los mitos de la gran pantalla lo demostraron en tiempos muchísimo menos permisivos que los de hogaño. Apréndase de ellos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.